BRÍGIDA MENDOZA Y LA SEÑORA THATCHER
ARTURO BORGES ÁLAMO
La Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias ha iniciado la
aplicación de la estrategia de las "Unidades de Gestión Clínica" en
nuestro archipiélago. La plantea, de momento, para el Hospital Universitario de
Canarias, el Hospital Nuestra Señora de la Candelaria, el Hospital Materno
Infantil y el Hospital Doctor Negrín. De esta manera se sitúa a nuestra
Comunidad Autónoma en la lista de CCAA que empezando por aplicar técnicas
empresariales a la atención sanitaria, como se dice en la página 65 del Plan de
Salud de Canarias, se apresta, mediante la incorporación de los profesionales
sanitarios a la gestión de los recursos utilizados en la práctica clínica, a
introducir cambios estratégicos en el sistema de cara a su privatización
trasladando el modelo empresarial a los servicios de los centros sanitarios
públicos, con un argumento claramente neoliberal de "mejorar la
eficiencia, calidad y costes gracias a la autonomía, la competencia interna y
la asunción de riesgos".
Para ello, plantean la descentralización administrativa y
funcional de los servicios sanitarios con la finalidad de fragmentar los
centros sanitario públicos dando autonomía plena para organizarse, financiarse
y para establecer relaciones con otras unidades y centros, con unos incentivos
económicos vinculados al ahorro lo que facilitará controlar sus decisiones
clínicas y hacerlas cómplices de los recortes. Además con el objetivo de
generar ahorros o beneficios económicos a las unidades, con la posibilidad de
"gerenciarlos" e invertirlos, como microempresas dentro de los
centros para competir entre sí, en el marco legal de un mercado sanitario
público y privado, financiado esencialmente con fondos públicos. Esto encaja
perfectamente en el marco de la actividad del llamado Club Gertech que viene desarrollando
desde hace tiempo (de manera solapada e invisible a la población y a los
trabajadores sanitarios) un conjunto de iniciativas destinadas a conseguir el
control del Sistema Sanitario Público, para fragmentarlo y ponerlo en manos
privadas. En esta poderosa plataforma neoliberal están integradas
universidades, centros de investigación, empresas de informática y tecnología
sanitaria, laboratorios farmacéuticos, fondos de inversión internacional,
grupos de comunicación etc. en un gigantesco lobby de presión capaz de orientar
la política sanitaria del gobierno de Rajoy y de las comunidades autónomas.
También debemos tener muy en cuenta el acuerdo entre el
Ministerio de Sanidad y el denominado "Foro de la Profesión Médica y de
Enfermería" (en realidad las desacreditadas cúpulas de los Colegios de
Médicos y de Enfermería) que establece que “se promoverá un marco jurídico
específico del profesional sanitario en el Sistema Nacional de Salud y un
modelo de retribución voluntario vinculado a la gestión clínica que favorezca
los principios de excelencia profesional y de gobernanza del sistema sanitario
público”. Esto supone que el personal de las Unidades de Gestión Clínica no
podrá mantener las garantías del Estatuto Marco y deberá laboralizarse para
trabajar en las mismas, paso necesario para que las Unidades de Gestión Clínica
se constituyan en empresas autónomas con personalidad jurídica propia acogidas
al modelo empresarial con participación del sector privado.
Pretender, como al parecer lo hace la Consejería de Sanidad,
que, en este contexto, la puesta en marcha de las Unidades de Gestión Clínica
en Canarias nada tiene que ver con las tendencias y peligros apuntados, es
tomarnos por idiotas y además por ignorantes de los nefastos resultados que se
han cobrado, en vidas humanas y graves secuelas de salud además del
consiguiente gasto sanitario multiplicado, toda una serie de experiencias,
antecedentes de la que ahora se promueve, tales como las Entidades de Base
Asociativa de Cataluña o la experiencia desastrosa del National Health Service
británico con la Señora Thatcher.
Hasta ahora, el primer paso en las contrarreformas
privatizadoras de los sistemas sanitarios públicos tiene como objetivo la
ruptura de la red pública en microempresas y la introducción de los criterios
de mercado en la atención sanitaria, este primer paso es el que permite romper
el sistema público, favorecer la presencia del sector privado en el mismo y a
la vez introducir las relaciones mercantiles como prioridad para su
funcionamiento. Después y de manera progresiva las empresas privadas irían,
como así ha sucedido, ganando espacio en el sector, y haciéndose con un
porcentaje cada vez mayor del mismo. Por supuesto, una vez un centro sanitario
pase a depender del sector privado todos los instrumentos que sirvieron para
favorecer la privatización serán barridos del mapa, con el silencio y el apoyo
de los que ahora los favorecen, es obvio que ni el grupo Hospiten, ni el fondo
de inversión BUPA-Sanitas, ni CAPIO-IDC ahora fusionado con el fondo de capital
riesgo CVC que controla a Quirón Grupo Hospitalario, ni Ribera Salud, ni
ninguna de las empresas del sector privado quieren saber nada de la gestión
clínica y solo permiten un sistema de férreo control a las órdenes de sus
consejos de administración y sus accionistas.
Es evidente que quienes hoy formulan propuestas que facilitan la
desestructuración de la sanidad pública no pueden desentenderse de este
horizonte y de sus consecuencias, tremendas consecuencias para la población,
todo lo contrario, están asumiendo una gran responsabilidad al facilitar la
privatización del sistema sanitario público apoderándose, las organizaciones
financieras y empresariales, de los enormes recursos económicos que se destinan
a la salud.
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