jueves, 26 de abril de 2018

U N C I A, por José Rivero Vivas


U N C I A
José Rivero Vivas
UNCIA

José Rivero Vivas
Sereno, grave y con voz cadenciosa,
modula Rodrigo el son a su nieto:
deja, muchacho, estar hasta el final del día;
lírica melodía,
de eximida cantata, renueva el nostálgico recuerdo.
Ajeno a fuga tras ardua derrota en histórico río,
franco de llanto desolado por alcazaba y reino,
oferta, artero trastrueque, un fogoso caballo
-quizá humilde jumento-,
exonerada vivencia, de blancas manos provisora
-virtuosa actitud de libre conciencia-,
sin as oneroso, sino el peso de mis alados sueños,
magnánimo don, inepto para legar material riqueza
y liberal fruir su monto en ámbito dilecto.

Cuando nada conduce a la esmerada sanción
del príncipe esplendente,
exhiben deidades cúmulo incierto:
largos años de cruda insolvencia es suma y compendio;
no habrá de importar la cola del cometa,
en angosto pasillo,
donde huelgan las dependencias del edificio,
sin que nadie se preocupe de poner remedio,
pírrica solución,
al pandemonio deliberadamente denso.

La fiebre del metal precioso atrajo iniquidades
al punto neurálgico de inmensa propiedad,
donde rebotan añicos del cristal roto
en aras felices de próvido salvamento.
Ninguno habrá de ser eficiente
por su aporte de precario puesto laborioso:
preferible es mostrar desnudo el caos,
aunque redunde en miscelánea de cursi desperfecto.

Detrás del gran estanque,
donde la variedad de flores endulza el tedio,
desalmada se escucha trivial desaprobación supina
con pretensión de inquino embargo del furor longevo.
Ignora el mundo,
ufano en su bondadosa ficción,
de noches interminables el padecimiento;
de suyo se desprende:
la enorme cuantía de dificultoso trecho,
atesora ciencia, valor y fruto:
suprema dádiva, que el deslizar de la vida
sedimenta, filtra y acopia fortuna en afable seno.

Rediviva impronta en situación desesperada,
cual forzoso repliegue del ánimo suspenso,
cuando en avance se escucha el arrogante estímulo,
cuya óptima presencia altera el hecho;
ceremonioso impacto,
sujeto a redes sociales el lúdico juego:
práctica de menesteres y extensión rumbosa,
confusión y amago de estéril enredo;
distribución aplazada de bienes inmuebles,
tema inalienable, surto para infundir miedo.
No es cuestión de incidir entre los demás convictos,
mito de ausencia, por debilidad palpita lejos.
Su escualidez persiste, a pesar de exquisitos manjares,
desdoro emancipado de odalisca en serrallo hermético.

Pintar hoy la mies madura no implica
emulación de aquel cuadro del holandés en tormento;
habrá amantes que torpes decidan enojarse
antes que hacer las paces
y gozar efusivamente un amor sincero.
Pero el áspero contexto tergiversa el encomio
y premioso derruye la edificante enseña;
inútil por tanto incitar odio, rencor y despecho 
hacia quien ladino dispone y aun mal decreta:
armas, micrófono y pantalla son sus pertrechos,
a más de artes y letras;
la expedita legión, agazapada en su embuste, 
coadyuva al daño inflicto sobre el adicto ingenuo.

Engalanado su esbelto y cimbreante talle,
vestido de seda y recamado percal,
sola aparece sobre el universo
a la procura de dar sentido a tu rica juventud,
como cosa propia de enseres prestos
a resarcir la enmienda
de injusta cruzada y fútil portento,
mengua de gloria en seres que han tributado
al goloso bienestar del que te sientes dueño.
Por grima de tu sino,
negros artífices mendazmente te arrebatan
la cuenta sublime de este prodigioso ensueño.
Tu negligencia y falta absoluta de ávida previsión,
te lleva a considerar estar en posesión de la clave
 -omnímoda sapiencia-,
merced a ese rabioso juguete de excepcional apego.     

En tono fastidioso y aire accidental esparcido,
colmado de impaciencia, de insensibilidad y remedo,
con talante insolente, cruel, harto irrespetuoso,
increpas a tu ancestro.
Palabras de mentes juiciosas, claro denuncian:
de noche, en ambiente endurecido por el frío,
tratas de hallar apoyo en gente insulsa,
alienada en su predio
la diosa rubicunda del estío.
Al amanecer del demoledor perfil inacabado,
con infame sevicia escarneces su senil aspecto,
y, en simple alternativa a la horrenda visión depauperada,
poso ennegrecido en fondo abisal,
pretendes, a su ominosa traza, dar pulcro aderezo.

Cuán omiso reflejo
propugna esa indigna gestión de tu medianía social:
facundia desbocada hacia el abuelo
cuyo patrimonio no comporta finca ni dinero.
Privado de región o menceyato,
quito es de condado y honor de guanarteme
-siquiera figura de page o palafrenero-,
en prieta sociedad, víctima de su egoísmo,
no luce paladín
arco de albo valido ni de audaz caballero                                                                               
 
Impávido fomentas aquel antiguo vicio
de escudriñar travieso
al que hambriento de acumulación desmedida,
repudia a quien batallas gana después de muerto;
tal desmesura conlleva herir su fibra íntima,
sin obtener indulgencia en su recto proceso.
Cautivo del desencanto derramado en torno,
inocente recurres
a la connivencia de astros de humo angélico,                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        
solapada cohorte de barniz y oropel,
que entusiasmada se adhiere a nubes sedientas;
confirmado su principio de insaciable elenco,
sumiso se pliega al dador dorado
-enmarcada sombra de equis gobierno-,
lícita representación de mixto ejercicio:
autor del fementido vaivén que vibra enhiesto,
entrega y sinrazón
de una ética disoluta para maquinar su medro.

