PARTIDO CONTRA EL RACISMO
(QUE SUFRE VINÍCIUS)
En la grada
aplaudieron y disfrutaron de un 3-3 algunos que mañana insultarán llamando
negro, moro o gitano a quien se les ponga por delante siempre que no sea
flamante delantero del Real Madrid
GERARDO
TECÉ
Vinicius dando un empellón a
Laporte, en el partido de homenaje
del martes 26, en el
Bernabéu.
70 años después de que Rosa Parks se negase a abandonar su asiento en el autobús y con el recuerdo aún reciente de aquella semifinal de Champions en la que los futbolistas del Real Madrid observaban impasibles cómo sus compañeros del Manchester City se quedaban solos clavando sus rodillas en un Bernabéu que silbaba el gesto antirracista, el coliseo blanco se vistió de gala para celebrar un gran evento contra el racismo. El bolo, un amistoso España-Brasil, era herencia de un Luis Rubiales que, por aquel entonces en el cargo, sin picos y sin causas penales pendientes, supo leer a la perfección que al racismo se le combate “celebrando un partido top” que generase ingresos para la RFEF cuyas cuentas son ahora investigadas.
Si hay que ponerle
una pega a esta iniciativa irreprochable en lo social, quizá sea el título
elegido: partido contra el racismo. Porque lo de ayer era algo mucho más
específico. Era un partido contra el racismo que sufre el delantero del Real
Madrid Vinícius. No hubiera pasado nada por ponerlo tal cual en la entrada y
así evitar confusiones. Como la de aquel tipo que, a las puertas del estadio,
se preguntaba si por los videomarcadores aparecería en forma de homenaje y
reparación la cara de Wilfred, el portero nigeriano del Rayo Vallecano que en
ese mismo estadio tuvo que escuchar a la grada corear “negro, cabrón, recoge el
algodón”. O la del madridista Freddy Rincón, cuyo nombre aparecía frecuentemente
rodeado por una diana en las paredes del Bernabéu junto a la palabra sudaka por
gentileza de los Ultras Sur. Esos Ultras Sur con los que los compañeros de
Freddy se fotografiaban amigablemente y a cuyo líder, Ochaíta, Florentino Pérez
reconvirtió en encargado de la blanqueada grada de animación. Luchar contra el
racismo, como luchar contra cualquier tipo de discriminación, es más complicado
que celebrar “un partido top”. Luchar contra el racismo conlleva un proceso de
revisión incómodo, molesto y doloroso. Por eso ni Wilfred ni Fredy aparecieron
en el videomarcador y por eso los periodistas de la órbita florentina que hace
sólo dos años criticaban al City porque clavar la rodilla en homenaje al
asesinado George Floyd era mezclar política y deporte, fueron los narradores de
este partido de desagravio.
Que Vinícius sufre
racismo en los estadios de fútbol es tan evidente como que quienes recurren al
color de su piel para insultarlo son unos racistas de mierda que seguirán
apestando por mucho que disimulen su olor tras el cutre argumento de que el
tipo es un chulo que va provocando. Vinícius tiene todo el derecho a ser el
chulo provocador que decida ser sin que el color de su piel juegue ningún papel
en esa historia. Además de ese derecho, Vinícius podría decidir autoimponerse
ciertos deberes básicos en esta lucha contra el racismo que dio título a la
cita televisada. Podría, el delantero brasileño, haber aprovechado los focos y
cámaras de Netflix para explicar que si lo suyo es jodido más lo es el racismo
que sufren los negros que caminan por las calles de Madrid, que son
continuamente detenidos e identificados por la misma policía que en ese momento
se encargaba de la seguridad del estadio. Eso, tan incómodo y necesario, sería
antirracismo. Podría haber dicho que él no saldría más al césped si al palco de
su estadio seguían siendo invitados líderes de ultraderecha como Santiago
Abascal, entregado a la política de llamar delincuente al negro pobre. Eso, tan
polémico y necesario, sería antirracismo. Vinícius, que no unió su rodilla a la
de sus compañeros del Manchester City, podría haber aprovechado el evento
mundial para explicar que no hay lucha social sin conflicto, que no hay
discriminación que se solucione con homenajes personales, ni es el más
indefenso aquel por quien se apagan las luces del Cristo Redentor de Río, sino
el mantero con una mano delante y otra detrás, pero nada de esto pasó en el
partido contra el racismo que sufre Vinícius. En la grada aplaudieron y
disfrutaron de un 3-3 algunos que ayer insultaron y mañana insultarán llamando
negro, moro o gitano a quien se les ponga por delante siempre que no sea
flamante delantero del Real Madrid. Y lo cierto es que no podremos señalarles
la incoherencia, porque ellos a lo que acudieron fue a apoyar a Vini. Lo cual,
a las personas horribles y malpensadas como yo, nos deja la enorme duda de si
todo esto no será un postureo monetizable que nada tiene que ver con la lucha
contra el racismo.
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