FRANCO Y LOS NAZIS,
AMOR Y PLEITESÍA
POR BENITO SACALUGA
Reproduzco a
continuación un artículo publicado el 26 de abril de 2015, en el blog de Iñaki
Anasagasti, titulado “Nazis en Bilbao”, basado en un reportaje de José Ignacio
Salazar Arechalde, ilustrado con fotografía de la Fundación Sabino Arana.
NAZIS EN BILBAO
No entendía nada
del espectáculo que le ofrecían. Entre el embajador de Franco en París, José
Félix de Lequerica, y el alcalde de Bilbao, José Luis Oriol, se encontraba en
el palco de la plaza de toros de Vista Alegre el todopoderoso general en jefe
de las fuerzas de ocupación en el sur de Francia, Bietersheim, al que las
autoridades franquistas habían invitado en señal de fraterna amistad. No en
vano las tropas alemanas de la Legión Cóndor habían prestado una ayuda decisiva
en la victoria de Franco.
Los homenajes no se
hicieron esperar y se sucedían a ritmo frenético. El 10 de agosto de 1937 fue
la fecha elegida por el franquismo local para homenajear “a la gran nación
amiga de España y a su führer Adolfo Hitler”. El lugar, el Teatro Trueba. Las
autoridades, selectas: el general Cabanellas, el alcalde, José María Areilza;
el presidente de la Diputación, Llaguno; el delegado del Partido
Nacionalsocialista, el secretario de la embajada y el cónsul alemán en Bilbao.
Al programa cinematográfico, en que se ponía de manifiesto la formidable
maquinaria de guerra alemana y el peligro del comunismo en el mundo, acompañó
la presencia de dos significados oradores, el concejal Esteban Calle Iturrino y
el periodista Giménez Arnau. El primero no dejaba de ser un personaje local
célebre por sus constantes cabriolas ideológicas. Socialista, comunista,
upecista monárquico, tradicionalista, falangista… ¡para qué seguir! Fue
especialmente celebrado por el auditorio al tener la genialidad, según palabras
de La Gaceta del Norte, de vincular la batalla de San Quintín con la derrota de
Francia y las sangres alemana y española que se derramaron en ella. El acto
finalizó con ovaciones clamorosas al general Cabanellas y a Sidi-Al-al Ben
Mohamed, representante del jalifa que tuvo palabras de agradecimiento para los
que denominó compatriotas españoles.
Días más tarde, la
colocación de tres obeliscos en el parque del Ensanche, rebautizado entonces
como de Las Tres Naciones, sirvió para que Areilza, ante las autoridades
diplomáticas de Alemania, Italia y Portugal, alabara al caudillo Hitler y
glosara la genialidad de Mussolini y la inteligencia clarividente de Oliveira
Salazar. Todos ellos adalides de sus revoluciones peculiares que, según el
orador, perfilaban la Nueva Edad que se esperaba.
En esa misma línea,
las Juventudes de Falange organizaron una fiesta homenaje a los camaradas de
las Juventudes Hitlerianas “caídos en Alemania por la causa de la Revolución
Nacional Socialista contra la barbarie asiática”. A la simpática fiesta se
invitó a todos los jóvenes alemanes residentes en la villa.
Homenaje a marinos
nazis. Los miembros de la tripulación del acorazado de bolsillo Admiral Scheer
fueron agasajados con almuerzos en el elegante Club Marítimo y en el Hotel
Carlton. Mayor resonancia adquirió el homenaje que se tributó a los marinos de
su buque gemelo, el que sería más famoso Admiral Graf Spee con su comandante
Langsdorf a la cabeza. En esta ocasión el encargado de darles la bienvenida fue
José Félix de Lequerica. Al tiempo de agradecer la intervención de la fuerza
militar alemana en la liberación, alabó la conducta de la colonia alemana en
Bilbao, citando como ejemplo la figura del llamado mártir Guillermo Wakonigg “alemán
de alma y devoto de la causa española”, que murió con el mismo grito con el que
Lequerica terminó su discurso: Heil Hitler! Al día siguiente, los marineros
alemanes acudieron al cementerio de Begoña para ofrecer su particular homenaje
al espía Wakonigg.
Además de los actos
de homenaje que le ofreció el Ayuntamiento de Bilbao, la propia colonia alemana
celebró sus propias festividades en las que casi todos sus actos en esta época
estaban teñidos del espíritu nacional-socialista de las autoridades hitlerianas.
Sirva de ejemplo, entre otros tantos, la fiesta nacional alemana de la cosecha,
celebrada también en el Trueba; no faltaba ninguno de los elementos propios del
ritual nazi: Juventudes Hitlerianas, música de Wagner, canciones y poesías
patrióticas y el larguísimo discurso del cónsul Friedhelm Burbach que podría
resumirse en una frase lapidaria “Adolf Hitler es lo mismo que Alemania y
Alemania es Adolf Hitler”. Todo esto dicho ante la atenta mirada de las
autoridades locales y su ovación entusiasmada.
