MARLASKA SIN VERGÜENZA
LUCILA RODRÍGUEZ-
El ministro de Interior,
Fernando Grande-Marlaska, durante una sesión de control al Gobierno en el
Congreso de los Diputados, a 21 de septiembre de 2022, en Madrid (España).-
EDUARDO PARRA/ EUROPA PRESS
Que el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, no tiene vergüenza no es ninguna novedad. Siempre ha sido un personaje con un perfil público fuerte. Tiene un libro de memorias sin haber llegado a los 60, algo que comparte, por cierto, con nuestro presidente Pedro Sánchez. El ministro tampoco se caracteriza por su simpatía desde los tiempos en los que era juez. Y sabiendo todo esto no dejo de sorprenderme a mí misma cuando me indigno al ver a este señor explicar de manera indolente que los que murieron en la valla el pasado 24 de junio prácticamente se lo buscaron. Me someto sin medida a este ejercicio que no me aporta nada y me trago una comparecencia inaceptable donde una persona responsable políticamente de la muerte de varias decenas de personas dice sin inmutarse que no ha pasado nada.
No le da vergüenza
a este señor que nuestro país haya participado directamente en la muerte de
estas personas. No le da vergüenza haber puesto a los miembros de las fuerzas
de seguridad el estado en dicha situación. No le da vergüenza mentir
abiertamente, por omisión, y evitar dar las cifras reales que se estiman de
muertos y desaparecidos. Estamos hablando de 74 personas según la AMDH,
organización de derechos humanos de Nador. 74 hijos, hermanos, amigos, primos,
74 jóvenes. 74.
Marlaska me gana en
no tener vergüenza. Yo no podría ser tan fría y tan cínica. Mucha gente con la
que comparte espacio de gobierno tampoco. Marlaska lleva toda la legislatura
boicoteando la política de migraciones que propone Escrivá. Y este último ha
ido organizándose discretamente como ha podido poniendo remedios históricos
pero insuficientes a un sistema migratorio que es inhumano y como siempre dice
el investigador Gonzalo Fanjul, idiota.
El problema de la
falta de vergüenza de Marlaska es que la ejerce con mi dinero, con el dinero de
todas, incluidas las personas inmigrantes de nuestro país, que alimentamos las
arcas del Estado con nuestros impuestos
-por si acaso recordemos que el IVA lo pagamos todas-. Como servidor público,
debería el ministro representar los valores que ha jurado defender. Debería
sentirse abrumado por las muertes, debería haber respondido como otros
organismos que defienden nuestros principios y han abierto investigaciones.
Pero Marlaska prefiere estirar la ventana de Overton hasta límites
insospechados y explicarnos que la vida es así de dura y que si te acercas a la
valla puedes acabar muerto. Además, superando cualquier límite, también nos
sugiere que la ley acaba donde empieza su criterio y acepta que se efectuaron
un centenar de devoluciones en caliente, algo que es ilegal. Ilegal. El
ministro del Interior justifica muerte e ilegalidad, y lo hace sin vergüenza. Y
a aquellos que le han pedido explicaciones en nuestro nombre los ha acusado de
demagogia. "La respuesta fue proporcional", eso ha dicho.
En este marco
narrativo ya estamos preparadas para soportar lo insoportable. La próxima puede
ser que nuestra Benemérita sea la que mate. Así empiezan todas las historias de
miedo, con personas sin vergüenza que nos hacen creer que la humanidad no tiene
interés, que la impunidad es algo natural y que no pasa nada por matar a unos,
que se puede seleccionar quienes merecen nuestro apoyo y quienes nuestro yugo.
Y un día te levantas y a quien quieren matar es a ti. Porque sí, es así de
duro, en temas de derechos o los tenemos todas o acabaremos por no tenerlos
ninguna. Hoy hemos perdido mucho en el Congreso. Y lo hemos hecho sin rechistar
en manos de una persona que no tiene vergüenza.
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