QUE SE PONGA A LA COLA
RUBÉN
SÁNCHEZ
En muchos casos,
los bulos buscan sembrar el odio hacia ciertos colectivos, el peligrosísimo
germen que viene alimentando de nuevo el fascismo
Hoy en día, tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para no dar credibilidad a informaciones falsas que condicionan nuestras decisiones económicas, nuestras tendencias políticas y la opinión que nos formamos sobre determinadas personas, colectivos y organizaciones.
Empresas, formaciones políticas y ciertos lobbies que tienen detrás no destinan dinero a determinados medios de infoxicación únicamente para que hablen bien de ellas, sino también con el fin de que ataquen a la competencia o a sus enemigos, aunque para ello tengan que recurrir a fake news.
En muchos casos, los
bulos buscan sembrar el odio hacia ciertos colectivos, el peligrosísimo germen
que viene alimentando de nuevo el fascismo. Recibimos a todas horas ráfagas de
peligrosas mentiras a través de las redes sociales y mensajes de WhatsApp que
nos envían familiares, amigos y conocidos, dándoles credibilidad sin tomarse la
más mínima molestia en contratar.
La desinformación
nos llega igualmente desde medios de comunicación en los que no existe la más
mínima ética, pero también a través de otros que se han ganado cierto prestigio
pero en ocasiones traicionan las más elementales reglas del periodismo, no
contrastando informaciones o dejándose condicionar por el poder económico y
político.
Y en esta nueva
realidad donde bulos tremendamente dañinos calan en millones de personas con
fines tanto económicos como políticos, hay una guerra de la que todos podemos
ser víctimas en cuanto alcanzamos una mínima repercusión en los medios de
comunicación tradicional o en las redes sociales, en cuanto somos percibidos
como peligrosos para ciertos poderes políticos y económicos. Una guerra sucia
judicial y mediática.
Técnicas similares
a las empleadas contra ciertos partidos políticos y sus líderes también se
utilizan para intentar minar la reputación o incluso destruir a organizaciones
de la sociedad civil y sus dirigentes, con difamaciones, amenazas y denuncias falsas en los tribunales,
utilizando como altavoz a expertos en la difusión de bulos en las redes y a
todos los medios de comunicación posibles. O también recurriendo a
silenciarles, convenciendo a los responsables de esos medios de que dejen de
dar voz a sus reivindicaciones. De cancelarlos por completo, simulando que han
dejado de existir.
En FACUA llevamos
años pasando por todo eso. Hemos vivido cruentas campañas de difamación
orquestadas por políticos, empresarios y mafiosos —a veces el mismo era las
tres cosas a la vez—. Hemos sido objeto de todo tipo de amenazas, incluidas las
de muerte. Hemos recibido denuncias en los tribunales absolutamente
disparatadas, que nunca llegaron a nada pero que fueron utilizadas para
intentar desprestigiarnos públicamente. Y llevamos años vetados en programas de
algunas cadenas de radio y televisión que antes nos daban voz continuamente.
Cuando recibimos
ataques desde tantos frentes, cuando una y otra vez alguien anuncia que va a
hacer lo posible para destruirnos, solo nos cabe reaccionar como lo hemos hecho
siempre. Seguir haciendo nuestro trabajo, seguir luchando contra los abusos de
empresas y gobiernos e invitar a quienes amenazan con hundirnos a que se pongan
a la cola.
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