DESEMBARRAR DESDE LA PERIFERIA
JUAN
TORTOSA
El
alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida y la presidenta de la Comunidad
de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el acto de entrega de las distinciones
honoríficas de San Isidro, en el Palacio de Cibeles, a 15 de mayo de 2024, en
Madrid (España).- Fernando Sánchez / Europa Press.
La frase es de Antonio Maíllo, recién elegido para pilotar Izquierda Unida: hay que "desembarrar" la atmósfera política, es urgente, y debe hacerse desde la periferia. Hay vida, mucha vida en España más allá de lo que ocurre en Madrid. Lo que se cuece dentro de la M-30 no puede dirigir las vidas de una ciudadanía tan diversa y plural como la que somos.
No es de recibo que la capital del reino, con un alcalde al frente que no desaprovecha ninguna oportunidad de las que encuentra a su paso para alinearse con la intolerancia, nos marque el paso al país entero hasta con el calendario festivo de una ciudad cada vez más anti-resto de España. No solo hay jueces en Madrid, no solo hay tertulianos en Madrid, por mucho que haya las televisiones que se los lleven de gira para analizar elecciones ya se celebren estas en Euskadi o en Catalunya.
No es de recibo
tampoco que la presidenta de esa Comunidad Autónoma marque la agenda política
nacional en buen número de ocasiones ejerciendo la oposición al Gobierno de la
nación como si estuviera sentada en el Congreso de los Diputados. Como no lo es
que se atreva a organizar un triste remedo de revista militar en la fiesta del
dos de mayo. Una Comunidad, por cierto, que fue creada artificialmente en su
día porque, cuando se dibujó el Estado de las autonomías, no sabían qué hacer
con una región que se quedaba aislada y ninguna de las dos Castillas quería
tener nada que ver con ella. Se inventó de la nada y miren por dónde va ya la
linde.
Catalunya acaba de
demostrar que lo que nos venden desde Madrid no tiene nada que ver con la
realidad que se vive en ninguna de sus cuatro provincias. Sus gentes han votado
aquello por lo que algunos partidos autodenominados constitucionalistas decían
querer y ahora esos mismos partidos, colgados de la brocha y sin escalera,
buscan reorientar el mensaje una vez más desde la óptica madrileña, intentando
mantener vivos debates que se han vuelto añejos: el independentismo ya no tiene
mayoría, el procès ha pasado a mejor vida, y aún así Feijóo y Abascal se
resisten a aceptar el nuevo escenario. Contra el procés se vivía mejor.
Por eso lleva razón
Antonio Maíllo: hay que desembarrar esto. Ha llegado el momento en que la
periferia ha de alzar la voz más de lo que hasta ahora lo ha hecho y no
continuar dejándose comer terreno. El encuentro ayer del fascismo global en
Madrid no se habrían atrevido a convocarlo en Euskadi, ni siquiera en
Andalucía, mucho menos en Catalunya, o en Baleares por mucho que allí los
ultras, como en Valencia, Aragón o Castilla León, trabajen a destajo desde las
instituciones para horadar la convivencia.
De Madrid, la única
política que le concierne al resto de España es la política de Estado, dado que
es en la capital donde tienen su sede las principales instituciones. Pero hasta
ahí. Punto. En ese Madrid DF no pintan nada Almeida ni Ayuso, por mucho que nos
los intenten meter a ambos hasta en la sopa. La política de Estado es gestionar
iniciativas como, por ejemplo, el reconocimiento de Palestina o la búsqueda de
soluciones para mejorar la vida a los ciudadanos del Campo de Gibraltar.
Desembarrar la política desde la periferia es, entre otras muchas cosas, eso.
En breve tendremos nuevo gobierno en Euskadi tras la celebración de unas
elecciones impecables; en Catalunya es factible que también se consiga formar
pronto un nuevo ejecutivo, propiciando así la puesta en marcha por fin de
políticas de mejora que llevan largo tiempo durmiendo el sueño de los justos:
sanidad, educación, política hidráulica...
Durante la campaña
electoral catalana, el PP se olvidó de la palabra amnistía y se cuidó muy mucho
de criticar los indultos. En Madrid, en cambio, han convocado una
megamanifestación contra esas mismas medidas el próximo domingo 26. Madrid por
un lado y el resto de España por otro. Imagino que algún día esa olla a presión
dejará de serlo antes de acabar reventando sin remedio. La crispación y el mal
rollo no nos representan. Que Madrid sea el ombligo del mundo, no es el camino.
Estoy con Antonio Maíllo: hay que desembarrar desde la periferia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario