miércoles, 12 de agosto de 2020

LA DESMEMORIA

 

LA DESMEMORIA

Que Juan Carlos era lo que mi madre llamaría un perdulario lo sabíamos tirios, troyanos y cualquiera con conexión a internet, pero que tuviera que venir la caverna a cargárselo nos lo deberíamos hacer mirar

GLORIA ELIZO

“Échame a mí la culpa de lo que pase…” se tararea hoy en los mentideros de Marbella, repasando los santos de la prensa traída de la capital del Reino mientras se apura el brunch con las tostadas francesas.

 

Anda estos días la derecha patria un poco nerviosa, conteniendo los aspavientos, teniendo al asesino en casa y buscando cómo culpar a alguien –da igual Pedro Sánchez, que Podemos, que los catalanes, que el contubernio judeomasónico– por la espantada del Borbón, camino del inclemente olvido.

 

“... cúbrete las espaldas con mi dolor...” repite su mente en bucle mientras se afanan en señalar al chivo expiatorio del “pacto constitucional”, ese del que todos se saben cómplices mientras borran de la agenda el teléfono de la agencia Cenyt. Saben que esta huida marca el fin de una época de la que otra vez saldrán indemnes, bien forrado el riñón y sin antecedentes, dispuestos a conseguir, de nuevo, ser ellos los que escriban la historia.

 

Andaba la españolísima derecha entretenida en culparse a sí misma del carajal político de sus luchas fratricidas, las mismas que le van a costar no volver al Gobierno en décadas, cuando de pronto cuatro troncos, por un quítame allá unas grabaciones y unos años de cárcel, han conseguido el sueño húmedo del falangismo español, tantas décadas ahogado a base de comisiones, impunidades y títulos nobiliarios: cargarse a Juanito, el “niñato de la CIA” –que diría el marqués de Villaverde, que Dios tenga en su Gloria–  y dejar hecho un solar el monte de la Zarzuela.

 

Que vale que el Borbón juró los principios fundamentales, y era un traidor, y un don nadie, y un poco golfo como todos, y tenía sus cosas como cualquiera en Suiza, pero estas cosas se hablan antes, que luego vienen los desarrapados y te montan una república de esas bolivarianas en menos de lo que se te carga el iPad.

 

¡Ay! ¡Quién nos iba a decir a tantos republicanos acallados por el régimen del 78, ahítos de las mentiras a voces del rey campechano, paladín de la democracia y hacedor de constituciones, que iba a ser al final Pepe Villarejo, el más listo de los mimados integrantes de la brigada político social en aquellas Vascongadas de los estados de excepción de los 70, tan enrollao y tan profusamente condecorao por sus indesclasificables “servicios” –junto al nazi Roberto Conesa y el “simpático” Billy el Niño–, el amigo de la familia Cospedal –hada madrina de Pablo Casado–, quien al final pusiera de patitas en el extranjero al Borbón, vía teocracia petrolera y jet privado. Que iba a ser Juan Villalonga de Credit Suisse First Boston Telefónica Univision y otras yerbas, ubicuo pijo de la pijería, compañero de clase del aznarato en el Pilar, ilustre y presunto defraudador fiscal, como Dios manda, quien iba a coger aparatosamente, de un derrote cornigordo, al emérito en un natural con toda la plaza en pie!

 

 

 

Ya nos vale. Que Juan Carlos era lo que mi madre llamaría un perdulario lo sabíamos tirios, troyanos y cualquiera con conexión a internet, pero que tuviera que venir la caverna a cargárselo nos lo deberíamos hacer mirar. Lo sabía hasta el último ujier de Zarzuela y lo callábamos todos como se calla lo que ya no es para nadie noticia, fundamentalmente porque nunca se va a publicar. España es asín.

 

Tanto como sabíamos que su todavía majestad jamás pudo fiarse de esa biutiful gentuza y no le quedó más remedio que borbonearla con la paciente discrecionalidad de quien administra indultos, adjudicaciones y títulos nobiliarios. El centro neurálgico de la impunidad que el sagrado pacto constitucional colocó en la inviolabilidad de la Corona, ese lugar desde el que ni la democracia, ni el Estado de derecho te afectan, donde la prensa no mete la nariz y donde las leyes sirven para hacerse rico saltándoselas. Vamos, lo que viene a ser el estraperlo franquista de toda la vida, pero con “la billetera a la izquierda” y la complicidad de todos los que ahora buscan culpables entre lágrima y lágrima de cocodrilo Lacoste.

