EL ENIGMA DEL VOTANTE DE PODEMOS
Los de Podemos continúan
catalogados como electores que caen con facilidad en las redes del populismo y
la demagogia y deciden ser guiados por la bilis y el cabreo
ANTÓN LOSADA
Resulta un tanto inquietante el esfuerzo de los medios más
tradicionales para presentar el éxito de Podemos como un misterio y destapar el
verdadero rostro de su votante. Tal y como lo cuentan a veces parece que fueran
a descubrirnos una cura contra el cáncer, un escándalo sexual o una pieza clave
de la trama Gürtel, la familia Pujol o el cartel de Medellín.
Nos han suministrado ya tantos perfiles del sujeto que uno
empieza preguntarse si, cuando el hombre de Atapuerca, las televisiones no
emitirían ya especiales informativos intentando explicar el fenómeno del
votante del Podemos.
Primero eran jóvenes indignados y antisistema. Al parecer, para
mostrar con claridad su desapego hacia las instituciones habían acudido a votar
en masa en las europeas que, como todo el mundo sabe, son una elecciones que
movilizan mucho al electorado, sobre todo a esos millones de jóvenes a quienes
habitualmente suele resultar tan fácil convencer para que acudan a las urnas.
Que fueran jóvenes parecía la explicación perfecta para los
guardianes del bipartidismo. Para acabar de razonar por qué Podemos era un
"accidente" que los grandes partidos acabarían arreglando, se amplió
el espectro de su votante a gente de extracción humilde y golpeada por la
crisis. Eso lo aclaraba todo. No se trataba del fin del bipartidismo. Es que
los votantes se habían equivocado y no habían votado como debían. Su juventud,
su mosqueo o su falta de formación habían permitido a populistas y demagogos
alimentar el engaño y alejarles de la seriedad, el rigor y la honestidad que
según ellos mismos representan las ofertas de los dos grandes partidos.
Ahora dicen que el CIS ha descubierto cómo entre los votantes de
Podemos se da un poco de todo. Se trata de un electorado transversal. Se nutre
entre todas las cohortes de edad, entre mujeres y de hombres, gente con trabajo
y en paro y entre individuos con mucha, bastante o poca formación. Son muchos y
saben lo que votan. No son una excepción. Son pura y simple normalidad
democrática.
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