martes, 7 de mayo de 2024

CARTA DESDE ESPAÑA AL EXCELENTÍSIMO SEÑOR JAVIER MILEI

CARTA DESDE ESPAÑA AL EXCELENTÍSIMO 

SEÑOR JAVIER MILEI

El Gobierno está tardando en responder al presidente argentino. Si finalmente se decide a hacerlo, ahí va una propuesta

GERARDO TECÉ

 

Javier Milei. / Luis Grañena

No puedes ganar un duelo a escupitajos contra una llama. Lo intentó un tiktoker que acabó bañado en babas del animal y lo intentó el ministro español Óscar Puente con idéntico resultado. Que el psicópata presidente argentino Javier Milei consuma sustancias tóxicas es una tesis posible que explicaría muchas cosas, pero es una tesis sin demostrar. Por tanto, una difamación. Se metió Óscar Puente en el peligroso terreno del intrusismo laboral y un profesional del sector del bulo y la difamación como Milei le demostró, vía comunicado oficial, quién manda en el corral de las llamas: España es un país al borde de la destrucción, sumido en la pobreza y en el que las mujeres están en riesgo por culpa de los inmigrantes amigos de un Sánchez que ha acabado con la libertad mientras su mujer se ve envuelta en turbios casos de corrupción. Ahí lo llevas, ministro. Si te quedan ganas, vuelve a por más.

 

Lo hablaba semanas atrás con amigos argentinos que andan horrorizados por el disparo en el pie que se ha pegado su país al elegir como presidente a un psicópata ultraderechista, perdón por la redundancia. Podríamos hacer lo mismo que él, me decían, y entrar al fango, pero eso sería jugar en su cancha, como retar a Messi a un uno contra uno al borde del área: es absurdo, acabás muerto sí o sí. Habría hecho bien Óscar Puente en hablar con amigos de la maravillosa Argentina. Habría aprendido el ministro que, frente a un tipo que miente en cinco de cada cuatro datos que aporta –el comunicado oficial es un buen ejemplo–, que deja a los enfermos de cáncer sin medicación, que niega el cambio climático, la represión de la dictadura de Videla o la desigualdad que sufren las mujeres, la lucha de difamaciones no sirve. A los mentirosos maleducados solo se les puede hablar desde los datos reales y la educación. Por eso, el Gobierno de España está tardando en responderle al psicópata de Milei. Si finalmente se decide a hacerlo, ahí va una propuesta.

 

Excelentísimo Señor Presidente de la Nación Argentina,

 

Tal y como usted dice, el socialismo está destrozando España, pero reconozca que la está destrozando de una manera de lo más curiosa. Hoy celebramos el mayor dato de empleo de la historia y el crecimiento de nuestra economía nos sitúa por encima de la media europea. Mientras, en el paraíso de la libertad que usted dirige, la ya fuerte recesión irá a más gracias a sus políticas, según anuncian todas las consultoras económicas internacionales, nada sospechosas de ser socialistas. Es cierto que la inflación en España no es buena. Pero también lo es que nuestro 2,4% no es el 288% de la Argentina a la que usted está salvando de la miseria. Ya, claro, ese dato es culpa de la herencia socialista recibida. Por supuesto, Excelentísimo Señor. El problema es que la horrible herencia estaba en el 160% y la libertad –carajo– lleva camino de doblar ese dato que pasó de ser malo a ser trágico.

 

Sería conveniente pedirle, Excelentísimo gran gestor de la Argentina, que les explicase a sus ciudadanos, esos a los que les recorta hasta el aire que respiran con su mítica motosierra, cómo se ganan la vida aquí en España sus amigos y defensores. Esos que, como usted ha hecho en aquel lado del Atlántico, deben traernos aquí la libertad y sacarnos de la miseria. ¿Les ha contado su Excelencia a los pibes argentinos que el Abascal con el que se hace fotos cariñosísimas, su hermano gemelo español –con pelo menos fantasioso, eso sí– lleva 25 años cobrando sueldos públicos? ¿Les ha contado a los pibes aquella anécdota en la que Abascal llegó a cobrar 80.000 euros al año –75.705.514 de pesos argentinos– sin trabajar? Es divertido. Se van a reír. Resulta que presidió durante un tiempo una institución pública sin más actividad que pagar su propio salario. Y eso no es nada comparado con los 11 millones de euros –10.409.508.219 de pesos argentinos– que tiene hoy en la cuenta bancaria de una fundación política a su nombre. Si eso no es libertad, que Milton Friedman levante la cabeza y lo niegue. ¿Ve? No lo ha hecho. Seguro que les habrá contado todo esto porque usted es un tipo sincero que dice las verdades a la cara.

 

Igual que también les habrá contado a sus compatriotas que una de las más entusiastas defensoras de la libertad en España y de usted por estas tierras, la presidenta madrileña Díaz Ayuso, no usa motosierra, sino una regadera. Con ella mantiene siempre húmedo y enriquecido un ecosistema de medios de comunicación expertos en difundir bulos y que reciben cada año cientos de miles de euros de dinero público para hacer lo que mejor saben: inventar mentiras como las que usted, Excelentísimo Señor, replica en su carta oficial. ¿Qué pensarán los argentinos que sufren sus recortes de que sus amigos españoles, amantes como usted de la libertad y enemigos del gasto público, hayan llenado los bolsillos de sus familiares, amigos y parejas? Eso sí. Le pido que no les diga la cifra de lo que se han embolsado, porque, en medio de los recortes en sanidad, educación o transporte, podrían cabrearse. Lo mismo hasta algún compatriota argentino emigrado a Madrid la acabaría pagando con el pobre Maserati del novio de Ayuso, que no tiene culpa de nada. El Maserati, digo.

 

En realidad, Excelentísimo Señor Milei, las mujeres en España no están en peligro y viven hoy mejor que las mujeres argentinas a las que usted amenaza con su proyecto para penalizar un derecho humano como el aborto. ¿Dónde ha quedado la libertad, carajo? No me lo diga que se lo adivino: libertad para usted, como para sus amiguitos españoles, es ese ejercicio consistente en retorcer la realidad a su gusto, siempre y cuando sus estupideces, bulos y manipulaciones, las paguen quienes menos tienen. Atentamente, un español que, al contrario que sus amiguitos ultraderechistas, no señala a los extranjeros –muchos de ellos argentinos– como potenciales delincuentes. ¿También les ha contado eso por allá?

 

 

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