DEFENDER HOY A LULA PARA
FRENAR AL FASCISMO
CARLOS AZNAREZ
Así
como Venezuela Bolivariana ha sido y es un laboratorio en el que se enhebran
todo tipo de agresiones para tratar de acabar con un gobierno de hondas raíces
populares, lo que se está viendo estos días en Brasil no le va a la zaga. El
matrimonio entre O‘Globo, el mayor holding mediático del país, con el Poder
Judicial supera todo lo visto en un continente donde no faltan motivos para
definir que cada vez se avanza más hacia formas totalitarias de gobierno y de
gestión.
Lo
de este pasado miércoles en el Tribunal Supremo brasileño hizo recordar en
parte a la bochornosa sesión parlamentaria en la que una jauría de diputados
justificaban su voto para facilitar el juicio político en el que finalmente se
dispondría el derrocamiento de la presidenta Vilma Roussef. La saña con la que
cinco previsibles magistrados fueron leyendo un guión previamente escrito y
dictado en las usina en la que intercambian pareceres representantes de la
Embajada estadounidense, ejecutivos de la cadena O’Globo y dirigentes políticos
de la derecha brasileña, sea convirtió en una muestra más del recurso de la pos
verdad. Sin otro argumento que cercar y posteriormente arrasar con las
intenciones de Lula de participar como candidato presidencial, los integrantes
del Tribunal mintieron y volvieron a mentir sobre el dichoso tema del
departamento playero que supuestamente el ex presidente habría recibido de una
empresa “agradecida” con su gobierno.
Si
faltaba algo para enterarse cómo y cuánto jugaron las presiones sobre un
Tribunal que se dice ecuánime, allí está el vergonzoso papel que jugó la
magistrada Rosa Weber, que en una parrafada tan extensa como inconsistente
cambió el voto que en otra ocasión había inclinado a favor de Lula para esta
vez condenarlo. Sin más razones que subirse a la ola golpista y sacar del
tablero al único dirigente que puede oponerse en las urnas y ganar a la
avanzada fascistoide que soporta Brasil. Weber sabía que su voto negativo a la
concesión del habeas corpus iba a pesar fuerte en la opinión pública. Adivinaba
que se repetiría un escenario parejo a la hora de que cada magistrado dé su
opinión y quiso mostrarse, junto con la presidenta del Tribunal, Cármen Lucía
(otra que bien baila a la hora de profundizar el golpe) como “imparcial” en su
juicio. O mejor dicho como seguidora de un lema que en el continente tiene
otros adherentes: “como te digo una cosa te digo la otra”. Por eso dejó abierta
la puerta de rever su voto negativo en una futura instancia. O sea, todos los
que se ofrecieron a ratificar la condena a prisión de Lula en este TSF amañado
por el golpismo y presionado por los militares, lo han hecho basados en la
necesidad de frenar sea como sea la ofensiva anti-neoliberal que el ex líder
metalúrgico representa. Junto a Nicolás Maduro y Evo Morales, Lula conforma la
trinidad que podría facilitar la restauración de tiempos mejores para los
pueblos de Latinoamérica y el Caribe. Pero Brasil significa mucho para que el
Imperio corra el riesgo de perderlo ahora que se hizo con el timón, por más que
Temer no de ni siquiera la talla del perfecto felón.
Por
esa razón, por el odio de clase que alberga el pensamiento de la oligarquía
brasileña, hija mimada de las políticas de Washington, no solo están decididos
a quitar al candidato más popular del tablero, sino que incluso, si no lo
pudieran parar “legalmente” estarían dispuestos a asesinarlo. Algo que la
militancia que habitualmente rodea a Lula no debería descuidar ni descartar.
Visto
lo visto, hay que asimilar el golpe judicial y no retroceder en la instancia
más preciosa que el dirigente del PT puede mostrar como acumulado histórico: el
apoyo de los sectores más comprometidos del pueblo obrero, campesino y
estudiantil que todos estos meses lo ha defendido y aclamado en las calles.
Hay
que entender de una vez por todas que el poder fundamental no radica en las
instituciones burguesas y en una democracia corrupta y manipuladora, sino en la
acción directa, en los cortes de carreteras, en las movilizaciones masivas, en
la necesidad de que se decrete una urgente huelga general.
Como
ayer, como siempre, el pueblo deberá apelar a las armas que mejor maneja y que
surgen de su rebeldía y protesta frente a quienes quieren avasallarlos. No se
trata de invertir tiempo ni esfuerzos en “defender" la “d emocracia”
actual, como proclaman ciertos dirigentes, todo lo contrario: hay que procurar
demolerla porque es la principal herramienta que utilizan los enemigos de la
causa popular para encorcetar sus ansias de liberación nacional y social. El
golpismo de los “demócratas” debería ser arrasado por los constructores de un
poder de nuevo tipo, inclusivo, sin explotadores ni explotados, sin impunidad
para los nostálgicos de la dictadura de los 60, sin ataduras al imperio. No hay
vereda del medio cuando lo que se viene encima son los Bolsonaro y sus
paramilitares fascistas. Si realmente se quiere defender a Lula hay que poner
el cuerpo desde abajo y a la izquierda y pelear unitariamente por una nación
diferente, igualitaria, socialista. Donde la reforma agraria no quede en
promesas de campaña, como hasta el presente. Es la hora de generar un Brasil
paralelo, que se autogobierne y genere bolsones importantes de poder popular.
Con los Sin Tierra y los Sin Techo, con el Frente Brasil Popular y también con
la incipiente llama unitaria y antifascista que rodeó a Lula el domingo pasado
en un acto de masas en Río.
Cualquier
otra receta, que no contemple definiciones anticapitalistas y
antiimperialistas, incluso las tradicionales del reformismo y el
neodesarrollismo ya fueron probadas y además de fracasar abrieron
indirectamente las puertas por las que se coló esta derecha que hoy impera.
En
el Brasil de hoy la partida es al “todo o nada”. No alcanza con gritar “Fora
Temer” sino de crear rápidamente las condiciones para que él y todo su gabinete
surcado por la corrupción se derrumbe. De lo contrario habrá fascismo para rato
y se sabe las consecuencias que eso genera.
Con
Lula en libertad o con Lula en la cárcel, su liderazgo y el apoyo de quienes
han proclamado defenderlo en Brasil y el continente deberían alcanzar para dar
vuelta esta amarga circunstancia. Lo peor sería no intentarlo.
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