EL VERGONZOSO HISTORIAL DELICTIVO DE LA LEGIÓN A SU PASO POR
FUERTEVENTURA
EDER MITXELENA FORONDA
Otra forma de terrorismo de estado
Los majoreros y la Legión española vieron cruzar sus caminos entre 1976 y 1995. Hasta entonces, hogares con la puerta abierta y dejar el coche sin cerrar con llave, había sido el proceder normal en una isla en la que prácticamente todos, menos de 20.000 habitantes, se conocían. En 13 años se habían denunciado dos robos de vehículos. Solo en enero de 1976, hubo veinte robos. ¿Qué había cambiado? La respuesta es sencilla. El Gobierno había metido una extraña forma de terrorismo de estado en esa idílica isla.
Algunos consideran
a la Legión un cuerpo de élite. Otros, para que negarlo, me incluyo, un nido de
descerebrados y psicópatas. El hecho es, que además de lo mejor de cada casa,
delincuentes comunes de medio mundo redimían sus condenas si a cambio se
alistaban en el grupo de la famosa cabra. La combinación de lo más fascista y
“grillao” del territorio nacional, con lo más lumpen de otros estados, daba
como resultante una cuadrilla ingobernable que además debía ser precisamente
liderada por mandos franquistas que se negaban sistemática y conscientemente a
abandonar sus métodos de disciplina a base de humillaciones, que degradaban al
ser humano a la mínima expresión de lo que se supone que es.
Instalado allí
desde 1958, el Tercio Don Juan de Austria inició su traslado con la huida y
abandono del Sahara por parte española, en 1975, tras la Marcha Verde. Ya en
Fuerteventura, los robos, atropellos, atracos, secuestros de barcos de recreo e
incluso aviones de pasajeros, narcotráfico, prostitución, allanamientos de
morada, voladuras, atentados, peleas con los lugareños… hicieron de la isla un
“paraíso”. Por no hablar de la expropiación de tierras a las familias o las
molestias y peligros que de por si suponen los campos de tiro y maniobras
propias de los militares. Por si esto fuera poco, el paso de la Legión por
Fuerteventura iba a suponer 7 muertes en escasos seis años desde el día de su
llegada, las dos primeras en los cinco primeros meses, además de otras muchos
asesinatos cometidos por ex legionarios que se quedaron a vivir en las islas
Canarias.
El 27 de abril de
1976, Pablo Espinel de Vera, de 43 años y alcalde pedáneo de Guisgey, Puerto
Cabras, trabajaba en la cuadra que tenía junto a su casa. Dos legionarios, de
un grupo de cinco, se acercaron, armados, para pedirle algo, por las buenas o
por las malas. Le dispararon un primer tiro e hizo el intento de llegar a casa
y coger su escopeta de caza para defenderse, pero sería ametrallado antes de
poder hacerlo. Para lavarse las manos, a aquellos que la liaban, el ejército
los consideraba desertores, aunque hubiesen cometido el crimen una hora después
de salir del cuartel. Así fue en el caso de Andrés del Teso y José Gaspar
Piris, condenados a 30 años por este asesinato.
Apenas dos semanas
después, los chicos del Tercio volvieron a “regalar” un muerto a la isla. El
día 12 de mayo, cuando Fuerteventura se preparaba para la visita del Gobernador
Civil, legionarios a 140 kilómetros por hora en un coche robado, chocaron de
frente con el vehículo en el que iba el Presidente del Cabildo Insular,
Santiago Hormiga Domínguez, de 59 años. Tras dos semanas hospitalizado con 7
fracturas de cráneo, murió el día 26.
El año siguiente,
según informe presentado en el Congreso de los diputados por el grupo mixto un
tiempo después, se saldaría con el asesinato de otro civil a manos de
legionarios en Playa Blanca, así como el asalto, brutal agresión y robo a un
taxista en La Oliva, suerte que correría en 1978 otro taxista, en un año en el
que legionarios allanaron por dos veces la morada del ex presidente del Cabildo
insular y colocaron una bomba de humo en la discoteca del Hotel Jandía Playa.
