LA PALMERA Y EL BULL TERRIER
CANDIDO QUINTANA
Hoy, con unas fotografías sorprendentes de más de diez años atrás
que he encontrado en el baúl de mis recuerdos, les cuento una historia para no
dormir y difícil de digerir que un buen día soñé...
Érase una vez una persona, con amistades políticas influyentes y
que explotaba un bar en el Centro de Santa Cruz, que pretendía, a toda costa,
que le quitaran un parterre del reciente plan Urban que estaba situado delante
de su negocio con anterioridad, para así rentabilizarlo al máximo instalando
mesas y sillas en la vía pública.
Pero a pesar de todo su poder, esa jardinera se lo
impedía, máxime cuando en ella había plantada una bonita palmera de las que hay
en el lugar. Primer paso, extinguir la vida de ese ejemplar, para lo que pasaban
bastante tiempo echándole aguas sucias, sobrantes de limpieza, etc., lo veía
día a día muy claramente en mis sueños
Pero la palmera aguantaba
con todas sus fuerzas, a costa de irse poco a poco quedando visiblemente más
endeble que las demás del entorno. A mis reiteradas quejas, entonces yo soñaba
que el Ayuntamiento, no se si por ese poder al que me referí o porque pensaba
que yo no estaba muy cuerdo, me contestaba que la palmera no se desarrollaba
porque el parterre era pequeño.
Aún así la palmerita no caía, se aferraba a la vida como
cualquier otro ser vivo. Pero estaba escrito que debía caer, para que el
interfecto con poder, como suele suceder, hiciera realidad sus desmesuradas ansias.
¿Que haría entonces, me preguntaba yo mientras dormía profundamente?
Soñé que un buen día en época de carnaval en la que todo se
desmadra por aquí, el pretencioso no se si buscaba o contrataba un perro de
algún feriante de los que habitualmente nos visitan en esas fiestas, para que
no quedaran demasiados rastros por estos lares por eso de lo fugaz de su
visita, que tumbara la palmera y todo resuelto.
Seguí soñando que el poderoso, o alguien en su nombre, le
inyectaban a la palmera un líquido u olor atrayente para que el perro, un bull
terrier de fuertes mandíbulas, diera cuenta de ella. Vi como el perro se erguía
una y otra vez, y mordía con fuerza en la parte más delgada de la palmera, en
la que yo intuía que le habían inyectado feromonas, haciéndole saltar lasca
tras lasca, ¡hasta que la pobre palmerita se partió en dos y cayó!
Soñé que se armaba un gran revuelo, que allí se amontonaba
bastante gente, además de la policía y los laceros de la perrera para dar caza
a ese perro potencialmente peligroso, aunque yo soñaba que simplemente fue
inducido a hacer aquello. Pero el pobre perrito, una vez cumplió la misión que
yo elucubraba en mis sueños, se dejaba mansamente coger.
Así se escribe la
historia de este sorprendente sueño mío que no acabó ahí, sino que se prolongó
hasta que reclamé, como responsable de la comunidad que era, que la palmera
fuera inmediatamente repuesta. Y así fue, y hoy su sustituta goza de mucho
vigor y altura, tanto como las del resto del entorno. ¡Y pensar que en ese
preocupante sueño, Parques y Jardines
me justificaba el raquitismo por el estrecho espacio que ocupaba!
Y después me desperté, no es posible que cosas como estas puedan
suceder, pero peores se han visto por aquí. De cualquier manera, les adjunto
varias imágenes fotográficas de mi sueño, vean como el bull terrier muerde una
y otra vez. Vean también como tras el derribo, que no del mamotreto, el animal
reivindica su presa subiendo sus patas encima y vean como finalmente quedo todo.
¡Que barbaridad!
(c) Candido Quintana
Cándido, coño, no les des ideas a estos cabrones ¿Quieres que te manden un perrito de estos adiestrado para detectar hormonas de Terrorista Social y que te muerda la yugular? o peor aún ¿los güevos?
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