EUROPA Y LA GUERRA ‘INEVITABLE’
"En la
actual competición estratégica entre EEUU y China, la UE tiene un papel
accesorio supeditado a lo que EEUU decida", escribe Arantxa Tirado
ARANTXA
TIRADO
La ministra de Defensa
Margarita Robles en una foto de archivo. MINISTERIO DE DEFENSA / Licencia CC
BY-NC-ND 2.0 DEED
El vídeo de un militar español cantando apasionadamente en un acto oficial delante de la ministra de Defensa, Margarita Robles, ha corrido por las redes sociales estos días generando numerosas reacciones. La anécdota puede resultar graciosa pero su difusión se ha producido un día después de la entrevista de la ministra en La Vanguardia en la que esta declaraba que la amenaza de una guerra en Europa es “total y absoluta” y que “en España no somos suficientemente conscientes (…) de los riesgos que corremos”. Unas declaraciones que causan de todo menos risa. Que hablemos más de un vídeo estrambótico que de los tambores de guerra de la ministra debería hacernos reflexionar sobre cómo vivimos en una época de distracción con lo superficial mientras lo relevante pasa ante nuestros ojos con igual liviandad.
Estamos en tiempos
de gravedad extrema. El Doomsday Clock o Reloj del Apocalipsis, creado en 1947
por los miembros del Boletín de Científicos Atómicos para medir el riesgo de
conflagración nuclear durante la Guerra Fría, estableció en enero pasado que
nos encontramos a 90 segundos de la medianoche, es decir, de la aniquilación
atómica. Por tanto, tiene razón Robles cuando afirma que no somos
“suficientemente conscientes de los riesgos que corremos”. El problema es que
sus palabras, responsabilizando exclusivamente a la Federación de Rusia de esta
situación, obvian la responsabilidad que líderes como ella tienen también a la
hora de frenar una escalada bélica que puede ser catastrófica y no sólo por el
riesgo de una destrucción mutua asegurada.
Desde las
instituciones europeas, desde los gobiernos nacionales y desde sus medios de
comunicación hegemónicos se está preparando a la población para acatar una
guerra en el territorio de la Unión Europea (UE) que se presenta como
prácticamente inevitable. Ya en el inicio de la guerra en Ucrania, pero sobre
todo en las últimas semanas, asistimos a una sucesión de declaraciones públicas
de líderes europeos que predisponen a la población de Europa para un eventual
-y probable, según sus afirmaciones- incursión rusa en territorio de la UE que
llevaría a la movilización de recursos y ciudadanos. Se trata de una amenaza
que planea en muchos de los análisis, como una posibilidad indefectible, aunque
suene más bien a excusa para justificar el belicismo adoptado por la clase
dirigente europea.
Poco importa que el
padre de la doctrina de contención contra la URSS, George Kennan, reflexionara
años después sobre los equívocos en los que incurrió EEUU en tiempos de la
Guerra Fría, al atribuir a los líderes soviéticos objetivos e intenciones que
no tenían, provocando hostilidades que fueron profecías autocumplidas. Europa
no quiere aprender de los errores del pasado y ya ha escrito su guion para
justificar su posicionamiento en esta disputa hegemónica por definir el orden
del presente y del futuro en el sistema internacional del lado del bloque
liderado por EEUU.
Si los primeros
meses de la guerra abierta entre la Federación de Rusia y Ucrania demostraron
la poca voluntad de las autoridades de la UE por promover vías efectivas de
negociación y pacificación, pasados dos años es todavía más evidente la apuesta
de Europa por la guerra. Además de los numerosos paquetes de sanciones que la
UE ha decidido aplicar a Rusia en represalia por su invasión de territorio
ucraniano, la Unión activó también -en lógica orwelliana- el Fondo Europeo de
Apoyo a la Paz para la compra de material bélico ofensivo con el que ayudar a
las autoridades de Kiev. A principios de marzo, la comisaria europea Ursula von
der Leyen presentó una propuesta legislativa para un Programa Europeo de la
Industria de Defensa. Esta iniciativa se da en un contexto en que la Alemania
de Scholz ha apostado por aumentar el gasto militar, una decisión sensible en
el país que retrotrae a otros momentos históricos de funesto recuerdo, mientras
que la Francia de Macron ha dejado atrás su defensa de la autonomía estratégica
de la UE para insinuar la posibilidad de un mayor involucramiento en la
protección de los intereses de la OTAN enviando tropas terrestres a Ucrania.
La nueva Estrategia
Industrial Europea de Defensa, dotada de 1.500 millones de euros para el
período 2025-2027, se presenta como un plan a largo plazo, muestra de la
soberanía de Europa, que hará a los países de la UE menos dependientes de la
voluntad de EEUU y de su industria armamentística. Se justifica, además,
avanzando escenarios ante una posible victoria de Donald Trump en las
presidenciales de noviembre que supondría un debilitamiento de la OTAN por la
renuencia de la parte estadounidense a financiar la defensa europea. Sin
embargo, cualquier persona con un mínimo conocimiento de la política internacional
sabe que, en la actual competición estratégica entre EEUU y China por la
hegemonía mundial, que es el marco global en el que se inserta cualquier
conflicto, la UE tiene un papel accesorio, como actor supeditado a lo que EEUU
decida que es conveniente para el bloque occidental. Europa quizás será
autónoma pagando de sus presupuestos su propia defensa, pero sólo se defenderá
si EEUU considera que debe hacerlo.
Ni qué decir tiene
que esta militarización, y la posición subordinada de Europa respecto a EEUU,
es suicida en términos geopolíticos, pero también económicos. En el nuevo
reparto del poder mundial que se está dirimiendo ahora mismo, y que se
agudizará por vía de la guerra en los años por venir, Europa ha decidido atarse
de pies y manos a un aliado declinante que, además, le ha exigido sacrificar
sus intereses económicos en aras de la proyección de los estadounidenses. Así
lo demuestra el elocuente caso del Nord Stream 2 y la renuncia a comprar el gas
ruso, más económico, para evitar la supuesta dependencia energética de Moscú,
un objetivo que beneficia sin duda a EEUU. Por tanto, el aumento de las
inversiones en la industria armamentística y de defensa parece, más que un
ejercicio de autonomía estratégica, un intento de reactivar a un capitalismo en
crisis.
Cuando las
generaciones del futuro analicen nuestro momento presente, quizás les sorprenda
comprobar cómo la guerra se pudo normalizar en una sociedad que tenía la
perspectiva histórica suficiente y la constatación en tiempo real necesaria
para saber que una conflagración bélica no se inicia por nobles ideales. Como
en el siglo pasado, hoy también se presenta como inevitable la opción bélica
por parte de una clase dominante que pugna por recursos, mercados y territorios
con otras clases dominantes, pero que reviste su disputa de discursos épicos de
salvación de los valores nacionales o democráticos.
Sin embargo, la
vinculación indisociable entre el capitalismo y la guerra, su activación por el
choque de intereses económicos entre las distintas burguesías nacionales y el
hecho de que quienes se benefician de las guerras no sean los mismos que mueren
en el campo de batalla, deberían ser elementos suficientes para que este
escenario fuera rechazado de plano por los trabajadores del mundo. Pero, salvo contadas
excepciones, pocas voces en la izquierda occidental se alzan para denunciar con
la suficiente contundencia el callejón sin salida al que nos están abocando
unos dirigentes políticos al servicio de la industria armamentística y el
capital internacional.
Cada día es más
perentorio que la izquierda europea que quiera llevar tal nombre se posicione
claramente en contra de esta escalada bélica que, de no detenerse, supondrá el
sacrificio de millones de seres humanos para salvar el “orden internacional basado
en normas”. Un término que no deja de ser un eufemismo a escala internacional
de un orden democrático liberal asociado a la hegemonía estadounidense y a un
modelo de producción capitalista que ya ha demostrado lo unilateral e
incongruente de sus normas, además de sus límites e incompatibilidades con la
vida humana y la del propio planeta. En el Sur Global, a fuerza de sufrirlo,
muchas poblaciones lo tienen bastante claro: quizás es hora de que en Europa
empecemos a abrir los ojos antes de que las bombas caigan también sobre
nuestras cabezas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario