EL ‘PRESTIGE’ DE LAS NAVIDADES PASADAS
En
una campaña donde los populares gallegos quieren que no pase nada, este
desastre de los pellets contaminantes no podía pasar y, si ha pasado, se niega
hasta que nos salgan por las orejas
ANTÓN
LOSADA
Outra mais.
/ La Boca del Logo
A principios de diciembre, un carguero con bandera de conveniencia perdía un número indeterminado de sacos cargados con pellets compuestos de un material que unos llamaron resina, otros denominaron plástico y otros no sabían cómo bautizar. El 13 de diciembre arribaron los primeros restos a las playas de Ribeira y Rodrigo Fresco, un vecino de la zona recogió cincuenta y ocho sacos de pellets contaminantes mientras daba aviso a todas las autoridades conocidas. Como cuando el Prestige, la Xunta del Partido Popular esperó a ver si lo arreglaba el mar, que es muy sabio y contiene muchas corrientes capaces de llevarse las cosas malas océano adentro, e hizo como que no los veía porque ya se sabe que, administración que no ve, arenales que no sienten.
Durante las fiestas
navideñas, decenas de imágenes y testimonios fueron informando en las redes
sobre cómo los arenales se ensuciaban con una amenaza blanca que apesta a
gasolina. Lo mismo que cuando el Prestige, el 5 de enero, la Xunta del PP
activaba un plan de limpieza del litoral que consistía en llevar a un equipo de
la televisión gallega a grabar a cuatro operarios limpiando una playa,
equipados con capazos y guantes de fregar.
Como en los tiempos
del Prestige también efectuaba en esos días su más innegable aportación a la
gestión de la crisis: llamarles bolitas, igual que en su día los llamaron
hilillos. El círculo se cerraba de nuevo: la incompetencia había dejado paso a
la propaganda y después llegaba la mentira de una Xunta popular que acusa a los
demás de no haber sido informada de lo que todos veíamos. Imagínese a un
bombero que no acude a un incendio frente a la estación donde cumple turno
porque nadie le ha avisado.
Casi un mes después
desconocemos de qué están hechas las bolitas de la Xunta pues, en su primer
informe, sostenía que eran aptas para uso alimentario y, en un segundo informe,
recomienda no inhalarlas y evitar el contacto con piel, ojos y ropa. Tampoco
sabemos cuántas se han perdido en el océano, pues la armadora ha estado jugando
a la confusión desde que emitió el primer aviso, y el Gobierno central se
conforma con observar desde los satélites con cara de haberlo hecho todo bien;
cuando la realidad es que su actuación ha estado en el límite de la diligencia
debida. El daño que todo esto puede hacer a nuestro litoral sólo se sabrá con
el tiempo, igual que con el Prestige.
El lunes 9 de enero
el candidato / presidente Alfonso Rueda afirmaba que estaba todo controlado y
no se hacía preciso elevar el nivel de emergencia. Un día después decretaba el
nivel 2 con más de veinte días de retraso. El miércoles 10 de enero, por la
mañana, la vicepresidenta de la Xunta, Ángeles Vázquez, afirmaba que no era la
Xunta quien tenía que decirle al Gobierno central qué tenía que mandar y que la
competencia de parar los pellets en el mar era del gobierno de Madrid. Por la
tarde, la Xunta pedía once barcos, un avión, dos helicópteros y un submarino
para tratar de parar la marea contaminante en el mar.
Es la misma Xunta
que avisaba de que no han llegado ni la décima parte de los pellets y reclamaba
al Gobierno central un retén indeterminado en tierra, pero considera más que
suficientes los apenas trescientos efectivos que tiene contratados para limpiar
las cerca de cincuenta playas afectadas ¿Quién necesita gastarse dinerito
cuando hay voluntarios de sobra?
El fantasma del
Prestige recorre Galicia. Y ustedes se preguntarán: ¿nadie ha aprendido nada de
aquella y otras catástrofes anteriores? La respuesta es que todos hemos
aprendido de sobra. Todos sabemos qué debía haberse hecho, el gobierno central,
el PP y Alfonso Rueda también. Pero resulta más fácil confiar en las corrientes
para evitar decisiones impopulares en navidad y a un mes y medio de las
elecciones. En una campaña donde los populares gallegos quieren que no pase
nada porque la baja participación ha constituido siempre el prerrequisito para
sus mayorías más absolutas, este desastre de los pellets contaminantes no podía
pasar y, si ha pasado, se niega hasta que nos salgan por las orejas.
No tiene razón el
conselleiro de Mar, Alfonso Villares, cuando sostiene que no hay que
preocuparse si comemos plásticos porque todo lo que entra en un cuerpo, sale.
Cuando lo que entra son pellets, incompetencia, propaganda y mentiras, lo que
sale es mierda.
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