JULIO BLANCAS SUÁREZ
FRANCISCO JAVIER GONZALEZ
En verdad que hay días aciagos y, aún más, noches aciagas. El día de hoy sigue a una noche, la del 9 de agosto, para mí verdaderamente aciaga aunque no lo haya sabido hasta que el teléfono, ese moderno Hades que se encarga de hacernos sentir cada vez un poco más solos y más desolados, me trae en dos llamadas las noticias de la muerte de dos amigos de esos que son una parte de nuestra familia afectiva. Uno en Tenerife y otro en Lanzarote. En estos momentos entiendo lo que es estar “islado” y la precariedad de nuestras comunicaciones. Desde Gomera solo puedo expresar por escrito mi dolor –y el de mi esposa- y hacer hueco en el corazón para el recuerdo de aquellos a quienes hemos querido como hermanos.
A través del móvil
me llegó, de mano de Ana María Blancas Suárez, la noticia de la muerte de su
hermano Julio y, poco después, me la repite Tomás Quintana. Me doy cuenta de
que, con Julio, son tantas las concordancias y las vivencias conjuntas que no
caben en un único recuerdo. Somos casi de la misma echadura, yo un año más
viejo. Estuvimos al mismo tiempo en el lagunero Colegio Nava pero en dos cursos
distintos y sin conocernos y, posteriormente, también por los mismos años en
las calles madrileñas enfrentándonos al mismo enano dictador pero, de nuevo,
sin conocernos. Fue ya en la lucha anticolonial en Canarias cuando supimos de
esas vivencias paralelas y donde se fraguó una camaradería fraternal que ha
perdurado y en la que, ni siquiera el hecho de su desaparición física, podrá
causar mella.
Un día, en La
Laguna, apareció Julio, que solo era un conocido más, por el Centro Amílcar
Cabral, donde su hermano Chago ponía sus empeños en el Comité de Redacción de
nuestra revista “La Sorriba” y en la lucha por construir un movimiento cultural
que recogiera nuestro concepto de la canariedad. La conexión fue inmediata y en
ese momento conocimos nuestro paralelismo vital y la similitud de nuestros
objetivos políticos: la Independencia Nacional, aunque nuestro diseño para ella
no fueran los mismos. Julio, una de las personas de esta tierra más íntegra e
intelectualmente honesta, apoyó económicamente la tarea del Centro sin buscar
compensación de ningún tipo, como apoyaba en Lanzarote las acciones que el
independentismo allí desarrollaba, de lo que pueden dar fe compañeros como Boro
y Fefo. Apoyó también –sin necesidad de militar- primero al PRAIC y luego al
FREPIC sin esconder su simultáneo apoyo al MPAIAC y al FPC-PCU. Era el ejemplo perfecto
del compañero que sacrificaba su propio peculio en apoyo de sus ideas en una
nación colonizada en la que lo normal era llegar a la política para vivir de
ella. En ese aspecto era, tal vez, el más abierto y conciliador de toda la
variada militancia independentista. No había publicación independentista o
amazigh que Julio no impulsara en Lanzarote. Se encargaba el mismo de llevarlas
a la Librería España que, a pesar de ese nombre, se encargaba de su
distribución.
Cuando el regreso
del exilio de Antonio Cubillo, regreso que contó también con su apoyo
económico, tras la fundación del CNC y ante el evidente desacuerdo y larvado
enfrentamiento por visiones diferentes de la acción política entre CNC y
FREPIC-AWAÑAK, las dos organizaciones independentistas más representativas,
Julio procuró el acercamiento, forzando un encuentro entre Antonio Cubillo y yo
mismo en el despacho de Antonio en Santa Cruz, de donde arrancó la idea de
concurrir en la coalición electoral Canarias por la Independencia. A partir de
ahí pasó a militar Julio en el FREPIC formando parte del Insular de
Lanzarote.
Humanamente no
puedo dejar de recordar las vivencias conjuntas. Muchas veces me quedé en su
casa en Lanzarote viendo su colección de hermosos carteles antiguos de cine y
él en la mía lagunera. Inolvidable un viaje conjunto de Ana Teresa y Julio con
Juana y yo por Marruecos de Sur a Norte o unas noches en El Cedro, timple en
mano y el rumor del agua corriendo de fondo, bajo el cielo estrellado tamizado
por la exuberancia de la laurisilva.
Julio puso su gran
capacidad intelectual y humana al servicio de sus ideas, vivió conforme a ellas
y merece un lugar de honor en la nómina de los patriotas que han luchado por la
libertad de esta tierra canaria que tanto amó. El poeta romántico español G.A.
Becker exclamaba en un poema ¡Qué solos se quedan los muertos! No es así con
los compañeros como Julio. Los que nos quedamos más solos somos nosotros sin
ellos. Sé que esta noche hasta las Perseidas que, fugaces, cruzan el cielo
tendrán el color verde de las estrellas que acompañarán para siempre a la
bandera de Julio Blancas Suárez.
Nuestro pésame, de
Juana y mío, a su esposa Ana Teresa Ramírez y sus hijos, Ana Teresa, Tirso y
Amazigh, a sus hermanos Ana María, Blanca María, Chago y Agustín, sus nietos, a
toda su familia y a sus innumerables amigos y compañeros.
Ahul gma, amidi d
amddakul Julio ¡Tanemmirt!
Francisco Javier
González
Gomera a 10 de
agosto de 2020.
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