LA NUEVA GUERRA
DE IRAK
POR ÁNGEL GUERRA CABRERA
La interminable y multidimensional guerra de Estados Unidos por
controlar los hidrocarburos, otros recursos naturales estratégicos y los fondos
financieros de otros países, lo ha conducido a utilizar prácticas de una
ferocidad y una ausencia de escrúpulos sin límites. El cinismo con que lleva a
cabo sus políticas de terror de Estado en nombre de la democracia, los derechos
humanos o las “guerras” contra el terrorismo y el narcotráfico no tienen
precedente. Ha implantado una tiranía mundial que pisotea las normas del
derecho internacional establecidas desde la paz de Westfalia(1649) y vulnera
sin contemplaciones los principios legales emanados de la Carta Magna(1215),
todos ellos articulados en su Constitución.
Con esta guerra Washington trata también de acosar y cercar
militar y económicamente a una China que lo desplaza como primera potencia
económica mundial y a Rusia, cuya alianza con la primera crea un formidable
polo de poder económico y militar, reforzado por la cooperación con los otros
Brics.
A la vez persigue liquidar la lucha de los pueblos y los estados
que no se subordinan a sus dictados y defienden su independencia y soberanía.
En Medio Oriente, salvo Siria, ya ha destruido literalmente a todos los estados
independientes. Ello da una medida del peligro que se cierne sobre los países
de América Latina y el Caribe agrupados en el Alba, Unasur y Mercosur e
impulsores de un esfuerzo de unidad latino-caribeña como Celac, que produce
pesadilla en Washington. Aunque en Venezuela, por su liderazgo latinoamericano
y sus incomparables reservas de hidrocarburos, la internacional de las derechas
concentra esfuerzos descomunales para derrocar su gobierno legítimo, ningún
país escapa en nuestra región a los planes de reconquista o recolonización de
Washington.
Pero sea en la ex Yugoslavia, Afganistán, Venezuela, Argentina,
Ucrania, Libia, Siria -y ahora, de repente, nuevamente en Irak-, la impudicia y
la hipocresía de esta política exige a los pulpos mediáticos justificarla a sus
audiencias cautivas con narrativas fantasiosas, sin lugar en el tiempo ni en el
espacio reales. Inventan o reciclan nuevos membretes en cuestión de horas:
“terroristas”, la “soledad de los estudiantes venezolanos”, los “expertos
económicos sobre Argentina”, o los abnegados luchadores por la democracia en la
plaza Maidán, o el caso de intercambiables comodines, un día nobilísimos y
admirables rebeldes en Siria y al siguiente bestiales y sanguinarios yihadistas
en Irak. Goebbels moriría de envidia.
¿Cómo se explica que una banda de “fundamentalistas islámicos”
conquiste en horas una tercera parte de Irak sin apenas resistencia por las
fuerzas del gobierno? Nadie más indicado para responderlo que Estados Unidos,
creador de esta legión internacional de lunáticos y mercenarios entrenados por la
CIA y otros servicios occidentales y armados con un río de dólares sauditas,
cataríes y turcos para destruir al Estado sirio y, por consiguiente, golpear
duro a Irán, y eliminar a las Fuerzas Patrióticas Libanesas agrupadas en torno
a Hezbolá. Se suponía que Washington había organizado con tanto esmero al
ejército y la seguridad iraquíes que ya estaban listas según Obama para
asegurar la paz y la estabilidad del país.
Es evidente que a los hombres del llamado Estado Islámico de
Irak y el Levante se han unido otras fuerzas sunitas dentro de ese país no
necesariamente fundamentalistas. Entre otras razones por el hartazgo con la
escandalosa corrupción y la política sectaria del gobierno chiita de Nuri
al-Maliki.
De la misma manera que pueden haberlo hecho muchos entre los
miles de combatientes del ejército de Sadam Hussein y de funcionarios baasistas
mandados masivamente al desempleo por los yanquis tan pronto inició la
ocupación, también agraviados por el sectarismo religioso.
Pero fue Estados Unidos quien aplicó la carta sectaria desde el
comienzo de la intervención para su plan de desmembramiento de Irak y Medio
Oriente según fronteras confesionales. Como la corrupción. Hay muchos miles de
millones de dólares para la “reconstrucción” de Irak cuyo paradero aún
desconocen los auditores del gobierno federal. Súmese la repartición entre los
amigotes de los jugosos contratos donde cientos de compañías como la
Hallyburton de Dick Cheney hicieron su agosto... sin reconstruir nada.
Los gobiernos patriotas y fuerzas populares de América Latina
deben mirarse en el espejo de Medio Oriente, unirse “como la plata en las
raíces de los Andes” y endurecer sus puños.
Twitter:
@aguerraguerra
No hay comentarios:
Publicar un comentario