LA NOCHE...
DUNIA SANCHEZ
después del ocaso.
Me encuentro aquí, mirando el firmamento, escuchando la voz de las estrellas
infinitas, lejanas, cautivadoras. Todos se han ido a dormir y yo al pie de este
volcán que llaman Dios. Dios para los pobladores de esta isla, el padre Teide.
Yo despierto, espabilado con el nocturno fantástico, maravillosa sigo con mi
búsqueda, en silencio, con una linterna. Este mundo me invade, me hipnotiza y
hace impregnar la imaginación. No, pienso, en este universo no estamos solos.
Por casualidad hallo lo que buscábamos, un pedazo de algún cántaro aborigen. Lo
observo como se observa el amanecer atento a las nuevas noticias, a las nuevas
sorpresa. En la palma de mi mano lo tengo. Arrimo la linterna y lo guardo en
uno de mis bolsillos.
No, no diré nada. Se lo arrebato a esta tierra
inhospitable para mí, mis compañeros y compañeras aun duermen. Fijo mis ojos al
cosmos, un enjambre de luces me serena ante lo descubierto y espero que la
claridad de un sol veraniego nos visite. Ahora, han pasado más de veinte años,
me revuelvo en la caja pequeña que como sagrado guardé el pedazo de barro del
padre Teide. Ya no estoy en la isla y de aquellos compañeros no sé nada. La
miro y la miro igual que la observé aquella noche de verano y de repente una
luz emana de él. Una luz que en mi escritorio lo llena de figuras danzantes
azules, amarillas, blancas danzando al son de ese trozo. Me incorporo pero no
me sorprendo. Son los hijos de esa
tierra, de esa isla en su canto a la estrellas. Los entiendo, me he llevado
algo de su ayer, un ayer donde el resonar aún de sus piernas con las vasijas en
la cabeza es sonora. Y la danza de luz desaparece. Cojo sin temor ese trozo y
lo vuelvo a guardar en la cajita. Pensativa y dudosa me pregunto si devolverla
a su lugar. No, es mi decisión. Me excuso con el valor indeterminado de esa
pieza. Sí, una noche, bajo el Dios de la isla ausente, bajo un manto de
purpurea siluetas en el cosmos…lo hermoso. El ayer me acompaña, me acompañará
hasta el fin de mis días. Sí, estos días mezcolanza de recuerdos y
experiencias. Me lo quedo como posicionamiento de mis secretos. Escucho ahora
una música , viene de la calle. Me asomo. No hay nadie, solo el ritmo cierto de
la noche, de los perros perdidos en la oscuridad, de los astros conversando con
mis ojos
No hay comentarios:
Publicar un comentario