LEY MORDAZA: CRIMINALIZANDO
LA PROTESTA
ADELINA CABRERA
El pasado viernes 11 de julio, el Consejo de Ministros,
encabezado por Mariano Rajoy, aprobó el proyecto de la ley de seguridad
ciudadana, como la llaman. La Ley Mordaza, como lo llamamos. Como tienen
mayoría absoluta, la aprobación de los y las ministros equivale a la aprobación
parlamentaria.
José Luis Corcuera, Ministro de Interior del PSOE desde 1988
hasta 1993, fue el principal ideólogo de la ley de seguridad ciudadana aún
vigente. Recibió el nombre popular de “ley de la patada en la puerta” porque la
intención del gobierno era permitir a la policía la entrada y registro, sin
autorización judicial, en los domicilios donde se tuviera sospechas de que
estaba cometiendo un delito. El TC tumbó ese artículo. Pero el resto de la ley
permaneció hasta la actualidad, desde 1992. Antes se aplicaba la legislación
del franquismo, derogada en parte por la Constitución y un par de leyes de los
años 70.
Así que no es nueva la regulación de la sacrosanta “seguridad
ciudadana”. Lo más interesante es, de hecho, el concepto, por las implicaciones
políticas que tiene. El proyecto de ley hace una definición: “la seguridad
ciudadana es una condición esencial para el pleno ejercicio de los derechos
fundamentales y las libertades públicas”. Podría parecer una explicación
comprometida socialmente. A primera vista, están preocupándose por nuestros
derechos y libertades. Pero nada más lejos de ello: es un concepto represivo
que pretenden maquillar con pinceladas de liberalismo.
De entre las novedades que incluye la reforma está la ampliación
de las potestades de la llamada policía preventiva. Podrán, por ejemplo,
identificar a quien lleve el rostro cubierto, grabar la gente durante las
manifestaciones o registrar discrecionalmente para encontrar armas o “elementos
susceptibles de ser usados para la comisión de un delito”. También son nuevas
algunas técnicas de control, como los proveedores de servicios telefónicos y
los propietarios de locutorios estarán obligados a proporcionar información a
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
El Ministro de Interior incluso ha diseñado infracciones muy
graves a medida de algunas formas actuales de protesta. Quedan prohibidas las
reuniones y manifestaciones en las sedes del Congreso y del Senado si perturban
la seguridad ciudadana.
Del catálogo de infracciones graves son nuevas e intolerables,
entre otras: desobedecer o resistirse a la autoridad, usar capucha, obstruir el
ejercicio de la policía, manifestarse y reunirse sin comunicarlo, ofender a
España o alguna comunidad autónoma o animar públicamente a “alterar la
seguridad ciudadana” (o sea, retuitear una convocatoria de mani). Sólo son
algunos ejemplos. La cosa no acaba ahí. No seguir el itinerario marcado en una
manifestación, jugar en la calle si se perturba la seguridad ciudadana o
retirar una valla son infracciones leves. La sanción es siempre económica y
casi siempre muy elevada. Es el truculento toque capitalista: quien se queje,
que pague. Oscilan entre 100 y 600.000 euros.
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