EL DESAFÍO DE SUDÁFRICA
Va
a ser muy difícil que el tribunal de la ONU no reconozca los hechos y no exija
a Israel detener la masacre inmediatamente
RAFAEL
POCH
Ciudadanos gazatís detenidos por el ejercito israelí, en el estadio
Al-Yarmouk
de la ciudad de Gaza el 25 de diciembre. / Qudsnnews
“La ley
internacional no es ni verdaderamente internacional, ni genuinamente ley”, sino
ideología: una fuerza ideológica al servicio del hegemonismo y sus aliados y un
formidable instrumento de poder, dice Perry Anderson. Fundamentalmente la
“justicia internacional” es un espectáculo.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, ninguna guerra de Estados Unidos ha merecido la atención de la Corte Internacional de Justicia, principal órgano judicial de la ONU. Las invasiones y ocupaciones propias o de los amigos han sido bendecidas o silenciadas, mientras que las de los adversarios fueron condenadas cuando no objeto de intervención bélica. Todo eso ya lo sabíamos.
También sabemos,
desde los romanos, que es mejor un mundo con ciertas reglas, aunque sean
fraudulentas o no se cumplan, o solo deban observarlas unos pero no otros, que
la completa carencia de ellas. Al fin y al cabo, siendo el derecho el dictado
de los poderosos, es mejor que su ausencia. A veces hay resquicios en el muro
de los poderosos por donde se cuelan ciertas oportunidades de justicia.
La denuncia de
Sudáfrica a Israel por genocidio en Gaza es más que una de esas oportunidades.
Formalmente impecable, es un desafío abierto a Estados Unidos, la potencia que
tutela y bendice la masacre de palestinos desde hace décadas. El equipo
sudafricano, dirigido por John Dugard, que fue defensor de Nelson Mandela y de
Desmond Tutu y relator de la ONU sobre Derechos Humanos en los territorios
palestinos ocupados, pone en evidencia a los regímenes árabes, que han sido
incapaces de dar un paso semejante.
Las pruebas de la
denuncia sudafricana no son palestinas, sino de fuentes de la propia ONU, la
institución para la que trabaja la Corte Internacional de Justicia. Esta
masacre no solo ha sido retransmitida en directo a todo el mundo, sino que su
intención genocida viene corroborada por multitud de declaraciones de
autoridades israelíes.
Va a ser muy
difícil que el tribunal no reconozca los hechos y no exija ciertas medidas
cautelares preliminares de obligado e inmediato cumplimiento.
En tal caso, ¿cómo
quedarán todos esos países, entre ellos el nuestro, que suministran armas y
apoyo político a Israel? ¿Qué pasará con los perritos falderos europeos
cómplices del bloqueo de Gaza, especialmente Alemania, Francia y Holanda, que
han glosado el “derecho de Israel a defenderse”? “¿Se colocará Alemania por
segunda vez en el lado equivocado de la historia?”, se preguntaba el miércoles
la ministra belga de ayuda al desarrollo, Caroline Gennez.
El jueves ni el
principal telediario alemán, ni el francés, por no hablar de los americanos,
mencionaron la primera sesión de la vista en La Haya. El informativo de France
24 mencionó las “motivaciones de política interna” que explicarían la denuncia
sudafricana. ¿Qué dirán los medios de comunicación si la acción del Tribunal de
La Haya es medianamente decente, por ejemplo; si acepta la exigencia de que
Israel “suspenda inmediatamente sus operaciones militares en y contra Gaza”, que
cese y desista de matar y causar graves daños físicos o mentales a los
palestinos, de aplicarles condiciones de vida destinadas a destruirlos total o
parcialmente, y de imponer medidas para impedir los nacimientos palestinos, tal
como piden los sudafricanos?
Pero, ¿y si ocurre
lo contrario, si el tribunal actúa de acuerdo con la función para la que fue
diseñado y se niega a tomar medidas cautelares, lo que equivale a una luz verde
al “seguir masacrando”? Lo que presenciaremos
en ese caso será un capítulo más del “infame epílogo de Occidente”, un peldaño
más en la debacle del prestigio occidental y sus instituciones en el mundo,
cuyos síntomas estamos presenciando en una serie vertiginosa de
acontecimientos.
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