T A I M A
Cuento
José Rivero Vivas
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____Del libro:
FULGOR ROMÁNTICO
José Rivero Vivas
Obra: N C.08 (a.18)
(ISBN:
978-84-17764-20-3)
D.L.
TF 9 - 2019
Ediciones IDEA,
Islas Canarias.
Año 2019
José Rivero Vivas
TAIMA
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-¡Tramposo!
Restalló la
voz, bronca y estropajosa, ofensiva y agresora.
Los murmullos se recogieron y los ánimos descendieron ostensiblemente; no se oía un susurro apenas. La atmósfera, llena de vahos alcohólicos, humo de tabaco y olor de petróleo, quedó en momentánea quietud, seca y compacta; se la notaba espesa y cargada, como la tensión misma, que casi se podía palpar y pinchar, de rígida y gruesa.
Dan se
estremeció ante la provocación, reto insoslayable que había de afrontar sin
excusa ni remisión.
-¡Tahúr y
rufián! -repitió la misma voz, todavía más colérica
Al sentirse
nuevamente interpelado, Dan tembló y cambió de color repetidamente. Ahora
lamentaba haber aceptado la invitación de aquel forastero, que resultó ser
abominable.
-¡Darás
gañidos de cerdo! -amenazó aquel tipo, de terrible semblante, barbudo y de
expresión maligna, que guiñaba los ojos hasta hacerlos pequeños, como de hurón
avieso.
Dan, pobre
hombre, sintió de veras haberse sentado a jugar con aquel fullero odioso.
Carente de arrestos, sin embargo, no acertaba a balbucir lo que sus labios
insinuaban; los contraía, pero nada de ellos brotaba. Apretaba sus manos y se
retorcía, en convulsión aguda, como bicho cobarde, engurruñado en sí; mas, no
se erguía ni presentaba cara.
-Te voy a
matar -sentenció el pistolero-; rápidamente, sin titubeo ni martirio. Sacaré el
revólver y... ¡pam, pam, pam! Listo: te
quedarás fiambre para siempre.
-Pero...,
pero... ¡Si yo no he hecho trampas! La suerte me ha favorecido. Nada más. No se
enfade usted.
-¡Venga,
babieca! Atrévete, como los hombres: enfrenta la realidad -y hacía una mueca
horrible, dejando ver sus dientes, amarillos y feos.
Temerosos
los restantes jugadores, se habían levantado de sus sillas y, precavidos, se
habían alejado de la mesa. El silencio, salvo la voz de los protagonistas del
drama en ciernes, quedó impuesto en el ambiente desde el instante en que fue
proferido aquel insulto, imperioso y tajante. Los asistentes al local no osaban
rebullirse en sus asientos y las otras partidas habían cesado por ensalmo.
El tipo de
la cara malvada, paseando su vista por el salón, lo observaba todo; miró a
través del espejo, y, el barman, al sentirse avizorado, pegó un bote detrás del
mostrador y dejó caer un vaso, que tenía en las manos, con el consiguiente
estrépito causado por los vidrios rotos. Los asiduos, sabiéndose vigilados por
aquellos ojos minúsculos y brillantes, no se atrevieron a reaccionar con la
libertad que el incidente requería, quedando forzados a contener el acceso de
risa que pugnaba por convertirse en estruendosa carcajada. El sujeto mal
encarado fue el único capaz de hacer ¡ja!, con ademán grotesco, intentando
aparecer risueño.
Cuando se
cansó de la tirantez sembrada en el ámbito, por causa de su matonismo, se
sintió aburrido de cuán pasivos se mostraban los clientes, y lanzó sus bravatas
en forma de exabruptos y palabras soeces; entonces gritó a quien hubo elegido
como víctima.
-Mira,
voy a poner mi revólver sobre la mesa, y tú harás lo mismo con el tuyo. Luego,
a una señal convenida, vamos a ver quién llega primero y... ¡pam, pam, pam!,
quita de en medio al otro... ¡Ja, ja, ja! -se oyó su risotada brutal, síntoma
inequívoco de su tremenda crueldad.
Dejó
su revólver como hubo dicho, y, con la mano extendida por encima del arma, sin
dejar de asaetear a su contrario, le instó a que hiciera lo propio. Después, se
dirigió al barman:
-¡Tú!
Cuenta espaciadamente y estrella un vaso contra el suelo al decir ¡tres!
