MILEI Y EL CLUB DE APLAUDIDORES
Coautor del
libro "Fútbol y política", exfutbolista y DT, exiliado durante la
última dictadura militar en Argentina, en esta columna Cappa apunta contra los
aplaudidores de Milei. También llama a no perder el optimismo y a organizar la
resistencia.
ÁNGEL
CAPPA
“En mi país, que tristeza, la pobreza y el rencor”.
Alfredo Zitarrosa.
Reconozco que no es
fácil pertenecer al club de los aplaudidores de Milei. Es que el presidente,
creyéndose algo así como un emperador del subdesarrollo, no solo arrasa con
todo: trabajadores, bienes comunes, sueldos, jubilaciones, en una gigantesca
transferencia de dinero hacia las élites dominantes, sino que además atropella,
insulta, agrede verbalmente a quien o quienes se atreven a objetar sus delirios
de poder.
No importa que sean gobernadores, legisladores, cantantes, actores, maestras jubiladas, opositores políticos, manifestantes, feministas o la misma Constitución si viene al caso.
Él se monta en su
twitter beligerante, cual si fuera Othar, el caballo de Atila y como si él
mismo fuera Atila y a donde apunta desaparece la democracia.
Haga lo que haga y
diga lo que diga, la hinchada de aplaudidores sale a la cancha a festejar,
justificar y celebrar las rabietas infantiles, las decisiones caprichosas y
antidemocráticas del subjefe, porque según dicen, su hermana es realmente el
jefe y no la jefa que eso es de comunistas.
Resulta que, con
frecuencia, el hombre se contradice –ejemplos: el Papa y su auto-aumento de
sueldo- y entonces los aplaudidores se ven en la necesidad de desaplaudir lo
aplaudido. Otro caso, el anunciado aumento de las dietas de los legisladores.
Espert, sin ir más lejos, lo justificó por la mañana y lo desaplaudió por la
tarde con la misma cara de cemento y desprecio que pone en estos casos.
Claro que Espert es
un experto en eso de afirmar algo y lo contrario como si tal cosa y tal vez no
sea el mejor ejemplo. No se olviden que dijo que Milei no es un liberal, sino
un populista y calificó de poco seria la intención de dolarizar la economía,
cosa que ahora le parece bien.
Como todas la
hinchadas, esta de aplaudidores de Milei, tiene un núcleo duro: Manuel Adorni.
El vocero del
gobierno, es el primero que tira la piedra sin esconder las manos aplaudidoras
y en las conferencias de prensa saca el libro de los elogios para cualquier
barrabasada gubernamental y especialmente si tiene origen en el presidente
Milei. Con gesto de canchero y primer aplaudidor del reino, da el punta pie
inicial y marca el camino de la justificación de todo, caiga quien caiga. Hasta
se anima a expresar su alegría twitera por el cierre de la agencia Telam, sin
un cachito de respeto a más de 500 colegas suyos que quedan en la calle.
Se ve que a Adorni
no le sobran luces ni argumentos y ni bien los periodistas rascan un poquito,
sanatea tipo Fidel Pintos y pasa a la siguiente pregunta simulando una simpatía
que no tiene.
Después,
inmediatamente después, aparecen los periodistas de las empresas propiedad de
la clase dominante, fieles servidores de sus amos, a continuar con la tarea y
desprestigiar su profesión sin remordimientos.
En la mesa de uno
de esos periodistas de usar y tirar se exhiben una bandera argentina y otra de
Israel, cuyo gobierno genocida es denunciado por las Naciones Unidas y gran
parte del mundo. Hasta ese extremo llega la sumisión de los aplaudidores.
Festejan las
medidas depredadoras del ministro Caputo, de quién Milei había dicho que es un
inútil que dilapidó 15 mil millones de dólares del Banco Central, antes de
aceptar que Macri se lo impusiera y hasta ven razonables los protocolos
anti-protesta de Bullrrich, otra imposición macrista, cuando son ciertamente
ridículos a pesar de su intención intimidatoria.
Es triste que
Argentina esté en manos de este gobierno autoritario, mentiroso, patotero, que
en muy poco tiempo aumentó dramáticamente la miseria del pueblo y generó
obscenos beneficios a la clase dominante.
Es peligroso que en
su atentado contra la democracia, acompañen al gobierno algunos legisladores
supuestamente opositores y algunos gobernadores que no son opositores ni dejan
de serlo.
Es lamentable que
la CGT siga aferrada a la inercia de su ancestral burocracia y no asuma
decididamente la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores, con
los trabajadores.
Es alentador que la
gente se junte para protestar por tanta injusticia, aunque por ahora solo se
trate de resistir.
Es necesario que
esa protesta se organice y tenga carácter masivo y unitario y que de la
resistencia se pase a la exigencia de respeto a los derechos arrebatados y a la
libertad cuestionada.
Es bueno saber que
este pueblo, de tan larga historia de lucha y dignidad, sabrá oponerse, una vez
más, a las medidas dictatoriales de un gobierno opresor.
Que la tristeza no
nos quite el optimismo, que no nos gane el desánimo. Un pueblo en rebeldía,
decidido a recuperar lo que le roban, es imparable.
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