Ríe, chico; ama, flirtea y degusta
con espontánea frescura y donoso recreo:
advenimiento oportuno de mundo virtual;
hipérbole jugosa
fascina y empalaga con su ritmo frenético;
hoy huraño te eriges
y renuente desdeñas el elixir del cuento,
referido a la comba esquiva de aire y primor,
inédita procedencia del sector opuesto,
cuando fue el adivino
quietamente hallado sobre piedra angular,
refractada su imagen, con focal centelleo,
en nítida esfera de azul turquí.

Un día después, ebrio,
suave adelanta, en prímula oriental,
la noche duradera del mítico unicornio;
salta a la fina palestra, con cauto denuedo,
el halo adormecido,
y el ángel exhibe con imponderable celo
el collar de zafiros engarzado:
obvio predicamento
de un ser delicado a la intemperie expuesto.

Vuela el ave por encima de la cascada
cual si buscara suplir la fusión hallada en mar y viento.
Reinstaurada al fin la mota de paz,
deslumbra la belleza de esa hembra,
lesa de ardor guerrero,
sin menoscabo de su altivo avío,
hostigado en súcuba insolencia consentida.
A sabiendas, no mató ella a nadie en concreto;
aunque reza acusada, carece de coartada
y se desvanece su frágil demostración de inocencia.
Mas, docto y suspicaz, el indagador primero,
su recurso es la ancha claraboya
cuyos rayos de luz inundan el aposento:
soslayada la encuesta,
presupone cierta su estancia en bursátil gatuperio.

En pleamar jubilosa
rebosante de espuma y color añil intenso,
aparte de náyade con quien departir extasiado
luengas demoras de deprimente y pesada soledad
-escena reprimida-,
van cincelando mi semblante de multiforme asedio.
Mis ojos reducen fulgor y sus pupilas languidecen
a la vista de aquel lindo romero,
falto su aliño del más preciado ingrediente.
Mi frente se exhibe sin eficaz pulimento,
ahíta de espasmos, abandonada
a la demoledora acción de lluvia, de sol y de cieno;
maravillosa pócima de fúlgida ilusión,
zanjada en conmoción por inocuo motivo escénico.
Nunca fui de rutilante mirada
ni acrecentó mi pasión por velado misterio;
componentes de antiguo óvalo mis mejillas,
aguzadas muestran mi faz en su preconcepto:
se pierden hundidas en rasos hoyos decrépitos;
hay cierto impacto notorio en el mentón, que desproporciona,
rompe el compás y la armonía en lapso adusto y señero.

Antes de visar idónea satisfacción
busca hallar condimento
en tierno romance nunca de amante logrado;
brillante escarapela de excelso grado imprime
bodas celebérrimas en mitos y leyendas:
de un cansino icono, tal fuera el debate a su respecto.
Deplorable compostura de hombre ya caduco,
jungla fue ayer la que hoy es árida y desértica ladera,
donde algún cacto persevera de tono gris, ceniciento.
La impermeabilidad,
con la cual oyera lo no rogado,
desaparece paulatina, segura, de firme arresto.
Esta es mi prima efigie:
la estampa que de mí, mi rostro y mi cuerpo
fraguan las horas de tácita existencia desventurada:
la senectud, horizonte angosto, extiende su feudo,
memoria equinoccial de arribada extrema.
Aun cuando no me arredre su dictamen,
me aflige la rúbrica de avanzar hacia lo inerte y yerto,
aprensión definitoria, inexorable aunque humana.
Angustia, empero, contemplar la triste mudanza
sin que la voluntad participe del imperioso gesto.

La florecida retama expande su aroma
desde la cumbre nunca hollada
hasta las aristas del valle de reposo austero.
La dama disipa su enojo con sutil elegancia,
vívida querencia de inusitado desvelo;
no es marquesa la señora, aunque selecta luce;
ajena a realeza, aristocracia y pamema,
sosegada pondera el grácil efecto
del modoso escrutinio,
cuando su figura seduce a quien la mira discreto.
Sola navega en airosa fragata,
con dotación adiestrada como hueste bélica,
por mares distantes, altos, abiertos,
disimulada su cara tras las ondas de su cabello.
Temeroso de aproximarte a su vera auténtica,
inconsciente rehaces el trauma de este cuenco
donde apenas cabe el hervido de gofio,
del antepasado guanche mejor alimento.

El sello milagroso de unos ojos rasgados,
difusa raíz inusual de fluir esotérico,
es magia trascendente en la integridad del ser,
resonancia especulativa de siglo pretérito;
diferido su aura en la carrera emprendida,
establece coordenadas de mimo y contento,
oda que el suspiro canta al oído
del alma acongojada tras honda turbación,
audacia pasional y pálido bosquejo,
estado de frustración incontestable,
en que has de volcar energía sobre tu anhelo
de constante deriva,
y lanzar sonriente tu síntesis completa,
vivo discurso al vuelo,
por ignorar la mísera cláusula insidiosa:
condiciona el erario de tu frugal herencia,
recibida, no obstante, en agrado y noble asiento.

En prueba de muy solidario vínculo,
atiende pues a la espléndida encomienda:
Revive complaciente tus heráldicos fueros,
erguido encima de esta inverecunda epopeya,
y eleva dignamente tu almo sentir al cielo.
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José Rivero Vivas
UNCIA
Santa Cruz de Tenerife
Islas Canarias
Marzo de 2018
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