VOX Y BILDU
ANÍBAL MALVAR
Observo cierta
unanimidad en nuestros viejos y amados periódicos de papel al señalar que el
acuerdo trifachito de Madrid contribuirá a la estabilidad institucional. El
País de hoy, haciéndose como muy enfadado, destaca que PP y Ciudadanos han
conseguido que Vox «desistiera de sus postulados más extremistas sobre las
leyes LGTBI y los menores inmigrantes».
Como si fuera un
gran logro. La prensa conservadora está intentándonos hacer creer que Vox no
existe. Que su presencia en los gobiernos ha sido domesticada por estadistas de
grande estatura intelectual cual Ayuso, Almeida, Casado y Rivera. Cuánto echa
uno de menos a M. Rajoy, que por lo menos leía el Marca.
La domesticación de
la ultraderecha se nos está vendiendo como un logro de nuestra democracia,
cuando es la ultraderecha, entrando en las instituciones, la que ha domesticado
a nuestra democracia. Que ya era más que doméstica. Aquí, esa democracia ha
sido tan doméstica que no ha juzgado ni a uno solo de los criminales del
franquismo. Era tan doméstica que se dejó acariciar incluso por las manazas
fascistas de Manuel Fraga cuando firmó la Constitución. En España, la izquierda
siempre es doméstica, como los gatitos que hacen malabarismos y tontás en los
videos de twitter.
Subtitulaba este
jueves El País un editorial muy principal señalando que «los recibimientos a
etarras excarcelados cuestionan a Bildu». Como si Bildu hubiera participado en
esos recibimientos. Sería igual de perverso que atribuirle al Partido Popular,
fundado por un franquista, los actos de exaltación del franquismo y la
violencia neonazi (de la que tan poco se habla) en nuestras calles.
Bildu es una
coalición de partidos. Anda por ahí Alternatiba, cuyo texto fundacional la
define como «radicalmente democrática, no violenta y anticapitalista, feminista
y ecologista», la vieja Eusko Alkartasuna (escisión del PNV) y otras
formaciones que han deplorado explícitamente la violencia. Cuando en 2012 el
Tribunal Supremo anuló las candidaturas de Bildu a las elecciones por sus
presuntos vínculos con Batasuna, una de las formaciones que mostró públicamente
su disconformidad por la absurda sentencia fue el Partido de los Socialistas de
Catalunya.
El País, con gran
tino y perspicacia, apunta al final de su editorial una reflexión sobre los
asquerosos homenajes a asesinos y secuestradores etarras que hemos presenciado
estos días. «La responsabilidad corresponde también a cada uno de los que
estuvieron allí. A ellos les toca responder qué estaban homenajeando». No pide
que salga la brunete mediática de jueces a detener niños, por lo menos.
En otro tono se
expresa El Mundo, en otros casos tan cumplidor de las leyes, cuando nos dice
que «siempre hay fiscales y jueces hipergarantistas que prefieren dejar que el
entorno de ETA imponga su ley y se ría de todos». También, con cierta absurda
predisposición, propone a Pedro Sánchez «abortar la ignominiosa operación por la
que la socialista Chivite fue investida presidenta gracias a Bildu». Como si
uno pudiera rechazar las abstenciones en un sistema democrático. Como si el
voto abertzale no pudiera ser emitido por gentes de paz.
La más asesina
derecha franquista ha blanqueado a sus ídolos con nuestra dócil connivencia.
Manuel Fraga, Billy el Niño o Rodolfo Martín Villa, buscado por la justicia
argentina, por «causa 4591/10 por los delitos de genocidio y/o crímenes de lesa
humanidad cometidos en España por la dictadura franquista entre el 17 de julio
de 1936 y el 15 de junio de 1977».
Cositas que pasan.
Bildu es el diablo
y Vox solo un inoportuno complemento. En 2015, Bildu firmó trabajar «con el
empleo exclusivo de las vías políticas, pacíficas y democráticas como medio de
consecución de objetivos políticos y, por tanto, el rechazo y condena de
cualquier tipo de expresión de violencia que se produzca, incluida la de ETA».
Aun falta escuchar
la condena del PP a los crímenes del franquismo. La reprobación de su fundador
Manuel Fraga como partícipe de la barbarie fascista e inspirador de varios
crímenes del tardo régimen. Qué fácil es pasar página, cuando obligas a que tu
página la pasen, dócilmente, los otros. Los vencidos. Si seguimos así, otra vez
nosotros.
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