 

“Y que una nube de tu memoria me borre a mí”, a ti, y a todos tus compañeros, delitos y delincuentes, cuentas en Suiza y chantajes en Estremera, cuadros en Baqueira Beret... Que el mejor amigo del establisment siempre fue la desmemoria, y que por eso en España la desmemoria es amnesia. Que lo importante es que la gente de la cárcel sea fuerte y aguantar el ruido en los titulares. Total, “nos conocemos, nos queremos, nos respetamos, lo demás merde”. Aquí nadie ha nombrado a nadie su sucesor ni a título de rey ni de consejero delegado, aquí no hay golpes de Estado ni pelotazos, aquí lo que hay es una democracia ejemplar y un bipartidismo amable amenazado de siempre por los rojoseparatistas enemigos de España. Y si tiene que venir una república que venga. Pero con orden.

 

Tanta desmemoria solo tiene el problema, y es lo que se barrunta don Felipe de Borbón y Grecia (que se dice pronto), de cómo legitimar esta cosa de la monarquía que parece que ya no le vale a nadie si no es para redimir todas las golfadas de una generación que envejece sin un 23F que llevarse a las rotativas y otra generación que no le ve el interés a esto de mantener un espacio de impunidad por herencia de la bruma, de la ausencia, de la nada... y menos ahora que amenaza lluvia y ya sabe a quién le va a tocar otra vez mojarse.

 

Que a la fuerza exilian y hace bien Su Majestad reinante en soltar amarras no solo con su padre sino también con los “amigos” de su padre, los mismos que ayer le aconsejaron pegarse un tiro en el pie –perdón por la metáfora borbónica– en Catalunya y que hoy lo defienden con la misma eficacia bananera con la que alegremente trituran la Constitución, la bandera o la fiesta de los toros.

 

Es probable que a estas horas Don Felipe ya haya aprendido en corona ajena que a los fachas de pulsera solo le mueve fomentar el ahorro internacional y la crispación nacional. Lo primero les permite salvarse de España y lo segundo salvar a España que, como todo el mundo sabe y López Madrid nos recuerda, a veces “es un país muy difícil”.

 

Yo no soy nadie para dar consejos y menos a un rey en su trono pero, aunque solo sea por disentir de Vox cuando le aconseja preparar un golpe de Estado, creo que, salvo que sea para pararlo luego, sería mejor buscar una solución un poco más innovadora e incluso hasta constitucional.

 

Que es verdad que lo único malo de ser rey es que no tienes más legitimidad que la represión golpista... o la herencia esa a la que dices que has renunciado, y que vienen malos tiempos para ir por la vida sin la legitimidad puesta. Que se coge un constipado republicano por culpa de unos recortes holandeses y acaba uno en no se sabe bien dónde, sin que nadie de los tuyos diga más “¡ay!” que “¡qué malo es el coletas!”.

 

Que es verdad que es mejor arriesgar un órdago que perder de muerte dulce al tran tran de la Historia. Pero anda la legitimidad muy cara en el mercado de futuros como para comprársela de saldo a los cachorros de Steve Bannon, que les hablan en rublos y no conocen ni a su madre.

 

Majestad, aún está a tiempo de pedir al presidente que le proponga convocar un referéndum de esos del Art. 92 sobre su augusta figura, mientras todos los fachas del reino se lanzan a su cuello “socialcomunista”. Quizá alguno hasta le vote a favor su monarquía, que hay mucho cayetano despistado con esto del trifachito. 

 

“Sabes mejor que nadie que me fallaste…” tarareaban ayer mismo, bajito y a coro, media docena de señoros de rizos engominados, en esa terraza que está ahora tan de moda en Puerto Banús, justo al mismo tiempo que TVE emitía un documental de “Juan Carlos, ese hombre”.

 

Tómeselo en serio. Haga un referéndum. Yo no le voy a votar. Pero, hágame caso, estos a la mínima le van a dejar tirado con un porrón de millones en una playa del Caribe sin ni siquiera un mal tratado de extradición que echarse al Supremo.

 

Usted verá lo que prefiere.

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