En el verano de
1979 se dieron varios incidentes bastante graves. Tres legionarios secuestraron
a punta de metralleta un avión con seis pasajeros (dos niñas incluidas) y tras
dar la vuelta a medio mundo intentando aterrizar, sin recibir permiso, en
Nigeria, Marruecos y Argelia, liberaron en Lisboa a los pasajeros y parte de la
tripulación y siguieron hasta Ginebra, donde fueron detenidos. Un abogado con
muchas tablas, que basó su defensa en las pésimas condiciones de vida ofrecidas
por la Legión Española, consiguió para ellos una condena de escaso año y medio
por parte de la justicia suiza. En los días siguientes, se sucedieron el
intento de secuestro de un ferry, los robos de varios pesqueros, el secuestro
de un yate…así que el ayuntamiento de Puerto del Rosario acordó por unanimidad
solicitar el traslado del nefasto Tercio de la Legión y el propio Cabildo
insular llegó a pedir, con un solo voto contrario, la disolución total del
mismo, trasladando al Congreso de los diputados la petición de una comisión de
investigación sobre los desmanes de los amigos de la cabra.
Además de asesinar
a un alcalde pedáneo o al presidente del Cabildo insular, los legionarios del
Tercio Juan de Austria, también se mataban entre ellos. Así ocurrió el 19 de
mayo de 1980 en Puertito del Molino, en el descanso de unas maniobras
militares, cuando por algún asunto previo, el sargento Vicente Castro Pereira
se acercó al teniente José Fernández Fernández y tras un «esto por perro
chivato», le obsequió una ráfaga de subfusil de cintura para arriba. En cuatro
días, nada que ver con los casos con víctimas civiles, ya se había celebrado
consejo sumarísimo, siendo condenado el sargento a 30 años. Un diputado canario
volvió a recordar en el Congreso lo que estaba pasando, siendo respondido por
un indignado vicepresidente Gutiérrez Mellado con un « ¿Se ha dicho aquí que la
Legión ha cometido crímenes? Yo pido que se traiga una ley que haga imposible
decir tales cosas a un diputado, por muy diputado que sea». Sin comentarios.
Un par de meses
después, tras robar un legionario a un inválido, se sucedieron las peleas entre
soldados e isleños, resultando varios heridos. Los chicos del Tercio terminaron
las dos semanas de enfrentamientos, haciéndolo también con la Policía
Municipal. Antes de finalizar el año, la derecha tumbó en el Congreso la
posibilidad de iniciar una comisión de investigación sobre este asunto que
traía de cabeza a la población majorera.
En 1981, un
problema entre el director de un hotel de Tuineje y un legionario, fue
solucionado por el segundo creando un comando con dos compañeros y dos civiles
y montando una bomba casera con una granada adosada a una bombona de butano.
Fueron descubiertos en plena preparación del atentado.
Por si la Legión la
había liado poco en Fuerteventura desde su llegada en 1976, el 18 de enero de
1982 fueron encontrados, enterrados en la arena de Costa Calma, los cadáveres
de Joseph Johan Erhard Dodel, alemán de 68 años y Babette Maria Geb-durst
Dodel, de 66, su pareja. Fue detenido un legionario, Henri Jean Boix, que
confesó haberlos disparado para robarles la furgoneta y que tras enterrarlos se
fue de discotecas a Puerto del Rosario. Pero es que también confesó haber
matado días antes a Rene Víctor Aymeric des Hummieres, francés de 66 años a
quien había disparado en cabeza y espalda para arrojarlo después a un pozo de
58 metros de profundidad. El autor de estos espeluznantes crímenes era un cabo
francés de 25 años, de esos fichajes que hacía la Legión española poniendo
anuncios por medio mundo en los que proclamaban que podías redimir la condena
de prisión en tu país, alistándote en tan inmundo «cuerpo de elite». Fue
condenado a 99 años de prisión. Supongo que el hecho de que los muertos fuesen
extranjeros tuvo que ver en tan amplia pena de cárcel, ya que de lo contrario
hubiese supuesto un auténtico escándalo en sus países de procedencia…pero
ojito, el hijo del matrimonio alemán tuvo que recurrir la sentencia, ya que se
le consideró un desertor y por lo tanto el estado se lavó las manos a la hora
de pagar la indemnización que el autor, declarado insolvente, no podía asumir.
