ESTÁ TAN CONFUSA QUE SE HIRIÓ A SÍ MISMA
JONATHAN
MARTÍNEZ
Isabel Díaz Ayuso. EUROPA PRESS/Diego
Radamés
No soy experto en videojuegos, pero sé que un pokémon confuso corre el riesgo de perder la orientación y terminar hiriéndose a sí mismo. También sé que la frase se ha incorporado a la cultura popular en forma de meme y estribillo digital, y no faltan ocasiones para señalar la paradoja, el karma, el bumerán que regresa con efectos retardados pero a una velocidad impepinable. "Está tan confuso que se hirió a sí mismo". La prensa anglosajona abusa de una expresión equivalente: to shoot yourself in the foot, lo que viene a ser pegarse un tiro en el pie, una elocuente traducción castellana que Froilán llevó a la estricta práctica a los trece años cuando jugueteaba con una escopeta en una finca familiar de Soria.
Estos días, entre
titulares de fraudes y corrupciones, la expresión ha vuelto a cobrar plena
vigencia. Lo sorprendente no es que Alberto González, compañero de Díaz Ayuso,
se haya embolsado dos millones de euros en comisiones por la venta de
mascarillas. Y digo que no es sorprendente porque el historial cleptómano del
Partido Popular y sus aledaños se extiende en una larga telaraña de intrigas,
tráfico de influencias, falsedad documental, blanqueo de capitales o
apropiación indebida. Ahí están los ecos de la Gürtel, Palma Arena, Fabra, las
tarjetas B y un etcétera kilométrico. Detectar un corrupto en Génova es tan
previsible como encontrarse con un mariachi en una cantina mexicana.
Lo sorprendente,
sin embargo, es que las indagaciones contra Alberto González no responden a una
iniciativa original de la Fiscalía sino que tienen un precedente en una
denuncia presentada por el PP en marzo de 2022. Eran tiempos de guerra civil
entre familias populares. Apenas unas semanas antes, Pablo Casado se había
plantado en el programa de Carlos Herrera para poner tibio al hermanísimo de
Ayuso por llevárselo crudo en plena pandemia. La cabeza de Casado rodó por los
pasillo de Génova pero la Comunidad de Madrid tuvo que admitir el apaño. En
efecto, Tomás Díaz Ayuso se había metido a la saca 283.000 euros de una empresa
bendecida por un contrato digital. Es decir, un contrato a dedo.
Como el asunto olía
a chamusquina y la oposición se estaba poniendo las botas, el PP de Madrid
pensó que la mejor defensa era un ataque contundente. Y allí que se fue Ayuso
al pleno de la Asamblea para proclamar el contragolpe: "Vamos a investigar
a todos". Total, que el portavoz popular Alfonso Serrano se hizo
fotografiar en las puertas de la Fiscalía Anticorrupción con un bombazo, un
escándalo de los gordos, siete empresas de incontestables vínculos socialistas
implicadas en la bicoca sin fin del material sanitario. La prensa de confianza
puso el broche a la hazaña: "Ayuso denuncia ante la Fiscalía al Gobierno
de Sánchez por varios contratos realizados durante la pandemia".
Pero hoy hemos
venido a hablar de tiros en el pie y de pokémones que se hieren a sí mismos. Y
resulta que una de las firmas denunciadas por Ayuso había pagado dos millonazos
en comisiones a Alberto González. ¿Qué decía La Razón sobre FCS Select antes de
que estallara el escándalo? Que era una sociedad fantasma dedicada al mundillo
de las bebidas espirituosas. Que durante la pandemia dio el campanazo y se
convirtió en nuestro gran proveedor de mascarillas. Que sin duda debían de ser
amigos de Salvador Illa. ¿Y qué decía el PP? Que FCS Select "recibió
adjudicaciones por un valor 275 veces superior a su facturación y 84.800 veces
superior a su capital social". Que eran muy cucos, vaya.
¿Pero esto es todo?
¿Terminan en este punto los disparos en el pie, los pokémones confusos, los
bumeranes que retornan? No tan rápido. En marzo de 2022, en aquel marzo de
guerra fratricida entre ayusistas y casadistas, el abogado Esteban Gómez Rovira
acudió al Juzgado de Instrucción número 19 de Madrid para zumbar a Pablo Casado
y Teodoro García Egea por un supuesto delito de revelación de secretos. ¿De
dónde demonios habían obtenido las informaciones fiscales de Tomás Díaz Ayuso?
¿Por qué se habían permitido el lujo de airearlas en antena y dejar con el culo
al aire las redes nepotistas de la insigne presidenta?
Volaron los días,
Casado pasó a mejor vida y la jueza Inmaculada Iglesias reprobó la denuncia de
Gómez Rovira por estar fundada en "meras sospechas o hipótesis".
Ahora Iglesias tendrá que examinar la denuncia de la Fiscalía contra Alberto
González por indicios de delito fiscal y falsedad documental. El mismo juzgado
investiga también la muerte de tres mujeres en el incendio de una residencia de
Aravaca. En estos momentos es fácil imaginarse a Pablo Casado acariciando un
gato en la sombra de su destierro y cruzando los dedos para que se cumplan los
principios elementales de la justicia poética. Que alguien, por favor, le ponga
un micrófono en la boca.
Hay quien dice que
Ayuso no puede perder el trono porque tiene untada a subvenciones a toda la
fachosfera. En honor a la verdad, esta hipótesis tiene algo de realista y basta
recordar los titulares de fuego amigo contra Casado en las cabeceras
conservadoras. ¿Pero qué ocurrió con Cristina Cifuentes? Allá por 2015, en una
tertulia de Intereconomía, Eduardo Inda la llenaba de flores y la calificaba como
una "persona honrada" frente al "multimillonario Ignacio
González". Tres años después, OK Diario forzaba su dimisión con un vídeo
cloaquero de un hurto en un Eroski de Puente de Vallecas.
Ayuso no es una
pieza imprescindible de la derecha patria sino un resorte más dentro de un
mecanismo reticulado y complejo, una maraña de poderes e intereses que opera en
la capital de España y que no implica solo a las instancias políticas sino
también a los dominios empresariales, los focos mediáticos, las policías o los
tribunales. El que anda listo y se comporta puede pagar a tocateja un Maserati
y forrarse el riñón con los amiguetes de la Consejería. El que se mueve no sale
en la foto porque aquí lo único que cuenta es desvalijar los intereses
públicos, trincar dinero a mansalva y medrar a golpe de pelotazos. Pero cuidado
con el negocio de la construcción. Uno nunca sabe cuándo va a terminar cavando
su propia tumba.
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