LOS DESAPARECIDOS EN DEMOCRACIA
EDUARDO
SANGUINETTI - FILÓSOFO RIOPLATENSE
“Generaciones perdidas” es la frase que utilizó Ángel Rama para
definir a los escritores e intelectuales latinoamericanos que emigraron o
escribieron desde el destierro (más que desde el exilio). Esto anuncia también
por lo tanto el testimonio de un fracaso: de clase, de imaginario, de política,
de cultura, de estado… de nación.
Aún hoy, en este impertinente espacio y tiempo de tercer
milenio, nosotros, los “desaparecidos en democracia”, no somos, no estamos, no
existimos, en las fingidas democracias procedimentales, disfrazadas de
progresistas. Lo señala mi entrañable amigo, el Dr. Martín Almada (Premio Nobel
Alternativo de la Paz 2002) al decir que las dictaduras se perpetúan en los
gobiernos instalados hoy en el poder, ¿Plan Cóndor II?… la historia vuelve a
repetirse.
“Generaciones perdidas”, que responde a un plural que permite
disecciones reductoras. Primero, aquellos que “perdieron” la lengua (Héctor
Bianciotti, ‘Copi’, Rodolfo Wilcock y Néstor Perlongher); segundo, aquellos que
“perdieron” la vida (los desaparecidos Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Roberto
Santoro, Francisco “Paco” Urondo); tercero los que “perdieron la patria”
(Antonio Di Benedetto, Daniel Moyano, Osvaldo Lamborghini).
En Argentina, por ejemplo, se puede hablar de “Generaciones
fatalmente peronistas”, y también puedo afirmar (mucho más fatalmente)
“Generaciones menemistas”, y “Generaciones K” en acto de construir y dar cuenta
no solo desde dónde se lee sino también de a quién se lee… Los que no estamos
en las listas de los que adhieren al gobierno ni a la oposición ni a las
tendencias de las corporaciones económico mediáticas, en aparente confrontación
con el gobierno: nosotros “los desaparecidos en democracia”, insisto, no
“somos”, no “existimos”.
Nosotros, los desaparecidos en democracia, pertenecemos a la hoy
“Generación perdida”, y nos relacionamos con la filosofía, la literatura y la
cultura de este tiempo, intentando accionar desde un nuevo espacio, donde todos
los seres que aman la verdad, la armonía y la libertad, sin precios a pagar,
podamos tener un sitio…incluso denunciando actos de corrupción, estafa, pactos
espurios a la ética.
En nuestra experiencia atroz se destaca la ausencia de “patria”,
al haber sido traicionados sistemáticamente de manera brutal y borrados de esta
tierra, en representaciones y prácticas delictivas, de mentira y sumisión a la
evidencia del crimen perpetrado, en nombre del ¿acuerdo? y ¿el nuevo orden y
proyecto? ¿nacional?…desde este ‘locus’ enunciativo que en absoluto pretendo
convertir en una distintividad positiva, todo lo contrario.
En ese sentido, y más allá de cualquier programa de lectura
(explícito e implícito) que pueda y me dejen sostener, mi reflexión aviva
“fantasmas” (en términos políticos-sociales-culturales) de cualquier
intelectual rentado o mercenario oportunista del régimen: ¿cuál es el límite,
cuáles son las ‘fronteras’ de nuestro país? ¿Qué es eso que llamamos cultura
nacional?
Paradójico, que desde los poderes asimilados al régimen de un
capitalismo fundante y perseverante de la ley de mercado, absolutamente vigente
en Argentina y el planeta, a pesar de discursos embaucadores de libertad,
solidaridad y fraternidad, las acciones congeladas de funcionarios y demás
miembros de un gobierno que parece retirarse de sus responsabilidades y
obligaciones para con la verdad y la libertad en sus políticas fundamentales,
una inmensa sombra (esa niebla de Cortázar, un desterrado del peronismo
iniciático, en “El Examen” o la de Bianciotti en “Lo que la noche le cuenta al
día”) da idea de opresión, de deseo fracasado: la sombra de un autoritarismo
empapa la institución y las disputas del campo intelectual argentino
escenifican la falta de una verdadera disputa. La canonización de la farsa es
casi evidente.
Soy parte, con otras voluntades lúcidas, de la “Indignada
generación perdida y traicionada”, en búsqueda de un proto-suelo generacional
desde el cual pretendemos (re)mover un (no) debate (in) actual…una cultura que
queremos con “atributos” y sin prefijos.
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