El Cabildo insular
volvió a solicitar, por enésima vez, la disolución de la Legión, cosa que aun
parecía extraño a los mandos de la misma, que debían vivir en un mundo paralelo
y reaccionaban indignados.
Casualidades de la
vida, solo 2 meses antes, el ex legionario Dámaso Rodríguez Martín, había
cometido un asesinato en otra de las islas canarias, Tenerife. Ya en 1962, con
17 años, fue encarcelado por robo. Un año después, libre, se enroló en la
Legión, llegando a cabo en el Sáhara, es decir, en “nuestro” tercio Don Juan de
Austria. Tras tres años volvió al pueblo, se casó, tuvo dos hijas….y el 8 de
noviembre de 1981, espiaba a una pareja que estaba dentro de un coche. Al ser
descubierto, pegó tres tiros a Baldomero Rodríguez Suárez (30 años, de Punta
del Hidalgo), alcanzado en brazo y tórax, muerto en el acto. Después violó dos
veces a la chica, de 20 años, dejándola tirada junto al cadáver de su novio.
Condenado a 55 años, 9 después salió de permiso y aprovechó para cometer dos
violaciones y dos asesinatos más, los de una pareja de octogenarios alemanes,
para suicidarse cuando estaba rodeado tras mes y medio trayendo de cabeza,
entre montes, a media isla. Bien podrían añadirse esas víctimas a las 7 cometidas
en la isla en que se instalaba la Legión.
Precisamente
volviendo a Fuerteventura y al año 82, en junio, un legionario cuya misión era
la vigilancia del aeropuerto, acabó disparando contra la torre de control y el
avión que pretendía secuestrar. Las autoridades majoreras insistían, sin éxito,
en la necesidad imperiosa de enterrar en el olvido a la Legión.
Un año después, un
capitán de “ilustre” apellido, Juan Milans del Bosch, de la interminable saga
de militares ultraderechistas y golpistas, agredió al presidente del Cabildo.
El 2 de abril de
1985, otro legionario de tan “honorable” apellido, el Teniente José Joaquín
Milans del Bosch, atropelló mortalmente al chaval de 17 años Javier Martel
Peña. El Cabildo de la isla volvió a pedir la desaparición de la Legión, no ya
de la isla, sino de todo el país, o a ser posible, de la faz de la tierra. Ese
año ya habían esquivado a la muerte unos científicos británicos que vieron
silbar balas a su alrededor y poco después volverían los robos de barcos, más
disparos gratuitos contra civiles, robos de ganado y “extraños” fuegos
coincidiendo con maniobras militares, aumento enorme de la prostitución…No
cambiaría demasiado el asunto en 1986, con tres legionarios, sin quitarse
siquiera el uniforme, atracando una joyería tras apuñalar a su dueño o
sargentos en busca y captura por amenazar de muerte, por carta, a jueces.
