LA SORPRESA GRINGA QUE ESPERAMOS EN OCTUBRE
FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ
En este 2020, al ser un año múltiplo de 4, en el martes comprendido entre el 2 y el 8 de noviembre, como marca su Constitución, los gringos irán a votar para elegir –indirectamente- a su presidente y vicepresidente. Digo “indirectamente” porque, en realidad, los dos más altos cargos de su nación son elegidos por el voto de solo 538 “compromisarios” que son los electores que forman el Colegio Electoral. Son 435 congresistas, más 100 senadores y 3 delegados por Washington D.C que no tiene senadores. A cada estado le corresponde un bloque de estos compromisarios en número igual a la suma de sus congresistas y senadores o delegados. Ese número de 538 ha ido aumentando al aumentar la población. Así estaban ya en las últimas elecciones en que se necesitaban, por tanto, 270 “votos electorales” para ganar.
Al votar en un
estado, cada papeleta lleva el nombre del presidente, del vicepresidente y del
partido al que representan, pero lo que se dilucida es a quien apoya el bloque
conjunto de delegados del estado que van a formar el Colegio Electoral que será
quien elija al partido y sus dos cargos a la presidencia y a la
vicepresidencia. En este, cuando menos curioso si no antidemocrático sistema, puede
darse el caso de que un partido y sus candidatos, ganadores en votos populares,
no alcancen la presidencia. Los estados, más poblados, y por ello con más
delegados electorales son California con 55, Texas con 38, Nueva York y Florida
con 29 y Pensilvania e Illinois con 20 cada uno, pero cualquiera de los 7 menos
poblados como Alaska, Montana, Dakota Norte, Dakota Sur, Wyoming, Delaware y
Vermont, con solamente 3 votos cada uno, puede decidir una elección. En
realidad, de los 50 estados de la Unión, un candidato puede ganar las
elecciones sin haber obtenido NI UN SOLO VOTO en 39 de ellos
Ejemplos de la
incongruencia de esta “democracia” muy lejos de una persona un voto, nos lo
ofrecen sin ir más lejos dos de las últimas elecciones y, curiosamente –es un decir-
favoreciendo siempre a los candidatos más reaccionarios, los republicanos. En
ambas sucedió con los mismos 538 votos electorales en juego que decidirán las
inmediatas. En el 2000 George H. Bush alcanzó 271 votos electorales, 3 más de
los 270 necesarios para ganar, y se le proclamó presidente gringo, pero su
oponente, el demócrata Al Gore, lo superaba con alrededor de medio millón de
votos más que él, 543.895 para ser exactos. Hubo reclamación por el voto de
Florida por el evidente mangoneo en la votación y el recuento de aquellas
famosas “papeletas mariposa”, que hizo Jeb Bush como gobernador del estado para
adjudicarle a su hermano George el triunfo que lo llevó a la Casa Blanca. Las
reclamaciones llegaron hasta la muy conservadora y reaccionaria Corte Suprema
gringa, controlada, como ahora, por los republicanos.
En las últimas de
2016, las que deparado al mundo el regalo del inefable republicano, el
altamente tóxico dentro y fuera de USA, Donald Trump, alcanzó nada menos que
306 votos electorales ¡36 más de los necesarios! Triunfó obteniendo 62.662.985
votos populares, mientras la “perdedora”, Hillary Clinton, obtuvo 65.180.245
votos populares ¡2.517.260 votos más que Bush! Muy “democrático” no parece,
desde luego, a pesar de que lo es más que tener a la cabeza del Estado un
monarca que nadie elige y que prolonga un régimen que logró su auge con un
Generalísimo criminal al que sucede.
Con la elección de
Mike Pompeo para vicepresidente se garantizaría la permanencia en el alto staff
presidencial de un personaje tan oscuro y nefasto como el judío que atacaba a
Obama por su postura “débil” en el conflicto palestino, Elliot Abrams. Este
caballero, uno de los halcones más duros de la derecha gringa, fue condenado en
firme en la presidencia de Reagan por su montaje en el affaire “Irán-Contra” e
indultado luego por el también republicano George Bush que lo encargó del
montaje necesario para la Guerra de Irak. Acusado por Amnistía Internacional,
pruebas en mano, de las atrocidades cometidas en Nicaragua, El Salvador,
Honduras y Guatemala fue nombrado por Pompeo en enero de 2019 como “emisario
especial” y jefe del equipo para la situación en Venezuela después de que Trump
anunciara su no reconocimiento de Maduro como presidente venezolano y designara
a Juan Guaidó como “Presidente Encargado”. Experiencia tenía sobre Venezuela ya
que, según publicó el periódico británico El Observador, fue quien dio el visto
bueno gringo para el golpe de estado contra Chávez en el 2002, al que el
presidente Aznar se sumó con entusiasmo.
También, a partir
del 6 de este mes de agosto Mr. Abrams es el encargado de las “relaciones” con
Irán con la intención de alcanzar “la máxima presión” sobre el régimen iraní.
Este binomio Irán-Venezuela ha estado en el candelero durante todo el mandato
de Trump, y es ahora el tiro en reserva que nos tiene guardado. Lo grave, a mi
juicio, no es Trump. El rubicundo, de estilístico peinado, gordo, y de hosco
ceño permanente que es el presidente Trump es solo el producto elaborado de más
de medio siglo de expresión reaccionaria y racista del Partido Republicano. Es
su imagen viviente, el elefante totémico, pero suelto en una cacharrería.
Se puede entender
por el pintoresco sistema electoral gringo las presiones del fullero Trump para
eliminar votos por correo y otras triquiñuelas, pero hay una que ya ha probado
sus efectos ganadores: La SORPRESA DE OCTUBRE.
Así se llama en la
jerga política gringa cualquier hecho o suceso imprevisto pero que puede
cambiar radicalmente la tendencia electoral ante una elección presidencial.
Dados los personajes que están detrás de Trump cabe esperar, por la amplia
trayectoria y experiencia de Elliot Abrams, que la sorpresa que nos espera en
octubre para inclinar la balanza electoral es una intervención armada directa
en Irán o en Venezuela…o en ambas simultáneamente.
No es una
premonición. Es el resultado de un análisis
Francisco Javier
González
Gomera, Canarias,
Noroeste de África a 27 de agosto de 2020
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