HUELGA GENERAL, INCENDIO EN EL PALACIO
Entre
300.000 y 400.000 personas marchan en Buenos Aires al grito de ‘la patria no se
vende’ contra el Gobierno de Milei. Las protestas en todo el país convocaron a
más de un millón y medio según los sindicatos
EMILIANO
GULLO
Manifestación contra el DNU de Milei frente al Congreso argentino
durante la huelga general. / Télam (Youtube)
Un hombre marcha por el centro porteño. Es uno de los cientos de miles que respondió a la movilización convocada por la CGT contra el Gobierno nacional. Viste traje a rayas, la corbata bien ajustada. Hacen casi 30 grados y el sol cae abyecto sobre el centro de Buenos Aires, vallado y con custodia extra policial para la ocasión. Está solo. O eso parece porque no camina acompañado por nadie ni bajo banderas con referencias políticas o sindicales. Quizá porque su vestimenta fuera de contexto lo vuelve un personaje pintoresco. O porque tiene apariciones bizarras en programas de televisión y, a veces, lo reconocen. Por alguna razón le ponen un micrófono y dice: “El motivo por el cual yo vengo a la marcha, digamos, es que este Gobierno quiere reproducir, digamos, el estado fascista de la década de los treinta donde era una alianza entre políticos y empresarios donde dejaban afuera a los trabajadores”. La nueva movilización tuvo los mismos protagonistas y la calle estuvo impregnada del mismo espíritu que ese estrafalario personaje resumió en febrero de 2018 a las cámaras de televisión, mientras promediaba el Gobierno de Mauricio Macri.
Ese hombre estuvo
ausente en la primera huelga nacional contra el Gobierno paleoliberal porque
ahora él es el presidente y encabeza la alianza fascista que este miércoles –a
poco más de un mes de empezar a gobernar– tuvo su primera respuesta popular con
una consigna máxima: “La patria no se vende”.
La marcha contra el
proyecto de Javier Milei comenzó mucho antes de que los dirigentes de la CGT
pidieran a los diputados que “no traicionen a los trabajadores”. Antes de que
unas 300.000 personas eludieran el protocolo antipiquete en todas las calles y
las avenidas cercanas al Congreso. Antes de que las principales ciudades del
país se manifestaran de a miles. Antes de que las protestas se replicaran en
Roma, Madrid, Berlín, Ciudad de México. Antes, también, de que el oficialismo
cambiara la fecha del tratamiento en el recinto, que iba a ser este jueves
y ahora no tiene fecha fija. Quizá el
martes. Quizá no. Primera señal de debilidad explícita. ¿Acuse precoz al primer
paro general o ya se le descosió el telar de alianzas? Ambas pueden ser
correctas.
Muchos no sabían
qué dictamen estaban firmando. Y al final, por las dudas, por torpeza, por
trampa, presentaron dos dictámenes distintos
Comenzó –entonces–
de madrugada, cuando los operadores de La Libertad Avanza hacían cuentas
maniáticas a ver si llegaban al número necesario para tratar el proyecto de ley
en el recinto del Congreso. A las dos de la mañana salieron del plenario con
caras de festejo. Ya tenían las 55 firmas para habilitar la discusión. Se
sabría horas más tarde, durante la jornada de protesta: muchos legisladores
habían puesto la firma en blanco, es decir, no sabían qué dictamen estaban
firmando. Y al final, por las dudas, por torpeza, por trampa, presentaron dos
dictámenes distintos. Es como si un estudiante presentara dos exámenes
diferentes para pasar de curso.
Las irregularidades
fueron denunciadas por el bloque que perdió las elecciones presidenciales,
Unión por la Patria, y que, en medio de las cuentas por el dictamen, sufrió el
primer sangrado legislativo. Un grupo de hombres propios –representantes de la
provincia de Tucumán– apoyaron el proyecto de Milei por orden del gobernador de
esa provincia (Osvaldo Jaldo, PJ) y anunciaron un bloque propio. Siempre al
ritmo del frenesí nacional, las lealtades parlamentarias van y vienen rápidas y
furiosas. El pacto del Ejecutivo con diez gobernadores provinciales (sobre 24),
clave para la vida del Ómnibus [una ley que pretende intervenir en todos los
sectores económicos], es más bien inestable. Por las dudas, apenas terminó el
acto de cierre de la CGT, el ministro de Economía, Luis Caputo, tiró de las
riendas desde su cuenta de X.
“Hoy mantuve una
reunión con el secretario de Hacienda y la subsecretaria de Provincias para
delinear todas las partidas provinciales que se recortarán inmediatamente si
alguno de los artículos económicos es rechazado”.
Miguel Ángel
Pichetto, senador histórico todo terreno (PJ, macrista, y ahora híbrido) le
respondió. “Tiene que dejar de apretar”. Algo así como “quiero, pero invítame
una copa antes”.
Puede que sean los
nervios. O la ansiedad. Los 4.700 millones de dólares que Caputo le prometió a
Milei a través del FMI todavía están fríos. Y el tiempo, en este país, escasea
más que el dólar.
Desde el escenario
levantado delante del Congreso, Pablo Moyano, el dirigente top del sindicalismo
tradicional, tomó la frase de Milei sobre Caputo –“Hay que sacarle a pasear en
andas” por el 25% de inflación– y le
invirtió el sentido. Moyano dijo: “Lo van a llevar en andas pero para llevarlo
al Riachuelo”. Querido lector, lectora, hagamos una apuesta. Mientras usted lea
este artículo el abogado de Moyano ya estará contando una sobre otra las
denuncias por esa frase. Amenazas, extorsiones, sobre todo. Contra Caputo no
habrá una línea judicial en su contra.
Abajo del
escenario, la movilización –que en realidad fue una concentración– tuvo más
tranquilidad que épica. Cerca de las 7 de la mañana comenzaron a llegar los
primeros organizados y para las 15 la plaza de los Congresos ya era una zona
para transitar en cualquier vehículo. Los ya clásicos “el que no salta votó a
Milei” y el “no se vende, la patria no se vende”. Muchos carteles con la cara
de Milei desfigurado, Milei cagando, Milei con la motosierra cortando
Argentina. Los colores de los distintos sindicatos, el verde sobre todo, el
color de Camioneros, el sindicato de Moyano. Y mucha bandera argentina. La
policía local tuvo sus momentos de show mediático cuando provocó a la gente
para que se desmadrara en algunas esquinas de la ciudad para ¿complacer a la
ministra nacional? Según Moyano, en todo el país protestaron más de un millón y
medio de personas. En Buenos Aires, entre 300.000 y 400.000. Para el Gobierno,
40.000. El acatamiento fue del 95 por ciento entre los afiliados a la
Asociación de Trabajadores del Estado, según su secretario general.
Paradojas de la
ideología, la única que cortó el tránsito fue la ministra de Seguridad,
Patricia Bullrich. Con tal de no permitir la llegada de más manifestantes desde
la provincia de Buenos Aires, ordenó que las fuerzas federales interrumpieran
por completo los accesos principales desde el sur de la ciudad. Como Caputo, la
ministra piquetera tampoco recibirá denuncias. (Nuevas, porque ya está acusada
de instigar dos asesinatos en su anterior gestión).
Con las calles
multitudinarias pero tranquilas y el fuego en el palacio, el hombre de traje
–aquel que había marchado en 2018 contra la alianza fascista– se expresó con
una foto en su cuenta de Instagram. La imagen –replicada de una usuaria– es de
dos gatitos. El texto dice “adopción conjunta, se encuentra en Nuñez,
Argentina”.
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