CUANDO EL CAPITAL HABLA EN NOMBRE
DEL INTERÉS GENERAL
VANESSA LILLO, DIPUTADA DE
UNIDAS PODEMOS
Veíamos hace unos
días la noticia de que, en nombre de la “sostenibilidad ambiental”, una cadena
de hoteles en Canarias te ofrece la posibilidad de renunciar al servicio de
limpieza de la habitación a cambio de un vale para el bar. No, no es una broma.
Es una vuelta de tuerca más en la reducción en la calidad de los servicios y la
precarización del empleo, pero vestido de lagarterana. Estamos en una época en
la que si algo es entendido como de interés general, es la cuestión
medioambiental y todo vale si lo pintamos de verde. Eso lo saben tanto quienes
defienden las políticas más neoliberales como las empresas que llevan años
expoliando rincones de nuestro planeta y explotando a sus gentes.
Hacernos creer que
rechazamos la limpieza porque somos personas comprometidas con el medio
ambiente forma parte del juego. Sin preguntarnos siquiera si el hotel lleva a
cabo otras medidas como el uso de energías renovables, reducción de residuos,
recogida selectiva... Sin pensar en las consecuencias que suponen este tipo de
medidas “de titular” en la calidad del empleo. Todo para que nos olvidemos de
la precarización laboral que hace que necesitemos algo así. Pensar en ahorrarnos
unos ‘eurillos’, cuando lo que están haciendo es obligarnos a elegir entre
limpieza o whisky, convirtiendo la higiene en un artículo de lujo.
Lo mismo sucede con
la Operación Chamartín. Según el informe Evaluación de los efectos de la
propuesta Madrid Nuevo Norte de Ecologistas en Acción y el Instituto para la
Democracia y el Municipalismo, el número de desplazamientos diarios asociados a
la operación se acerca al medio millón, lo que supone un aumento del 23%. Parte
de la insostenibilidad viene generada porque el uso de oficinas generaría más
del doble de viajes, y el uso comercial más de siete veces que el uso
residencial, precisamente en un Madrid que no tiene falta de oficinas ni de
centros comerciales, sino un sangrante problema de acceso a la vivienda para la
mayoría social. Y si más de 500.000 vehículos adicionales a los que ya lo hacen
a diario, entran y salen de nuestra ciudad a causa de esta operación
urbanística, ¿dónde queda el Plan A de reducción de niveles de contaminación?,
¿cómo se van a cumplir los compromisos climáticos del Pacto de los/as
Alcaldes/as firmado por Madrid en 2015? Y entonces ¿para qué demonios sirve
Madrid Central?
Ah… Madrid Central;
es preocupante ver como quienes precisamente han protagonizado una lucha
encarnizada por la permanencia de Madrid Central -en nombre de la salud, la
calidad medioambiental y esas cosas- cierran filas con sus detractores en un
macroproyecto urbanístico cuyas consecuencias para la calidad de nuestras vidas
son tan innegables como la tajada que se van a llevar el BBVA y el grupo San
José con los 3 millones de metros cuadrados de suelo público que se les va a
entregar. No se puede soplar y sorber a la vez. No se puede hablar del interés
general y a la vez poner la política al servicio del mercado que supone poner
nuestro futuro en manos del capital y al dictado de las grandes empresas, por
muy sostenibles que se reivindiquen (porque les interesa) ahora. No se puede
hablar de sostenibilidad con macroproyectos que consideran el suelo un negocio
y siguen agudizando la desigualdad Norte-Sur de nuestra región.
Todo esto no es
otra cosa que la demostración de cómo el capitalismo y las políticas
neoliberales solo pretenden sacar tajada de nuestras vidas a costa de nuestras
preocupaciones. No sin introducir una sensación de progreso en la sociedad, que
no es más que el espejismo de su propia destrucción. Siempre a costa de la
desigualdad, siendo la clase trabajadora la que peor parada sale de estos
procesos, sin excepción. Es el terreno de juego de quienes dan por válidas las
‘soluciones’ que propone el mismo sistema que se sostiene a costa del desastre,
anteponiendo el mantenimiento del orden de cosas.
En este contexto,
es evidente que la única alternativa real para abordar los retos presentes y
futuros, como clase que habita un planeta finito, pasa por enfrentarse a los
intereses del sistema capitalista y romper con las élites económicas que llevan
décadas encadenando crisis económicas, sociales y ambientales como alimento de
su maquinaria. O lo hacemos pronto, o
nos encontraremos con un vale por un whisky a cambio de dejar de respirar.
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