Siete días de enero
Jesús Rodríguez Barrio.
Activista de La Comuna
'Siete días de enero', de Juan Antonio Bardem
La vida de Francisco Franco, dictador genocida que
instauró un sistema fascista en España y lo dirigió personalmente durante casi
cuarenta años, terminó oficialmente el 20 de noviembre de 1975. Pero la dictadura
franquista no terminó ese día. El 20N de 1975 empezó un tiempo nuevo,
que la historia oficial de nuestro país ha llamado La Transición
Política y que no fue otra cosa que el franquismo sin Franco.
En realidad, ese tiempo ya había empezado desde que la vejez y la enfermedad del dictador anunciaban, de forma inevitable, el final de su vida. Los fascistas sabían que el sistema tenía los días contados y resultaba imprescindible cambiar algo lo antes posible para que lo fundamental pudiera perpetuarse.
Para
ello contaban con el deseo de la burguesía liberal de homologar nuestro país
con los sistemas parlamentarios de la Europa occidental. Y también con la
colaboración de la izquierda reformista, deseosa de jugar en España un papel
similar al que jugaban otras fuerzas reformistas europeas.
Pero se
enfrentaban con un obstáculo formidable. Las movilizaciones políticas del
franquismo tardío habían hecho crecer un potente movimiento popular cuyos
objetivos iban mucho más lejos que la instauración de una democracia parlamentaria
en España. Nuevas organizaciones obreras, estudiantiles y populares
reclamaban profundos cambios sociales que chocaban frontalmente con los
proyectos continuistas del régimen.
La
primera prueba a la que se enfrentó el franquismo sin Franco fue, por lo tanto,
desmovilizar al movimiento popular. Y el instrumento fundamental que se utilizó
fue la represión política. Para ello no bastaban los viejos
métodos de la policía política franquista, desactivados en gran parte tras
la muerte del dictador. Se hizo inevitable la represión violenta contra
las movilizaciones populares masivas, utilizando métodos legales e ilegales
que incluían no solo a los cuerpos represivos del estado sino también todo tipo
de bandas fascistas parapoliciales, coordinadas y dirigidas por las
autoridades franquistas.
La
violencia fue creciendo durante el año 1976 y tuvo su punto culminante en los
asesinatos de la masacre de Vitoria. Pero hubo muchos más.
El año
1977 se anunciaba como el tiempo en el que tendría lugar la prueba decisiva y
el drama estalló en el día y hora en que un pistolero fascista, todavía impune
pero localizado en Argentina, asesinó a Arturo Ruiz en una
manifestación que reclamaba la amnistía para los presos políticos que
aún quedaban en las cárceles franquistas.
Ese
domingo, 23 de enero, empezó la semana más sangrienta de la Transición. Que ha
pasado a la historia como la Semana Negra, no solo por el número de
víctimas sino por el potente simbolismo que representaron aquellos
crímenes contra quienes luchaban por las libertades y los derechos
políticos y sociales en nuestro país.
El
lunes 24, por la mañana, fue asesinada Mary Luz Nájera en una manifestación de
estudiantes que protestaba por el asesinato de Arturo. Un policía le disparó a
bocajarro un bote de humo que le destrozó la cabeza. El autor, perfectamente
identificable, ha permanecido hasta hoy en la impunidad.
Y, esa
misma noche, un grupo de pistoleros fascistas asesinó a Enrique
Valdevira, Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo, Serafín Holgado y
Ángel Rodríguez, en un despacho de abogados laboralistas de
la calle Atocha vinculado al sindicato Comisiones Obreras. Los
pistoleros fascistas también hirieron de gravedad a Miguel Sarabia, Alejandro
Ruiz-Huerta, Luis Ramos y Lola González.
La
historia de la matanza de Atocha, y el ambiente social en el que crecían las
bandas fascistas bajo la protección policial, están bastante bien recogidos en
la película Siete días de enero de Juan Antonio Bardem,
cuya revisión resulta muy recomendable en estas fechas. El torturador González
Pacheco (Billy El Niño), cuyas relaciones con las bandas fascistas eran bien
conocidas, aparece perfectamente retratado en uno de los personajes.
Los
autores de la matanza fueron identificados, juzgados y condenados a duras
penas que nunca cumplieron en su totalidad. Y las eludieron, en su
mayor parte, gracias a la colaboración de la policía y los jueces
franquistas, que en algunos casos facilitaron su evasión.
Carlos
García Juliá, el último responsable huido de la matanza de Atocha, fue
localizado y detenido en Brasil hace unos años. Y, después de haber sido
extraditado a España, pudo blanquear definitivamente su vida a
cambio de unos meses de cárcel. En el año 2023, su nombre volvió a ser noticia
cuando figuró encabezando la candidatura de Falange Española para el
ayuntamiento de Bilbao, aunque finalmente fue retirado de la lista
electoral.
José
Ignacio Fernández Guaza, el asesino de Arturo Ruiz, huyó de España para
refugiarse en Argentina, donde ha residido hasta el día de hoy. Según sus
propias declaraciones, protegido por las fuerzas de seguridad españolas,
como ha relatado recientemente en una entrevista periodística realizada después
de haber sido localizado en ese país.
Actualmente, la
justicia argentina lo investiga por suplantación de personalidad y tenencia
ilícita de armas después de haber disfrutado durante toda su vida de
la más absoluta impunidad ante la justicia española, que nunca hizo
ningún intento de investigarlo por el asesinato de Arturo Ruiz.
La
impunidad fue, y sigue siendo hasta el día de hoy, el denominador común que
acompañó a los autores materiales de los crímenes de la Semana Negra. Pero la verdadera responsabilidad estaba muy por
encima de ellos. Porque la Transición Sangrienta fue la
consecuencia de un plan sistemático, para aterrorizar y desmovilizar al
movimiento popular, organizado y dirigido por las autoridades franquistas que
siguieron dirigiendo nuestro país durante aquellos años. El reguero de sangre
que produjo aquella represión reúne todas las características de los crímenes
de lesa humanidad. Crímenes que han permanecido impunes hasta nuestros días
y cuya responsabilidad recae principalmente, de forma directa, sobre la persona
de Rodolfo Martín Villa, ministro de Interior durante aquellos años y
actualmente imputado por la justicia argentina en virtud
del principio de justicia universal. Imputación que no solo no ha
decaído sino que actualmente está siendo ampliada por la juez Servini a la luz
de los nuevos datos que recientemente han aparecido sobre el asesinato de
Arturo Ruiz.
En la
Transición Sangrienta hubo muchos más asesinatos, antes y después de la Semana
Negra de enero de 1977. Pero, vista en perspectiva, es indiscutible
que esa semana marcó el clímax de la represión sangrienta que llevó a cabo el
franquismo sin Franco.
Momento
crítico, el de aquellos siete días de enero, que nunca podremos olvidar quienes
lo vivimos.
Manuel
Ruiz, falleció el 21 de noviembre de 2023 después de haber dedicado toda su
vida a luchar por la justicia para su hermano y para todas las víctimas de la
Transición. Siempre en nuestra memoria.
Junto a
Arturo, Mary Luz, Enrique, Luis Javier, Francisco Javier, Serafín y
Ángel.
Nunca os
olvidaremos.
Justicia,
verdad y memoria
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