miércoles, 26 de septiembre de 2018

¡QUIEN SE PUDIERA HACER NIÑO DE NUEVO!


¡QUIEN SE PUDIERA HACER 
NIÑO DE NUEVO!
De vez en cuando, es bueno el que nos acordemos de nuestros pequeños y de que, sus padres, les lean cosas como estas que mi dilecto e inspirado Amigo, JOSÉ GREGORIO REYES GARCÍA, escribe para ellos, habiéndome permitido la total publicación, de esta, su deliciosa Fábula:
LA SEÑORA CONEJO
Salió la señora conejo,
temprano de su madriguera,
A buscar raíces y hojas tiernas,
pues se le vació su despensa.
Se encontró al erizo Manolo,
que le dijo, -¡Ya es primavera!
-Buenos días tengas, Manolo.
-Buenos días, doña Elena.
cantaba el mirlo Felipe,
en la rama de una higuera,
-¿Pero como dices eso muchacho,
Si hace un frio que pela?
-Pues es lo que toca ahora,
aunque con el frio no puedas,
deberías tener un abrigo,
calentito que te cubriera.
-¿Y cómo podría volar entonces,
y subir a lo alto de las palmeras?
-Pues no te quejes Felipe.
que cantar y volar yo quisiera.
pero ,con el frio que está haciendo,
prefiero el calor de mi madriguera.
que está mullida y calentita,
a pesar de este largo invierno,
que ya llegará el calor,
y sudaré como un perro.
A esto, observaban los conejos,
que buscaba raíces y hojas tiernas.
Eran don Bernardo y seis gazapos
los hijos de doña Elena,
que jugaban correteando,
entre las ramas y las piedras,
Mientras escuchaba don Bernardo,
de sus amigos las preferencias.
-Siempre nos vamos quejando,
de lo que en la vida acontezca,
en vez de disfrutar las cosas,
dijo cabeceando y agachando sus orejas.
Se quedó pensando el erizo,
y también el mirlo desde la higuera,
¡Cuánta razón tenía el conejo,
con esto de tantas quejas.
-Tiene usted razón don Bernardo,
no puedo tener abrigo,
pero las plumas que me cubren,
suben alto mi canto y mi silbo.
-Y yo que vivo en el suelo,-
dijo Manolo con tono sincero,
-No puedo cantar ni volar,
pero tengo un bonito agujero,
que es fresquito en el verano,
y calentito en el invierno.
-¡Pues ya es primavera!- repitió Manolo
-Feliz día doña Elena
-Que bien canta el mirlo Felipe
desde lo alto de la higuera.
-Muchas gracias Don Bernardo,
agradeció Felipe alzando el vuelo.
Cantando y silbando se alejó
subiendo hacia el alto cielo.
Elena no había parado,
recogiendo raíces y hojas tiernas,
mientras ellos debatían,
había llenado su despensa.
¡Adiós amigo erizo,
adiós amiga coneja!
¡Que tenga usted un buen día,
se despidieron Manolo y doña Elena.


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