¿QUIÉNES
MANEJAN NUESTRA ENERGÍA?
MIGUEL
URBÁN
De
todos los bienes públicos que necesitamos diariamente, podemos afirmar que la
energía (en sus diferentes formas, principalmente la eléctrica) es el más
fundamental, puesto que difícilmente podríamos calentarnos, alimentarnos,
educarnos, desplazarnos, trabajar y recibir atención médica sin él. Sin
embargo, desde la oleada de privatizaciones en el sector eléctrico iniciada en
1998 en el gobierno de Aznar y Rato, hasta el último decretazo contra el
autoconsumo de Rajoy y Soria, se ha venido configurando un marco
político-legal-empresarial que ha hecho de la energía un bien privativo que de
facto excluye en su acceso a más de 7 millones de españoles (pobres
energéticos) y que al mismo tiempo constituye hoy uno de los negocios más
lucrativos, después del financiero.
Un
marco o sistema en el cual las tres mayores empresas eléctricas copan entre el
80% y el 90% del mercado (lo que representa un fenómeno de concentración
oligopólica absolutamente singular en el entorno europeo) lo que además de
constituir en sí mismo un atentado contra la “libre competencia” que populares
y socialistas se han ufanado en defender como prioridad en sus sucesivos
gobiernos, resulta a todas luces ineficiente social y económicamente,
extremadamente caro y sucio. Es el ámbito de la energía de manera singular
dónde se han producido los mayores pelotazos del capitalismo de amiguetes
patrocinado especialmente por el gobierno del PP de Aznar-Rato primero y ahora
de Rajoy-Soria, sin excluir por supuesto los gobiernos socialistas, que también
participaron activamente en el mantenimiento y consolidación del modelo
oligopolístico del mercado eléctrico español.
A
pesar de que el PP se define como partido liberal y de centro, lo cierto es que
en materia energética actúa como el más furibundo y autoritario regulador, pero
eso sí, de manera selectiva y cuidándose siempre de no dañar a “nuestras”
grandes multinacionales eléctricas: Endesa, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, E.ON
España y EDP. Y es que a pesar de la crisis, de la bajada del consumo eléctrico
y del incremento del precio de la energía, el oligopolio ha ingresado
exultantes dividendos: sólo Endesa, Iberdrola y Gas Natural Fenosa obtuvieron
unos beneficios netos de 7.125,5 millones de euros en 2014, un 20,8% más que
los 5.896 millones de euros ganados en 2013.
El
partido que se ha presentado como apologeta de la seguridad jurídica en
aquellos países latinoamericanos donde las grandes compañías registradas en
España operan, ha conseguido mediante sus nefastas decisiones (algunas de ellas
simples continuadoras de las ya adoptadas por Zapatero) convertir a nuestro
país en el estado europeo más demandado, con 23 demandas de arbitraje sólo en
materia energética. Al mismo tiempo y sin demasiada extrañeza, hemos conocido
recientemente que hasta 44 ex-cargos públicos del PP y del PSOE están en nómina
de las multinacionales eléctricas españolas, en lo que representa el mayor ejemplo
de colisión entre intereses privados y públicos que recordamos quienes nacimos
despues de la Transición.
Para
cerrar el verdadero asalto a la energía perpetrado por nuestras élites
políticas, financieras y empresariales desde el proceso de liberalización del
sector eléctrico iniciado por Aznar, el pasado día 9 de octubre y tras más de
tres años de intentonas, el gobierno del PP aprobó el Real Decreto de
Autoconsumo, que pretende consolidar un sistema de peajes sobre a la
autoproducción energética y con ello obstaculizar la transición hacia un nuevo
modelo energético. El Ministro José Manuel Soria es, recordémoslo, quién que se
empeñó – contra todo consentimiento popular, contra toda evidencia científica e
incluso contra la resistencia de la propia operadora REPSOL – en promover hasta
sus últimas consecuencias la fallida operación de explotación hidrocarburífera
frente a las costas de Fuerteventura, en Canarias, en su firma voluntad de
convertir las islas en la gasolinera del Atlántico con los altísimos riesgos
asociados de catástrofes ambientales, sociales y económicas como la que pude
comprobar de primera mano tras el hundimiento del pesquero Naydenov. Es también
aquel que se apresuró a cerrar un acuerdo indemnizatorio en el marco del gran
desastre y pufo de Castor, por el que los contribuyentes pagaremos (factura de
gas mediante) más de 1350 millones de euros en un cómodo plazo de 30 años a la
empresa ACS, propiedad de un tal Florentino Pérez. No es otro sino Soria
también quien renunció en nombre del Gobierno a cobrar las sobrerretribuciones
de hasta 3.396 millones de euros (más de 4.500 millones si añadimos los
intereses) que bajo la denominación de “Costes de Transición a la Competencia”
(CTCs) adeuda el oligopolio eléctrico español al erario público, y ello sin
contar las sobreganancias de las mismas compañías desde la configuración del
sistema de apoyo al sector eléctrico (allá por 1996); todo ello a pesar de
cinco recordatorios realizados por el organismo nacional regulador, así como de
un informe de la Abogacía del Estado en el sentido de exigir esos dineros. Don
José Manuel es asimismo quien sigue apostando por nuestra dependencia respecto
de la producción nuclear, utilizando el encarecimiento del precio de la
electricidad como gran argumento para convencer a la ciudadanía de la
pertinencia de construir un almacén temporal para los residuos de la industria
más peligrosa existente, aún y a pesar de los informes científicos que lo
desaconsejan.
Estamos
sin lugar a dudas en manos de gobernantes indolentes frente al
desabastecimiento de los más desfavorecidos; personajes que funcionan al
servicio de los objetivos empresariales de la patronal de la industria
eléctrica, que han hecho de la energía un negocio a lo largo de sus vidas, y
que no comprenden ni podrán comprender que el acceso a energía suficiente,
asequible y no contaminante es un derecho humano fundamental.
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