MILEI Y LAS CACERÍAS DE NEGROS
MIQUEL
RAMOS
Migrantes subsaharianos
en el campo de Jebeniana, Túnez. Europa Press.
Han pasado ya
varios días y el acto de la extrema derecha en Vistalegre sigue ocupando las
portadas de los principales medios. El presidente argentino Javier Milei se ha
colado en la política española desde hace tiempo. Tras el dardo del ministro
Puente sugiriendo que este consumía drogas, el argentino respondió con insultos
a Pedro Sánchez, a su mujer y a los colectivos habituales (zurdos, feministas,
migrantes y demás). Minutos en televisión y sus decenas de artículos asegurados
durante días.
Hoy, el ministro de exteriores español anuncia la retirada de la embajada en Buenos Aires, tras varios insultos más de Milei al presidente español llamándolo cobarde y volviendo a mentar a su esposa. Un gesto que, sin embargo, no ha tenido el gobierno español con Israel durante todo este tiempo que lleva cometiendo un genocidio.
La prensa española
y también la argentina debaten sobre quién empezó primero, y reflexionan sobre
la polarización, la falta de elegancia y sobre quién saca más provecho de esto.
La realidad es que ambos contendientes se benefician de ello. Los ultras dan de
comer a su público la carroña que pide: esa supuesta irreverencia, esa
teatralidad histriónica e impertinente que sacude a los ‘políticamente
correctos’. El Gobierno lo usa como espantajo. Milei representa la caricatura
perfecta que espanta a los progres. El maleducado y el fascista.
Al PSOE le viene de
perlas para azuzar el miedo, reivindicarse como la moderación y la sensatez, y
señalar al PP como cómplice y a la vez como rehén de los ultras. Es un win win
para ambos. Para la ultraderecha (Milei le está haciendo a la vez un favor a
Vox) presentándose como la única oposición valiente al gobierno (o para Milei,
al socialismo que representa Sánchez), y para el PSOE para asustar con que viene
el lobo y dar bola a quien le quita más votos al PP.
Parece un debate
sobre las formas, no sobre sus políticas, aunque muchas de las medidas que van
tomando los ultras cuando gobiernan nos escandalicen y sean un ataque a los
derechos humanos y a la clase trabajadora. Nos indigna la censura de obras de
teatro, la reivindicación de la caspa patriótica, del toreo y de la
chabacanería machista y racista de sus representantes. Sin embargo, que nuestro
gobierno participe de la caza del negro en el norte de África lo toleramos con
una espantosa normalidad.
Sí, la cacería de
personas negras. Lo ha destapado la organización PorCausa y lo han documentado
periodistas como María Martin, Lola Hierro o Diego Stacey e investigadores que
llevan años denunciando lo que significa la política de externalización de las
fronteras de la Unión Europea. Ya se expuso cómo en Libia, los grupos armados
que habían tomado el control del país tras el derrocamiento de Gadafi recibían
decenas de millones de euros para que encarcelaran a los migrantes que trataban
de llegar desde allí hasta Europa.
Varios periodistas,
como la irlandesa Sally Hayden, documentaron cómo eran encarceladas,
torturadas, violadas y traficadas. Cómo sus captores extorsionaban a las
familias de los prisioneros, y cómo las autoridades europeas, y hasta la propia
ONU, estaba al tanto de todo esto y seguía financiando a esas mafias. Hayden lo
cuenta todo en su libro 'Cuando lo intenté por cuarta vez, nos ahogamos'
(Capitán Swing), y os aseguro que lo que lees es mucho más indignante que la
verborrea de Milei.
Lucila Rodríguez-Alarcon
detallaba ayer en Público la complicidad de España en las cacerías de migrantes
en Marruecos, Mauritania y Túnez que luego son abandonados en el desierto.
Cacerías por perfil racial: se busca a los negros, principalmente. Migrantes
que son despojados de sus pertenencias, encarcelados y luego abandonados sin
agua y sin comida en el desierto. Personas que son condenadas a muerte entre
las que se encuentran mujeres embarazadas y niños.
Europa lleva años
financiando y entrenando a quienes están llevando a cabo estas prácticas, y en
esta última investigación se demuestra que se usan incluso vehículos
suministrados por España. Y todo esto sucede, como acredita la información
publicada, con el conocimiento y la connivencia de la UE, del gobierno de
España y Frontex.
Hoy, las noticias,
las tertulias y las columnas de opinión siguen dándole vueltas a los gestos de
Milei. A su supuesta locura, sus políticas extremas y su interpretación del
personaje. Es peligroso alguien así en el poder, por supuesto. Pero ni él ni el
resto de los ultras pueden ser la excusa para eximir de responsabilidad a
quienes hoy gobiernan y lanzan alertas de que viene el lobo. No se puede usar
el espantajo de las extremas derechas y el peligro que corren los derechos
humanos y a la vez estar vulnerándolos sistemáticamente a conciencia.
Las políticas
migratorias de la UE son una de tantas miserias del proyecto europeo, y estas
han sido decididas por socialdemócratas y liberales, no por los extremistas de
derechas. Lo mismo que el cierre de filas con Israel, asegurando su impunidad e
incluso comercializando armas para que siga con el genocidio. La verdadera
victoria de las extremas derechas es que las políticas de los demás son cada
vez más indistinguibles de las suyas. Así han ido legitimándose cada vez más,
hasta llegar hoy a ganar elecciones en varios países.
El problema está en
los cimientos, no en la fachada. Está en los hechos, no en los discursos. Por
eso, el problema no es solo Milei y su diarrea verbal. El problema es que otros
usen buenas palabras pero hagan también un daño tremendo a la democracia, a los
derechos humanos y al nombre de sus respectivos países. Y que cuando se
demuestra y se pidan responsabilidades, no tengan intención ni de reconocerlo
ni de cambiarlo.
Milei es un personaje
detestable por su soberbia, por todo el odio que escupe y por todo el dolor que
causa a los argentinos, pero pagar a otros países para que detengan a quienes
pretenden llegar a Europa, los abandonen en el desierto y se mueran de sed no
te permite sacar demasiado pecho.
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