En igual línea se
celebraron muchos actos de los alemanes residentes en Bilbao como la apertura y
clausura del curso del Colegio Alemán con el embajador Von Stoher, actos del
Club Alemán, celebración de Navidades, cincuentenario del Hogar Alemán, el Día del
Plato Único, la Fiesta del Estudiante Caído, siempre con la presencia del jefe
local del partido nazi y del omnipresente cónsul Burbach. Este mantuvo una
excelente relación con las autoridades franquistas. A título de ejemplo sirva
la entrega de la medalla del Águila Alemana de primera clase al gobernador
civil de Bizkaia, Miguel Ganuza, o el homenaje a Evaristo Churruca, conde de
Motrico, muerto en lo que llamaban Cruzada. Al conmemorar la fiesta del Primero
de Mayo, se ofreció la cifra de casi 300 personas pertenecientes a la colonia
alemana, lo que da idea de su importancia, que se acrecienta por la importancia
económica de algunos de sus miembros.
Cuando las tropas
alemanas ocuparon Francia en junio de 1940, grupos de alemanes residentes en
Gipuzkoa y Bizkaia acudieron a la frontera francesa para saludar al ejército de
ocupación alemán con un entusiasta flamear de banderas con su cruz gamada.
Cine, Teatro,
música… El gran amigo alemán aparecía también en otros ámbitos de la vida
bilbaína. Películas como El triunfo de la voluntad, de la cineasta Leni
Riefensthal, eran ofrecidas en el Cinema del Soldado, la música de la banda de
la Legión Cóndor era habitual en la programación de Radio Bilbao o se celebraba
la Exposición del Libro Alemán inaugurada por el jefe local del partido,
Tarnow. También se ofrecieron las representaciones del grupo de teatro alemán
La fuerza por la alegría, en campaña propagandística de las virtudes del
nazismo, y se organizaron conciertos musicales con la presencia de la Orquesta Filarmónica
de Berlín y la dirección de C. Krauss en el Teatro Buenos Aires bajo la
protección de la siempre presente cruz gamada.
Fue también
significativa la propaganda aparecida en la prensa bilbaína de esta época de
los productos alemanes. De los medicamentos a los colorantes, de la
electricidad a la motorización, aparecían siempre como los mejores productos
del mundo en el horizonte de una nueva economía mundial. Los artículos
laudatorios a Hitler y su régimen eran habituales en la prensa bilbaína. Perfectamente
lógico en periódicos falangistas como El Correo Español y Hierro pero también
muy comunes en la católica La Gaceta del Norte, cuyo director López Becerra,
Desperdicios, contaba maravillas del régimen nazi, acaso con mayor entusiasmo
desde que visitó Alemania durante un mes con un numeroso grupo de periodistas
españoles en agosto de 1940. Este mismo periódico recogió con entusiasmo la
visita de Heinrich Himmler, comandante de las SS, en octubre de 1940, a la
Diputación de Gipuzkoa, donde fue recibido con los máximos honores por su
presidente, en aquel momento Elías Querejeta.
En 1941 el ministro
de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer, proclamó en vibrante alocución el famoso
¡Rusia es culpable!, considerando una exigencia de la historia el exterminio de
la Unión Soviética y promoviendo la creación de la División Azul. En Bilbao se
convocó una manifestación que recorrió varias calles de la villa y concluyó
delante del consulado alemán. De nuevo Burbach tomó la palabra y lanzó toda una
arenga patriótica en la plaza Elíptica. Arenga en la que prometió a España “el
lugar que le corresponde por su gran historia, por su excepcional situación
geográfica y por los grandes sacrificios que se ha impuesto en la lucha contra
el mismo adversario”. Era claro que el cónsul nazi había leído el libro de
Castiella y Areilza, Reivindicaciones de España.
En 1943, el
considerado invencible ejército alemán empezó a conocer las derrotas. La
simpatía franquista hacia el régimen nazi comenzó a menguar y, con su caída
definitiva en 1945, se hizo preciso disimular las concomitancias de las dos
dictaduras. Se ponía en marcha la operación camuflaje. Uno de los mejores
ejemplos lo tenemos en el caso del cónsul en Bilbao, Burbach, primer
representante de Hitler en España y Portugal. Presente en todos los eventos de
la colonia alemana en la villa, desapareció de su despacho de la calle Máximo
Aguirre, al igual que le sucedió al Partido Nacional-Socialista en Alemania.
Escondido al parecer en Cillaperlata, en las estribaciones de los montes
Obarenses del norte de la provincia de Burgos, esperó algunos años para que la
desmemoria que todo lo invade borrase la presencia nazi en Bilbao. Sus amigos
franquistas le siguieron prestando protección hasta su muerte en 1959 en
accidente de tráfico en San Llorente de Losa.
Hablar hoy de estas
historias suscita en muchas personas incredulidad o, cuando menos, un cierto
escepticismo. Porque, ¿quién se acuerda hoy de esa época negra en que los nazis
se paseaban ufanos con los franquistas por las calles de Bilbao o cantaban
brazo en alto y gesto altivo amenazadoras canciones de guerra
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