LOS SEDEVACANTISTAS
De las monjas clarisas a monseñor
Thuc, pasando por el obispo De Rojas, con una breve aparición de la Iglesia
Palmariana y el papa Clemente
IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA
El ilustrísimo Pablo de Rojas Sánchez-Franco, gran aficionado a los toros,
en una imagen de archivo / Pia Unio Sancti Pauli Apostoli
Hay historias tan enrevesadas que son interesantes por sí mismas, sin necesidad de interpretación alguna. La propia sucesión de los hechos, la concatenación de circunstancias inverosímiles y la presencia de personajes completamente estrafalarios configuran un relato estupefaciente. Si me ocupo de este asunto es porque durante la adolescencia y primera juventud fui un estudioso de la Iglesia Palmariana y dicho interés culminó en uno de los trabajos de los que más orgulloso me siento de haber escrito, “En la muerte del papa Clemente”, publicado en el número 154 de la revista Claves de la Razón Práctica, allá por 2005. Ya sé que está feo hablar de uno mismo, pero si tuviera que ser recordado en el futuro por alguna contribución intelectual, me haría ilusión que fuese por ese artículo. Con estas credenciales, no podía dejar de lado algunos flecos de la historia de las monjas clarisas, que ha acaparado gran atención en estos últimos días en los medios. El episodio de las monjas, aún irresuelto, nos abre la puerta a un mundo de alucinados con un magnetismo irresistible.
Como ya es bien sabido, las
monjas clarisas, a causa de un desacuerdo con sus superiores a propósito de una
operación inmobiliaria, amenazan con romper con la Iglesia romana y pasarse a
las filas del Obispo Ilmo. y Rvdmo. Sr. Dr. D. Pablo de Rojas Sánchez-Franco.
Sería un nuevo cisma, el enésimo, en el contexto de la Iglesia postconciliar.
Siendo peculiar la maniobra de las clarisas, lo verdaderamente fascinante es
que hayan buscado un aliado en la Pía Unión de San Pablo Apóstol, fundada por
monseñor de Rojas. Aunque luego hablaremos con más calma de la figura y
trayectoria de monseñor, baste por el momento apuntar que se presenta a sí mismo
como sietemesino, nieto de un jefe provincial del Movimiento Nacional de Jaén
entre 1948 y 1955 y niño devotísimo que desde la más tierna infancia mostró una
fervorosa vocación sacerdotal.
En rigor, la Pía Unión no es una
orden religiosa; en su página web, rica en texto e imágenes, se define más bien
como “Milicia Guerrera predestinada a sobresalir sobre todo lo existente”;
jurídicamente, se trata de una fundación sin ánimo de lucro, creada en 2005. Su
misión en la Tierra se formula sintéticamente: “Gloria a Dios, defensa de la
Inmaculada Concepción de la Virgen Stma., aunque nos cueste la misma vida.
Fidelidad a la Iglesia. Extender el Evangelio a todos los confines de la
tierra. Santidad y Ciencia para nosotros. Caridad para con el prójimo. Guerra al
hereje”.
La web del obispo afirma que la
Duquesa de Franco fue benefactora de la Pía Unión de San Pablo Apóstol. / Pia
Unio Sancti Pauli Apostoli
La Pía Unión forma parte del
movimiento sedevancantista, es decir, considera que la silla de Pedro quedó
vacía tras la muerte del papa Pío XII, el 9 de octubre de 1958. Los sucesores,
corrompidos desde entonces por el Concilio Vaticano II que convocó Juan XXIII,
son todos heréticos y traidores. La reforma de la santa misa es uno de los
principales motivos del cisma: los sedevacantistas no admiten de ningún modo
las innovaciones que el Concilio introdujo en el rito y luchan por conservar la
tradición anterior, lo que vulgarmente se conoce como la misa tridentina.
El sedevacantismo tiene un rico
desarrollo doctrinal, distinguiéndose entre las corrientes total y formal. El
sedevacantismo total afirma que la Iglesia está descabezada a todos los
efectos, que los papas elegidos después de Pío XII son todos usurpadores y
heréticos. La corriente formal, en cambio, liderada por el celebérrimo Guérard
des Lauriers, O.P., defiende la tesis conocida como Cassiciacum (hoy Casciago,
el pueblo en el que se formó San Agustín), según la cual puede decirse que si
bien no hay papa formalmente (formaliter), sí lo hay a efectos prácticos, de
funcionamiento de la Iglesia (materialiter). Esto significa que la elección del
papa fue válida de acuerdo con las leyes de la Iglesia, pero el papa, a pesar
de ello, no tiene autoridad alguna porque sus ideas y acciones son heréticas.
Un gran dilema al que se
enfrentan los sedevacantistas es el de cómo referirse al papa romano en la misa
sin violar por ello el principio “una cum”, que compromete a orar por la
Iglesia, el papa y el obispo correspondiente. Es este un asunto demasiado
complicado y sutil como para intentar resolvérselo a los lectores de CTXT en
unas pocas líneas, pero ya les digo que los sedevancatistas han encontrado una
solución elegante (el lector aplicado puede iniciarse en la polémica leyendo
esta demostración de que un sedevacantista no comete pecado mortal acudiendo a
una misa “una cum”).
Suficiente por el momento sobre
asuntos doctrinales. Volvamos al fundador, monseñor De Rojas. ¿Cómo llegó a ser
nombrado Obispo? Para responder a esta vital pregunta, es preciso dar un rodeo
histórico. Todo comienza con Eisenhower, sí, con Eisenhower. En medio de la
guerra fría, el presidente norteamericano, muy preocupado por el riesgo de una
involución comunista en Vietnam, apoyó el régimen tiránico, vesánico y corrupto
de Ngo Dinh Diem. Como suele ocurrir en estos casos, la situación llegó a
ponerse incómoda para los estadounidenses, así que, tiempo después, el
presidente Kennedy alentó un golpe militar contra el dictador. El ejército
ejecutó a Diem y su hermano Nhu, pero otro de los hermanos, Ngo Dinh Thuc,
obispo de la diócesis de Hué, sobrevivió porque se encontraba en Roma,
participando precisamente en el Concilio Vaticano II. A partir de ese momento,
la vida de Thuc fue novelesca y sufrió numerosos giros.
Ngo Dinh Thuc, obispo de la
diócesis de Hué. / Congregation of Mary Immaculate Queen
Suele presentarse a Thuc como un
tradicionalista, aunque algunos disputan el calificativo y creen que sus
vaivenes doctrinales y sus cambiantes relaciones con el Vaticano muestran que
sus principios tradicionalistas no eran en el fondo tan sólidos. En 1960, Juan
XXIII lo nombró arzobispo y, a pesar de su oposición doctrinal, acabó firmando
los documentos del Concilio Vaticano II, a diferencia de monseñor Lefebvre (los
sedevacantistas prefieren hablar de “conciliábulo”). Vivió un tiempo en Italia
y luego en Francia, en Toulon. En algún momento contactó con él el padre
Maurice Revaz, cura suizo ligado a monseñor Lefebvre, quien, ya en la década de
los setenta, le hizo saber sobre los acontecimientos extraordinarios que
estaban sucediendo en la finca de la Alcaparrosa (Palmar de Troya, Sevilla),
donde en 1968 se le había aparecido la Virgen a cuatro niñas. El padre Revaz,
más concretamente, persuadió a Thuc de la importancia de viajar al Palmar para
conocer a Clemente Domínguez y Manuel Alonso. Clemente había tenido numerosas
visiones y llagas terroríficas (dicen que en una noche llegó a perder 16 litros
de sangre).
Clemente Domínguez, Papa de la
Iglesia Palmariana. / Wikipedia
Thuc viajó a Sevilla a finales de
1975 y quedó impresionado por todo lo que vio. Algunos testigos cuentan que fue
definitiva la aparición de la Virgen en la misa celebrada en la Alcaparrosa el
25 de diciembre de aquel año: la propia Virgen depositó en los brazos de Thuc
al Niño Dios. Unas semanas después, Thuc tomó una decisión trascendental e
irreversible: ordenó obispos a Clemente y a Manuel Alonso. Ambos acabarían
siendo papas de la Iglesia Palmariana que ellos mismos fundaron, Clemente como
papa Gregorio XVII (1978-2005) y Manuel como papa Pedro II, más popularmente
conocido como “papa Manolo” (2005-2011). Los sucesos de la Iglesia Palmariana
son múltiples y todos ellos del mayor interés, pero no puedo relatarlos so pena
de convertir este artículo en un serial. No me resisto, con todo, a darles una
muestra de las cosas extraordinarias que se han vivido en esta Iglesia: sor
Ramonina, la priora, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo.