En 1987, aparte de
asaltar chalets o la caída de bombas junto a viviendas del municipio de Pájara
durante unas maniobras de lo más “profesionales”, dos ex del Tercio sembraron
muerte en la principal isla de la provincia, Gran Canaria. El 15 de septiembre,
Adelaida Morales Castro, de 23 años, montó en el coche de Manuel Ángel Santana
Macías, para ir de Telde a Las Palmas. Este ex-legionario, que lo acababa de
dejar tras dos años como tal y que ejercía de proxeneta, se desvió con la
intención de violar a Adelaida, que se resistió. Su cadáver apareció, aquel 15
de septiembre, semidesnudo y con la cabeza bajo una roca de 50 kilos. No
tardaría mucho en volver a ocurrir.Fabián García Dobón, madrileño de 33 años,
era el jefe del gabinete del vicepresidente canario. Años atrás, había estado
en un monasterio en el que había conocido a José María Muñoz Gutiérrez, de 24
años y también madrileño, toxicómano que acababa de desertar del tercio de
Fuerteventura. Llegado el 25 de octubre, el ex-legionario estaba viviendo en la
casa de Fabián por petición del prior benedictino del monasterio. En ese su
apartamento de Monte Lentiscal, apareció muerto, con decenas de puñaladas, el
buen samaritano de Fabián. El asesino ya tenía reservado el vuelo para Madrid,
donde estuvo escondido en casa de otro ex del Tercio Don Juan de Austria,
aunque acabó siendo detenido y condenado a 19 años.
En 1988, después de
que un brigada, sin quitarse el uniforme, se liase a tiros en un bar hiriendo
en el hombro al hostelero, el Parlamento Canario volvió a pedir soluciones
urgentes al asunto. 15 jóvenes y 2 niños atrapados en una playa entre los
disparos y explosiones de un ejercicio militar fuera de la zona habilitada, un
artefacto explosivo de trilita haciendo explotar el coche de un brigada y
afectando a las viviendas de la zona, un destacamento de la Legión tomando un
cementerio en el que forzaron verjas, panteones, oficina y almacén, legionarios
interrumpiendo con ejercicios de tiro una misa, mientras helicópteros
sobrevolaban las casas de Puerto del Rosario en persecución de soldados que
disparaban desde las calles, legionarios armados con metralletas entrando en
una escuela taller, no es de extrañar que ante la “genial” sugerencia del
Ministro de Defensa, trasladar unidades de Fuerteventura a Ronda, el
ayuntamiento de la localidad malagueña rechazase tal posibilidad. Como
repeticiones de jugadas pasadas, en 1991, dos legionarios pasados de todo, intentaron
secuestrar un avión, llegando a amenazar, para su pretensión, con una supuesta
bomba. Fue el año que comenzó en Gran Canaria con la aparición del cadáver del
alemán de 82 años Karl Flick, disparado en la cara por “el brujo”, el ex
legionario antes mencionado que había pertenecido al mismo tercio de
Fuerteventura, pero antes de su traslado, en tiempos del Sahara. Al día
siguiente encontraron a la mujer del anciano, Marta Küpper, de 87 años, violada
y estrangulada. Durante casi un mes, la mitad de los uniformes de Tenerife
buscaron por los montes de la zona a este psicópata que ya había violado y
asesinado diez años antes al novio de otra víctima de su depravación sexual. Su
historia terminó cuando, estando acorralado por la guardia civil, se voló la
cabeza.
El tercio Don Juan
de Austria estuvo cuatro años más en Fuerteventura. Siguieron los problemas y
los líos, aunque de una forma más controlada, o puede que silenciada por la
prensa para no hacer más sangre sobre los métodos del Tercio, hasta que los
majoreros pudieron, al terminar 1995, respirar un poco tranquilos. Ronda, Ceuta
y Melilla han venido soportando su propia infrahistoria con la Legión en un
papel estelar. A lo largo del estado son muchísimos los crímenes espeluznantes
protagonizados por legionarios y ex legionarios, pero me temo, que si hay un
lugar en el que sus habitantes deben entrar en un estado nervioso, mezcla de
asco profundo y risotada sarcástica, cuando escuchan hablar de cabras, novios
de la muerte, valor, patria y honor, refiriéndose a la Legión española, debe de
ser, por muchas razones…en Fuerteventura.
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