GRITOS
DUNIA SANCHEZ
Gritos. Puertas que se abren, puertas que se cierran. Ventanas donde sus cristales se hace añicos. Gritos. La desnudez de la tarde. El silencio de la calla. Una tormenta de verano y la oscuridad en sus ojos. Un sudor extremo, extenuante aniquila su ánimo. Gritos. Se escuchan gritos donde una atmósfera enfebrecida se hace añicos. Y es que todo ha terminado. Y es que la rutinaria vida de ciertas gentes es duelo a la vida. Gritos. Solo gritos, el sale, con su pijama liso manchado de sangre, con su pijama empapado de dolor, con su pijama luciendo la venganza. Su rostro se desdibujo, una extraña mirada se atisba en su palidez, en su cansancio. Y grita. Gritos. Solo gritos. Yo he sido. Si, yo.
Ella ya no
esta en este mundo. Ella ha esta despedazada en la penumbra de una lampara dé
pie cuya luz da lumbre a su cuerpo manoseteado, estrangulado. Gritos. Puertas
que se abren, puertas que se cierran. La televisión encendida, la televisión
dando las noticias y el se reconoce. Con su pijama liso manchado de sangre, con
su pijama empapado de dolor, con su pijama luciendo la venganza. Y ella…dónde
está…en el último aliento por la supervivencia, con la desgana del adiós.
Gritos. Yo he sido. Si, yo. Yo la he matado por un impulso de ansiosa
desconfianza. Y ella no me hablaba. Y ella no me constataba. Y ella era la
nada. Pero antes tuve un sueño. Sí, un sueño, de un mundo donde vivía en lo
placentero de la calma sin estos bruscos movimientos de mis manos. Mi manos…mis
manos soñaron y soñaron en un rincón donde mi odio no fuera daño, no fuera
pena, no fuera llanto, no fuera grito. Sin embargo, gritos. Me veo extraño de
mí, la he matado. …la he matado. Apago la televisión, espero que me lleven, la
miro con el cansancio de los años.
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