Ni casualidades ni cuestión
de estándares
DAVID BOLLERO
Imagen de hacinamiento
en las instalaciones de
Barajas. – Captura del
vídeo de RTVE.
Tras la sentencia del Tribunal Supremo que asegura que España retornó ilegalmente a menores marroquíes no acompañados en la frontera ceutí, Pedro Sánchez debería haber cesado fulminantemente al ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska. En su lugar, le regaló palmaditas en la espalda. No sólo eso, sino que tras su comparecencia en el Congreso en la que el ministro se regodeó en su inmundicia moral, reprochó a Cruz Roja que renuncie a seguir prestando atención en el aeropuerto de Barajas a las personas migrantes solicitantes de asilo por la insalubridad de las salas destinadas a ello. ¿Acaso los estándares de Derechos Humanos de Marlaska distan mucho de lo que recoge la Declaración Universal de Derechos Humanos y nuestro ordenamiento jurídico?
Basta
leer el artículo que hoy firma Jairo Vargas para darse de bruces con la realidad: hasta
400 personas permanecen hacinadas, a veces más de una semana, en las salas de
viajeros inadmitidos y para solicitantes de asilo del aeropuerto de
Barajas (Madrid). El proceso de registro de la petición y su admisión a trámite
o rechazo por parte de la Oficina de Asilo y Refugio (OAR), dependiente de
Interior, está desbordado. De tener que requerir cuatro o cinco días, ha pasado
a cerca de 15, tiempo durante el cual las personas que solicitan el asilo no
pueden abandonar las instalaciones.
El
hacinamiento no es el único problema: a estas intolerables condiciones que
sufren personas que llegan huyendo de dramáticas situaciones se suma que las instalaciones no cumplen un mínimo de salubridad, según denuncian organizaciones como
la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Las imágenes hablan por sí
solas pero, lamentablemente, no son nuevas.
El
Defensor del Pueblo viene haciéndose eco de numerosas denuncias desde al menos 2021, recomendando durante todo ese tiempo que se informe
debidamente a las personas solicitantes de asilo, facilitando la comunicación
con sus abogados y familiares; que no se proporcione la misma comida que a cualquier
detenido, sino adaptada a menores de edad, mujeres
embarazadas y personas con tratamientos médicos; que se higienicen y acondicionen las dependencias,
efectuando las reparaciones necesarias y llevando a cabo un sistema de
mantenimiento periódico adecuado para evitar la degradación.
Nada de
eso se ha hecho, a pesar de contar incluso con respaldo judicial y
policial, y Cruz Roja, que incluso ha
denunciado una plaga de chinches en las instalaciones, ha optado por suspender
la atención prestada como medida de protesta. En su lugar, la solución
que se le ha ocurrido a alguna cabeza pensante de Interior es trasladar al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE)
de Aluche (Madrid) a
las personas que llegan a Barajas solicitando protección internacional. El
mismo CIE que acumula desde hace años denuncias por malos tratos a las personas encerradas –que no internadas- y reiteradas violaciones de derechos humanos. Entidades que intentan desempeñar su labor
humanitaria en estas dependencias vienen denunciando que los abusos policiales y la falta de recursos sanitarios
las han convertido en "territorio hostil".
La
mayoría de las personas hacinadas en Barajas llegan de África, fundamentalmente de Somalia, aunque en los últimos
meses se han sumado senegaleses y marroquíes. Algunos de ellos llegan con
documentación falsificada y en lugar de atajar la causa por la que esto sucede, Marlaska pretende imponerles más trabas con la
exigencia de visados en tránsito. El problema real, como vienen denunciando
quienes llegan solicitando asilo son las corruptelas que se dan
alrededor de los consulados españoles en el extranjero, con el servicio de
citas en muchos casos externalizado y donde los sobornos para acelerar
los trámites están a la orden del día. Como en el caso de las
denuncias de la insalubridad de las instalaciones de Barajas, el titular de Interior que más tiempo lleva en el cargo
no ha movido un dedo.
Cuando
estalló la guerra en Ucrania y sus habitantes llegaron en masa a España en
busca de protección internacional, ninguna de ellas pisó un CIE; de hecho, se diseñó un procedimiento exprés para
saltarse los cauces administrativos habituales para obtener asilo.
Aquellas caritas rubias con ojos azules encontraron el abrigo que
merecían, imagen que choca con las miradas tristes de las personas negras
comidas por las chinches en Barajas. Personalmente, no creo en las
casualidades, como tampoco que el modo en que Marlaska pisotea los derechos
humanos sea una cuestión de estándares. Sencillamente, es otra cosa, póngale
usted nombre
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