IMPUTA, QUE ALGO QUEDA
DAVID TORRES
Las imputaciones contra Podemos llevan camino de convertirse en una tradición española más, como las corridas de toros, el flamenco, la siesta, las Fallas o la Semana Santa. De hecho, mientras algunos de los magistrados acaban más quemados que un ninot y otros cantan por bulerías, el público se divierte de lo lindo, igual que todo el mundo en la plaza, salvo el toro. En cuanto a la imputación, termina durmiendo el sueño de los justos, aunque no para siempre: sólo está echándose la siesta y un día u otro se levantará como Cristo el Domingo de Resurrección, listo para otra tanda de latigazos.
Hasta la fecha, van
catorce querellas archivadas en tribunales, una quiniela completa en la que de
un lado estaban diversos líderes de la formación morada y de la otra
adversarios tan prestigiosos y dignos de crédito como el abogado Emilio
Rodríguez Menéndez, el sindicato Manos Limpias o Vox. Rodríguez Menéndez posee
una vistosa biografía en busca y captura, con dos condenas en firme, varias
fugas de la justicia y nueve delitos pendientes de juicio que le supondrían más
de treinta años a la sombra. Por su parte, diversos miembros del sindicato
Manos Limpias han sido investigados y en ocasiones condenados por blanqueo de
capitales, apropiación indebida, extorsión, estafas y abuso procesal. En cuanto
a Vox, aparte de diversas sentencias a título personal, de sobra son conocidas
sus escabrosas relaciones con la verdad, una película de arte y ensayo en la
que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La última causa
abierta contra Podemos se presenta como una especie de parodia veraniega de la
famosa caja B del PP, un gazpacho judicial que intenta mezclar diversas
acusaciones de administración desleal y financiación ilegal realizadas por José
Manuel Calvente, un abogado despedido de la formación por acoso sexual y
laboral. En realidad, la noticia fue publicada por este mismo periódico a
primeros de agosto, pero ha sido ahora cuando el ventilador mediático ha decidido
darle publicidad, en parte para ocultar el escándalo internacional de la huida
del rey Juan Carlos y en parte para animar un mes de agosto que andaba de capa
caída entre los virus de la corona y el coronavirus en general. Imputar a
Podemos es una tradición judicial española: si fuese de otro modo,
probablemente los juzgados se extinguirían.
Entre las
acusaciones presentadas en su denuncia por José Manuel Calvente se encuentran
blanqueo de capitales, revelación de secretos, allanamiento informático, financiación
ilegal del partido y administración desleal. Excepto la última, todas ellas
fueron desestimadas por el juez a la primera de cambio, aunque a la defensa le
extrañó mucho que las tres horas largas de la declaración de Calvente se
redujeran a un discurso de cuarenta minutos. No menos extraño resulta que el
propio Calvente admita que no tiene ninguna prueba de su acusación, que habla
de oídas, a través de sospechas y rumores oídos a algunos miembros del partido
que tampoco ha podido o querido identificar. Sin embargo, con mucho menos que
eso Miguel Gila detuvo a Jack el Destripador, haciéndose el encontradizo con él
en el ascensor y en los pasillos del hotel y murmurando al pasar: "Alguien
es un asesino" y "alguien ha matado a alguien". A base de
chismorreos, la caverna mediática tiene portadas disponibles para tres meses,
más o menos hasta la próxima imputación. De momento, el único delito serio que
han podido probarle a Pablo Iglesias es la posesión de un chalet en Galapagar.
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