El
aborrecible individuo seguía escrutador, espiando en torno con su inquisitiva
mirada. Sacó un cigarro del bolsillo, se lo puso en la boca y lo encendió,
raspando la cerilla en la suela de su bota; en seguida, dio unas chupadas;
apartó el puro con su mano izquierda, echó humo al aire y, jactancioso, volvió
a enseñar sus dientes.
A
todas éstas, Dan estaba bañado en sudor, y un escalofrío le corría la espalda.
Sabía que iba a morir y... moriría porque, de los presentes, no había quien le
echara un mano; no existía allí ningún valiente ni ningún temerario tampoco.
¡Ah, si Robert llegase ahora! Pero, su amigo no podía venir, que salió con una
partida de ganado y estaría ausente una larga temporada. ¡Qué lástima!
-Bueno
-gritó aquel fulano, de repugnante catadura -¿Listo?
Dan,
resignado, dio su conformidad con un gesto de cabeza, mientras se frotaba insistente,
en los costados, las húmedas palmas de sus manos.
El
vil facineroso hizo señas al barman, quien, más pálido que la víctima, miraba a
sus parroquianos, como pidiéndoles parecer sobre la conducta a seguir; pero,
ellos, bravos y audaces en otras circunstancias, seguían medrosos, aunque no
indiferentes, el desarrollo de la contienda.
-¡Venga!
-ordenó ufano el fanfarrón-¡Date prisa!
El
barman tomó una copa grande, de fino cristal, expuesta en la estantería; la
levantó, con ambas manos, por encima de su cabeza y carraspeó mucho, varias
veces; acto seguido...
-¡Una...!
Su
voz sonó falsa y mal timbrada; pero, logró sumo efecto, al dejar, si cabe, la
sala todavía más silenciosa.
El
temible malhechor, como si tal cosa, fumaba displicentemente y descuidado,
echando humo al aire, cual si el duelo se celebrara a distancia y le fuera
ajeno; al mismo tiempo se regañaba, en mueca tremebunda, tratando de intimidar
a su oponente, que acurrucado sobre sí mismo no sabía si reír o llorar, aunque,
compungido, no cesaba de tragar nudos, como velero en alta mar. No obstante la
certeza de su muerte, Dan permanecía estoico, clavado en su asiento,
consciente, quizá, de su sino fatal.
El
barman volvió a carraspear y, muchos se asustaron cuando...
-¡Dos!
Su
voz sonó menos aflautada, lo que logró gran expectación en la sala. Incluso el
despreciable farruco se mantuvo pendiente de su instinto de conservación. Se
quitó la tagarnina de la boca, la colocó sobre la mesa y preparó su mano
derecha. Achicó aún más sus ojos y los clavó en los de su adversario, que, a su
vez, se había encogido mucho, como para escabullirse, y se frotaba la mano
derecha contra su costado al tiempo que se agarraba el otro muslo con la
izquierda. Ambos estaban ligeramente inclinados sobre la mesa, aguardando en
actitud felina a que la señal fatídica fuera pronunciada.
El
barman también se había concentrado en su papel; estaba serio y nervioso,
aunque un poco inflado y enfático. Miró en derredor, gozando de ver la atención
puesta sobre sí; luego, sin carraspear esta vez, dijo:
¡Pam,
pam, pam!
-¡Tres!
¡Clinc!
-
Hubo
fraude: no todo fue al unísono. Pero, ya el repulsivo asesino, encañonando a
los testigos, se había puesto el cigarro en la boca y se relamía feroz,
mostrando, con risa sardónica, su superioridad manifiesta.
Dan, en
cambio, rodaba pesadamente al suelo, con la frente destrozada por los disparos
descerrajados, con ventaja, por el arma del gunman.
The
ugly fellow separó las fichas, y, en movimiento giratorio, conminó a los
presentes a situarse en un rincón; una vez logrado este propósito, se fue al
barman y le obligó a realizar el cambio, guardándose el dinero seguidamente.
Pidió un whisky que, con mucha flema, lo bebió a pequeños sorbos, hasta
finalizar el trago; luego...
-¡Ja,
ja, ja, ja!
Sonaron
dos disparos al aire y las puertas batientes que se movían. Segundos más tarde
se oyeron los cascos de un corcel que se alejaba en busca de la extensa
pradera.
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José Rivero Vivas
TAIMA
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Del libro:
FULGOR
ROMÁNTICO
José
Rivero Vivas
Obra: N C.08 (a.18)
(ISBN:
978-84-17764-20-3)
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Islas Canarias
Agosto de 2020
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