CUESTIÓN DE
FALTA DE PRODUCTIVIDAD
Guillermo de Jorge(Escritor)
Guillermo de Jorge(Escritor)
Lo primero que
debe de hacer una persona que se precie es tener valores morales. Unos
principios inquebrantables por los que debe de poner toda la carne en el asador
a la hora de tomar decisiones y donde uno debe de dejar claro que sin un
referente moral o ético no somos absolutamente nada.
Nunca he
creído en la suerte. Un hombre tiene lo que se merece, pero más aún lo que ha
trabajado o lo que se ha sacrificado, pero sobre todo: un hombre tiene lo que
ha sabido defender.
La cultura de
austeridad, en donde nos hemos embarcado, nos ha llevado a una histeria
colectiva del ahorro sofocante, de la mutilación de derechos básicos como la
sanidad o la educación y a un sospechoso “todo vale para salir de la crisis”.
En mi modesta
opinión, uno de los objetivos para luchar contra la crisis es sin duda la
productividad. Los funcionarios deben de ser los primeros en tomar esas
medidas. Está claro que ante la incapacidad de contratar a más personal para la
administración, los que ya están en su puesto de trabajo, deben de ampliar
horas con menos personal –como debe de hacer un hombre sensato sabedor de que
es un privilegiado ante tanta calamidad y ante tanto despropósito-. Pero
también deberíamos de preguntarnos, por qué en un país de casi cincuenta
millones de personas existen más políticos que policías, médicos y bomberos
juntos. Quizás, una medida factible sería entonces recortar los consistorios
con poblaciones reducidas y formar instituciones municipales más grandes y
eficientes, con la disminución consiguiente del sobrecoste de cargos públicos.
Otras de las
medidas para potenciar la productividad laboral sería la eliminación del la
jornada partida. Si un trabajador tuviese jornada continuada por la mañana,
éste tendría a partir de las cuatro o de las cinco de la tarde la posibilidad
de conciliar la vida familiar, tendría más tiempo libre y por lo tanto más
tiempo de ocio –por lo que podría dedicarse a hacer uso de los servicios y de la hostelería, con la
reactivación pertinente de las actividades; y, además de lo anterior, también
descansaría más, con la consiguiente mejora en la productividad.
A veces, desde
los estamentos sociales más elementales, como es el caso del que subscribe
estas torpes y angulosas líneas, las cosas nos parecen mucho más fáciles
–recordad que todo español lleva un político y un entrenador de fútbol dentro-,
pero es inevitable opinar e intentar aportar críticas constructivas, que a lo
ultimo es de lo que se trata.
Así pues,
tenemos a un trabajador eficiente, contento y sin necesidad de amarrarse aún
más el pantalón –aún no se ha visto a nadie apretarse el cinturón y bajarse los
pantalones al mismo tiempo-, y de la felicidad de él es de lo que se trata,
supongo yo, porque al fin y al cabo, quien llena las fábricas y da sentido a
los productos es el trabajador, que desde los albores de la historia fue el
primero que se invento y, después de él, llegó todo eso que se llama industria
e incluso clases sociales.
Pero todo esto
sería imposible de alcanzar, sino tuviésemos una educación en donde se
inculcase el compromiso del ciudadano con la sociedad a la que pertenece y que
estimulase sus irremediables ganas de ser participe en todos aquellos asuntos
que atañen a la patria en donde ha sido concebido.
Guillermo de Jorge
Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario