POLÍTICA DESESPERADA Y POLÍTICOS
DESESPERADOS
JUAN
CARLOS MONEDERO
El líder de Vox, Santiago Abascal, interviene durante una sesión de
control al Gobierno, a 13 de marzo de 2024, en Madrid
Decía Mao que si no hay claridad en la ideología, no hay claridad en la organización. Parafraseando al dirigente chino, podríamos decir que, si no hay claridad en el proyecto de país, no hay claridad en la vida política. La política española está a un tris de lograr que, otra vez, la ciudadanía la mande a paseo. Ni siquiera las carcajadas de Pedro Sánchez en la cara de Feijóo son señales claras de ganador. El riesgo es que esa pelea solo interese a los que están en el ajo de la política, esto es, a periodistas y políticos.
Se dice que dos no se pelean si uno no quiere. Aunque no sé si este dicho también es mentira. El PP anda nervioso desde que vio que, otra vez, se le escapaba el gobierno de las manos. Es lo que tiene creerse dueños del cortijo. No debemos dejar de recordar el comunicado oficial que leyó en 1973 el entonces Vicepresidente Torcuato Fernández Miranda, a raíz de la ejecución de Carrero Blanco por ETA: «Hemos olvidado la Guerra Civil, pero no olvidamos ni olvidaremos la victoria». La derecha española, cada vez que se acuerdan de la victoria, no entienden cómo pueden estar fuera del gobierno.
El PSOE debiera
gozar de mayor sosiego. Pero nada de nada. Ha terminado cayendo también en la
cacofonía. Tanto, que han creído que la mejor manera para que reboten los
dardos del PP es elegir un ariete que, después de Ábalos, debe de ser la
persona a la que menos le molesta en el PSOE mentarle la madre a quien sea
menester. Nombrar a Óscar Puente como azote de herejes es un salto cualitativo
que ni en los mejores tiempos de Alfonso Guerra. Como Óscar Puente no es un
cancerbero del socialismo sino del Partido Socialista, la venganza está más
encarnada. Porque no se trata de defender tanto principios como el castillo.
Por eso es un buen aviso a los navegantes ebrios de impunidad del PP y de Vox
-o ebrios a secas-, sabiendo que, si se salen del tiesto, la probabilidad de
que reciban una revolcada sin mayores envoltorios es muy alta. Tan es así que
Sumar ha anunciado que va a subir más el tono, después de haber concentrado su
distancia con Podemos precisamente en lo que llamaban "ruido". El
"ruido" de Podemos eran discusiones dentro del gobierno, siempre
sobre la base de políticas progresistas que el PSOE era remiso a aceptar. Los
bofetones con guante de hierro del Ministro de Transportes -que hacen de aquel
ruido susurros de enamorados- siempre forman parte de ajustes de cuentas entre
las dos patas del bipartidismo, a mayor disfrute de los militantes de ambos
partidos pero que quedan lejos de los intereses de la ciudadanía. No molestaba
el "ruido" de Podemos. Molestaba que el ruido ensanchaba la política
hacia la izquierda.
El PP parece haber
entendido que si Sánchez le recuerda las fotos de Feijóo con el narco Marcial
Dorado, ellos tienen derecho a propalar sospechas sobre la mujer del presidente
del Gobierno, aunque no tengan pruebas que sostengan su amenaza. Al PP se le da
de miedo sembrar mierda. ¿No llevan décadas haciendo eso sus periodistas
favoritos? Pero tanta mierda termina dejando mal olor en las moquetas de las
instituciones.
La polarización
política sin polarización social solo sirve a la derecha, que va minando la
credibilidad en la política, sabedora de que a quien más le afecta siempre la
desmovilización es a la izquierda. Por eso no van a parar. El problema es que
los principales actores políticos están dando claras señales de desesperación.
Y la trifulca política es un espejo de esa desesperación.
Pedro Sánchez no es
un hombre de ideas, no tiene lecturas ni maestros para tener un proyecto de
España propio y vivió el PSOE como una institución desde la que hacer un
proyecto político profesional. La crisis que sufrió el PSOE con el 15M
desbarató su estructura interna -que estaba carcomida- y lo sumió en una
montaña rusa en donde cualquier cosa era posible. Por un lado, el viejo PSOE;
por otro, la improvisación. (Por eso Sánchez pudo ir a quejarse con Évole de la
conspiración contra él de los poderosos y luego darle exclusivas a Ferreras).
Sánchez es rehén en
exclusiva de su baraka, esto es, de su suerte, que le permite hacer jugadas
imprevisibles que descolocan a sus adversarios. Movimientos que le otorgarían
el adjetivo de "loco" en el caso de fracaso, pero le entregan el
marchamo de "brillante" mientras la fortuna le ha venido acompañando.
¿Se le ha acabado a
Sánchez la baraka? El adelanto de las elecciones en Cataluña y el fracaso, por
vez primera tras tres presupuestos, de las cuentas que iban a aprobarse este
año, pueden ser señales en esa dirección. El informe de la Comisión de Venecia
y la aprobación de la amnistía podría ser una señal en la dirección contraria,
pero la imagen de chantaje que le acompaña y la insistencia de Junts de
decirnos que no han aprendido nada, dan alas a las críticas a este perdón
político que necesitaría menos desesperación política para ser virtuoso. Que la
cuenta en X de Mr. Handsome, que expresaba un supuesto glamour surgido de la
sociedad civil, sea una cuenta llevada por alguien contratado por el PSOE,
alimenta igualmente, desde la anécdota, esa sensación de fin de fiesta. En el
PSOE hay mucha gente esperando a Sánchez en la bajadita. No deja, ni mucho
menos, un partido ordenado y pacificado.
Feijóo lo tiene aún
peor. Lo que desgasta no es el poder, sino no tenerlo. El escándalo del novio
de Ayuso -que ha devuelto a Pablo Casado una mirada más amable que la que le
brindaron cuando fue defenestrado- le da a Feijóo más respiro que la victoria
en Galicia. Porque si bien una derrota en su feudo hubiera significado
prácticamente su salida, la victoria no era un salvoconducto. Con el escándalo
del novio ATS millonario de Ayuso, no solo enriquecido durante la pandemia con
una comisión de 2 millones de euros vendiendo mascarillas, sino imputado por
usar decenas de empresas falsas para crear facturas por trabajos no realizados
y defraudar presuntamente a hacienda, se completa un círculo donde están
también el padre de Ayuso, su madre, su hermano y su antiguo novio, todos
envueltos en tejemanejes económicos ilegítimos y ya se verá si ilegales. Otros
que están en política para forrarse. La gente que vota a Ayuso ¿lo hará porque
en su caso obrarían de la misma manera?
Vox pierde
constantemente votos a favor del PP -aunque el bloque de la derecha no varía- y
por eso Santiago Abascal, que no ha trabajado en su vida, anda manejando su partido
con el látigo, no vaya a ser que a su edad le pase como al príncipe Carlos y
tenga que empezar a dar el callo ya talludito. La desesperación de Vox está en
que si los medios de comunicación le quitan el apoyo, se disuelven como un
azucarillo en un carajillo español.
Yolanda Díaz
protagonizó estos días una imagen equívoca, permaneciendo sentada en su escaño
de la bancada azul, con gesto contrariado, mientras los demás miembros del
gobierno celebraban exultantes. El revés en su feudo gallego, donde no sacó
representación, la falta de control sobre los Comunes -que han obligado al
adelanto electoral en Cataluña-, la salida de Podemos al grupo mixto - que ha
enfadado a Sánchez con Sumar- y el más que previsible mal resultado del partido
de Díaz en las elecciones en el País Vasco son realidades que llevan a la
desesperación a la líder de una fuerza política que, a día de hoy, solo ha
servido para devolverle a Íñigo Errejón -con un único escaño- la portavocía que
perdió cuando abandonó la fuerza morada. Dentro de Sumar, también hay
desesperación en Izquierda Unida y, dentro de Izquierda Unida, en el PCE, que
ha visto cómo sus juventudes se marchan, cómo una federación tan importante
como Madrid se aleja de la dirección y que está sujeta a un proceso interno
tensionado y de enorme confrontación. Todo en un contexto donde las bases de IU
y del PCE no entienden la falta de propuestas en Sumar diferentes a las del
PSOE.
Podemos, tras sus
muchas cuitas, sigue jugándoselo todo a las europeas y a la figura de Irene
Montero. Su paso al grupo mixto le ha devuelto una visibilidad que no tenían.
Además, los errores de Sumar -políticos y estéticos- han devuelto a Podemos
parte de su razón de ser, aunque el espacio sigue sumido en el pasado, el
desencuentro y el enfado. Las europeas no van a disipar la desesperación. Un
escaño en la eurocámara no puede compensar la pérdida de cinco millones de
votos ni regresar el papel esencial que ha desempeñado Podemos en los últimos
diez años. Y no será porque no es urgente que ese espacio se recupere.
Anda desesperado el
PNV por no perder su condición hegemónica, mientras que Bildu es de las pocas
fuerzas que tiene la desesperación bajo control, al menos hasta que lleguen las
elecciones y tenga que volver a satisfacer a sus sectores independentistas más
duros. La desesperación de ERC es Junts y la desesperación de Junts es ERC. Y
ambos saben que el procés es agua pasada y la sobrerrepresentación a la que se
obligan mutuamente es bastante probable que solo sirva a otras fuerzas
políticas. En conclusión, no hay muchos líderes políticos ahora mismo en España
que estén sosegados. Y lo están por una mala situación que les amenaza
personalmente, no por asuntos vinculados a la marcha del país. Como ejemplo
máximo de esto, pensemos que Sánchez podía estar en contra de la amnistía (como
dijo tantas veces), y Feijóo, a favor (como le dijo a Junts cuando se reunió
con ellos). ¿Quién puede enamorarse de esta manera de hacer política? Al final,
la firmeza ideológica solo parece mantenerla Podemos, aunque parece evidente
que eso no basta. Como venimos diciendo, hasta las elecciones europeas no habrá
verdaderos movimientos. La corrupción en el PSOE y en el PP debiera servir para
volver a levantar la bandera de la regeneración, alimentada por el contraste
entre quien no puede pagar un alquiler y el dueño de Mercadona, y afianzada por
la indignación que produce la situación internacional. A los jóvenes ya les va
tocando montar su 15M. Y que se desesperen de verdad los que malbaratan la
desesperación.
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