Otro Jaguar en el garaje y la Visa
Oro en 'casa Ayuso'
ANA PARDO DE VERA
12/03/2024La presidenta de la Comunidad de Madrid,
Isabel Díaz Ayuso. EFE/Zipi
La
presidenta de la Comunidad de Madrid, la misma que decía a Irene Montero que "Su mayor éxito político es ser la pareja
de", ignorando la
trayectoria de la exministra,
se ha presentado esta mañana como víctima, manipulando datos (la "inspección" de su pareja es una "denuncia" judicial de la Fiscalía en toda regla, un paso posterior que huele regular, un decir). Tras conocerse el presunto fraude de 350.951 euros a Hacienda con una trama de facturas falsas y empresas pantalla durante la pandemia de Alberto González Amador y sus supuestos cómplices, destapado por ElDiario.es, por las cabezas de la prensa, como mínimo, ha pasado la familia Ayuso al completo: el hermano Tomás de las comisiones por mascarillas en los peores momentos de la pandemia; la madre Isabel con negocios por todas partes con el socio de la empresa que aparece también en jugosas adjudicaciones de la Xunta de Galicia en tiempos de pandemia con Alberto Núñez Feijóo, como recordábamos hace unos días, o el padre Leonardo y su crédito de más de medio millón de euros en 2019, solicitado a la empresa semipública Avalmadrid y que nunca ha sido devuelto. Y ahora sabemos también que la pareja de Ayuso cometió ese presunto fraude fiscal de más de 350.000 euros y falsedad documental, además, con el cobro de dos millones en comisiones por la venta de mascarillas durante los peores meses de la pandemia. ¿Les suena?
Con
el caso de Ayuso y su familia, se nos queda corta la ya famosa frase de Pablo Casado en la Cope, que le costó la carrera
política porque la presidenta madrileña es una de los nuestros,
al menos, mientras gane elecciones. Ya la conocen: "La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando
morían en España 700 personas al día, se puede contratar con tu hermana y
recibir 286.000€ de beneficio por vender mascarillas". Y Casado, a la calle.
A
quienes peinamos canas en este oficio, también el caso de Ayuso nos ha
recordado victimizaciones similares que vienen de lejos: por un lado, el
de Ana Mato, exministra y exalto
cargo del PP desde le época de José María Aznar hasta la de Mariano Rajoy, que cobró 22,6 millones de pesetas en la década 1990-2000
(136.000 euros) en sobresueldos del partido y no se enteraba de los regalos que
llegaban a su casa de parte de la trama Gürtel, para ella y su entonces marido, Jesús Sepúlveda, otro político del núcleo duro de
Aznar y exalcalde de Pozuelo, cuyo Jaguar nunca visto por su mujer en el garaje de la
casa común se convirtió en el símbolo del escaqueo más insultante para la
opinión pública, burra y apaleada.
Famosa
(y asimismo insultante) es la Visa Oro de la sociedad Aizoon que tenían al 50% la
infanta Cristina de Borbón y su exmarido Iñaki Urdangarin que pagaba todo y a todo trapo sin que la hija
de Juan Carlos emérito se enterase -dijo- de cómo se
nutría aquello; que nunca conociese cómo habían llegado los 150.000 euros de
Nóos a Aizoon, por ejemplo, con los que comía en restaurantes caros, compraba
flores, música o los libros del colegio privado de sus hijos, un gran centro,
por cierto, el Liceo Francés. Si puedes pagarlo, y Cristina de Borbón
pagaba, aunque "desconocía" de dónde salía el dinero. Mejor pasar por tonta que por ladrona, como su
padre, que está aforado y se libra de todo.
Ayuso,
al menos, ha admitido que sabía que González Amador "estaba
sufriendo" una inspección de Hacienda por su enriquecimiento rápido, sus
facturas falsas o sus empresas pantalla. Obvió decir que la inspección de su pareja venía de dos millones de euros en
comisiones por mascarillas -como las de su hermano Tomás- y que ya pasó a los
juzgados porque tiene mala pinta. Aunque respetamos la presunción de
inocencia de este señor con el que convive la presidenta en un piso de lujo pagado por él y comprado en parte a
tocateja tras el fraude fiscal, ya no hay cabida -si es que la ha habido alguna vez-
para subterfugios que tapen el comportamiento de Ayuso y su clan: se llama indecencia. Y me quedo corta.
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