Manuel Alonso, Papa de la Iglesia
Palmariana. / Wikipedia
Monseñor Thuc llegó a
arrepentirse de haber ordenado a Clemente y Manuel. Pensó que habían abusado de
su ingenuidad y buena fe y trató de reconciliarse con Roma tras ser excomulgado
por Pablo VI. A pesar de esta aproximación al papado, no dejó de consagrar a
otros muchos Obispos cismáticos, varios de ellos fundamentales en la extensión
del sedevacantismo (entre otros, al ya citado Guérard des Lauriers). Se
trasladó a Estados Unidos a principios de los años ochenta, vivió primero en
Nueva York, con ayuda de sedevacantistas a los que él mismo había ordenado, y
luego, ya al final de sus días, se mudó al estado de Misuri, residiendo en un
seminario conciliar vietnamita. Que acabara su carrera abrazando la Iglesia
romana ha sido objeto de varias especulaciones. Algunos han cuestionado sus
facultades mentales y otros han escrito que, en realidad, fue secuestrado y
forzado a alojarse en el seminario conciliar, donde sus captores habrían
acabado con su vida dándole una sobredosis de azúcar (monseñor Thuc, al
parecer, tenía un problema de diabetes). En fin, materia para futuras
investigaciones.
Pablo De Rojas y Monseñor Subirón.
/ Pia Unio Sancti Pauli Apostoli
Pues bien, entre las ordenaciones
obispales realizadas por monseñor Thuc, se encuentra la de S. E. Rvdma. Sr. Dr.
D. Ricardo Subirón Ferrandis. Quédense con este nombre, pues es crucial en esta
historia laberíntica. Desde muy tierna edad, en la capilla de su casa, el niño
Ricardo lideraba el rosario que se celebraba con familiares y conocidos. Tomó
el cuerpo de Cristo con siete años, vestido de marinero. El día antes de la
comunión, le regalaron tres pares de zapatos de charol, pero durante la
ceremonia se descubrió que, extrañamente, iba descalzo. El padre de Ricardo le
preguntó el motivo (“Ricardín, ¿dónde están tus zapatos?”) y el niño respondió
que se los había regalado a un “gitanito”. Sin dudar un momento, el padre le
dio un bofetón, bofetón que, según monseñor de Rojas, “sería símbolo de esa
pesada cruz que ha tenido que llevar y llevará hasta su muerte a causa de los
detractores de Jesús y de María, llegando a sufrir lo inimaginable, estafas,
insultos, quedarse arruinado económicamente por un mal hijo que fue acogido en
el Hogar de los Pobres de San José”.
Pues bien, Ricardo, como muchos
otros sacerdotes, visitó en 1976 el Palmar de Troya “asqueados por el mal trato
que recibían del destructor de la Reserva Espiritual de Occidente, Mons.
Tarancón” (palabras de monseñor De Rojas). El caso es que Clemente ordenó
Obispo a Ricardo Subirón, no obstante lo cual este último siempre ha negado
haber mantenido un trato estrecho con Clemente (no en vano, monseñor Subirón es
un sedevacantista irredento). Según la biografía de monseñor Subirón escrita
por el propio De Rojas, aquel se arrepintió pronto de la consagración que había
recibido en el Palmar.
Aparece aquí el personaje más
misterioso de toda esta historia, una tal Mamá Olga, madrina de Subirón y
benefactora del arzobispo Thuc. Confieso con pesar que no he conseguido
averiguar nada sustancial sobre la tal Mamá Olga. El caso es que, gracias a la
mediación de Mamá Olga, Subirón fue ordenado Obispo de nuevo por Thuc y desde
entonces ha defendido la causa sedevacantista.
Algo similar le sucedió al propio
Pablo de Rojas, quien fue ordenado obispo en 2006 por monseñor Dereck Schell,
él mismo ordenado obispo por Clemente en el Palmar de Troya. Al igual que
monseñor Subirón, monseñor De Rojas también niega cualquier vinculación con la
Iglesia Palmariana. Inquieto por la forma en que consiguió su obispado en
primera instancia, De Rojas contactó con monseñor Subirón y este, por segunda
vez, le consagró obispo.
A monseñor De Rojas le habría
correspondido una vida tan oscura como la de tantos otros sedevacantistas
cismáticos y veterocatólicos, pero, por fortuna, el mediático caso de las
monjas clarisas lo ha catapultado a la fama y, gracias a ello, hemos podido
reconstruir esta historia global y delirante, en la que las carambolas de la
Historia con mayúscula hace que un golpe de Estado en Vietnam acabe con la
fundación de la Iglesia Palmariana en Sevilla, la extensión del movimiento
sedevacantista y unas monjas en estado de rebeldía. Si alguien quiere seguir
siendo hegeliano y creer en la astucia de la razón, allá él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario