DEMOCRACIA EN
LOS BORDES
Eduardo Sanguinetti, filosofo
En octubre se elegirá presidente en
Uruguay. Bien, según las encuestas pareciera que el Frente Amplio esta
disminuyendo su potencial en cuanto al caudal electoral.
¿Por qué?, ¿a causa de qué conjura estaría ocurriendo esto?, ¿es
que alguien ha muerto?, ¿Lacalle Pou es un líder carismático sin igual?, ¿el
discurso de este candidato del partido Nacional es tan avasallador que seduce
cual princesa a los votantes? Nada de eso: Lacalle Pou, en la ubicuidad de su
ausencia, solo se ha asimilado al vacío conceptual y discursivo de este tercer
milenio, dejando de lado el discurso y su celebración, asimilándose a la
civilización de la cosa, convirtiéndose en objeto, cual sujeto del destino.
Ante el “estado de las cosas”, creo sería acertado que el Dr.
Tabaré Vázquez, candidato del Frente Amplio, se asimilara a una gestión de
campaña, con el apoyo de la capaz y perspicaz senadora Constanza Moreira, un
personaje indispensable en esta campaña electoral, accionando desde perfiles
imprevisibles, desde los bordes, los intersticios, desde donde el factor
sorpresa sea una constante y un modo de instalar el discurso, pues el
electorado ha mutado; no es el de hace diez años, este solo sigue tendencias y
muchas veces las palabras huelgan ante la muerte de las ideologías.
Para esta nueva democracia sólo “sirve” que el procedimiento sea
coincidente con el sistema de normas. La democracia se limita a un simple
procedimiento, es un formalismo que, eso sí, hay que cumplir a raja tabla. Como
el dogma es que al poder sólo se accede por el voto, cómo se consiga no
interesa. La conservación del poder se realiza a través de una reelección
perpetua con constituciones ad hoc; cómo se logre no se cuestiona.
Los asesores de Tabaré no deben ignorar que asistimos en
nuestros días a la despersonalización de la política. Los políticos son
reemplazados rápidamente por los tecnócratas al estar la política subordinada a
la economía, manipulada por transnacionales. Y los tecnócratas, esto es, los
políticos procedimentales, no tienen escrúpulos; el tecnócrata no da razones,
sólo beneficios a quien le paga. Los grandes actos de corrupción de estos
últimos años, en Uruguay y Argentina, fueron llevados a cabo por tecnócratas
que asesoraban a los funcionarios en acto de gobiernos procedimentales.
En la democracia procedimental en plena vigencia, esta lógica de
la exclusión funciona concentrando el poder político y económico en muy pocas
manos. Así los funcionarios cuando renuncian o son destituidos no se retiran,
como antaño, a sus casas, sino que son reubicados en otros puestos con ingentes
ganancias, cumpliéndose así el principio que dice: a mayor privatización de la
riqueza, mayor socialización de la pobreza.
No idealizo cambios, solo presiento. Y los presentimientos con
bases sólidas operan como aventadores de rutinas, prejuicios y miopías en
planos generales del pensamiento, poniendo en juego valores congelados en los
escaparates de los ideales perdidos. Eso sí, se precisa coraje, pues el desafío
es enorme a la hora de jugarse entero por un Uruguay donde las promesas de
campaña electoral no han sido cristalizados, a pesar del deseo del presidente
de “morir con las botas puestas”.
Este desarraigo brutal del régimen político por antonomasia de
nuestros días provoca contradicciones tremendas que se manifiestan como
injusticias flagrantes y permanentes ante la cual a los perjudicados, que son
las grandes mayorías, sólo les queda la resignación o la reacción violenta.
Existe también una tercera vía, mucho más árida, lenta y esforzada, que es
trabajar en la formación de cuadros políticos munidos de convicciones
axiológicas. Una tarea eminentemente metapolítica.
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