QUERIDO
DUNIA SÁNCHEZ
Qué haces mujer. Ahí,
en la ventana. El día es gris. La lluvia parece no calmarse, vueltas y vueltas
en charcos que lleva barquitos de papel a la deriva. Todo es un caes. La
nostalgia cae sobre ti mientras Schubert teclea su dolor. Yo, aquí, sentado,
mirando tu espalda pero no te das cuenta. La vejez no es renuncia, no me
oyes. Solo el cloqueo de la lluvia. De
un frío que vendrá y con nuestras mantas nos abrigaremos bajo la caja tonta o
un viejo libro.
Llueve. Lluvia que
fertiliza mis años perdidos. El no sé donde andará pero bien de seguro en su
sillón con una manta a cuadros sobre sus rodillas. Lo observo decaído. No sé lo
que le pasará. Yo aquí, ensimismada, me
encanta ver llover, observar como los pequeños riachuelos avanzan por el
asfalto. Creo que no ve. Su vista ha
desmejorado mucho. Pero presiento que está detrás de mí leyendo noticias del
ayer.
Cansado de las mismas
noticias. Me cuesta leerlas. Ay, los años. Ella sigue ahí, no sé en que estará
pensando pero de seguro que fotogramas antiguos pasa por su mente. Si se
virase. Intento llamarla, no hace caso. Aquí con el calor de esta manta no me
apetece levantarme.
Parece que amaina.
Quizás le apetezca dar una vuelta. Me agota estar fijamente en esta ventana,
ver la soledad de las calles.
Se vira y viene hacia
mí. Me dirá, damos un paseo. Y yo como siempre le diré que sí, que vamos a ese
parque donde nos conocimos.
Dispuesto querido.
Sí querida.
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