lunes, 30 de noviembre de 2015

CUESTIÓN DE FALTA DE PRODUCTIVIDAD

CUESTIÓN DE FALTA DE PRODUCTIVIDAD
   Guillermo de Jorge(Escritor)
Lo primero que debe de hacer una persona que se precie es tener valores morales. Unos principios inquebrantables por los que debe de poner toda la carne en el asador a la hora de tomar decisiones y donde uno debe de dejar claro que sin un referente moral o ético no somos absolutamente nada.

Nunca he creído en la suerte. Un hombre tiene lo que se merece, pero más aún lo que ha trabajado o lo que se ha sacrificado, pero sobre todo: un hombre tiene lo que ha sabido defender.

La cultura de austeridad, en donde nos hemos embarcado, nos ha llevado a una histeria colectiva del ahorro sofocante, de la mutilación de derechos básicos como la sanidad o la educación y a un sospechoso “todo vale para salir de la crisis”.

En mi modesta opinión, uno de los objetivos para luchar contra la crisis es sin duda la productividad. Los funcionarios deben de ser los primeros en tomar esas medidas. Está claro que ante la incapacidad de contratar a más personal para la administración, los que ya están en su puesto de trabajo, deben de ampliar horas con menos personal –como debe de hacer un hombre sensato sabedor de que es un privilegiado ante tanta calamidad y ante tanto despropósito-. Pero también deberíamos de preguntarnos, por qué en un país de casi cincuenta millones de personas existen más políticos que policías, médicos y bomberos juntos. Quizás, una medida factible sería entonces recortar los consistorios con poblaciones reducidas y formar instituciones municipales más grandes y eficientes, con la disminución consiguiente del sobrecoste de cargos públicos.

Otras de las medidas para potenciar la productividad laboral sería la eliminación del la jornada partida. Si un trabajador tuviese jornada continuada por la mañana, éste tendría a partir de las cuatro o de las cinco de la tarde la posibilidad de conciliar la vida familiar, tendría más tiempo libre y por lo tanto más tiempo de ocio –por lo que podría dedicarse a hacer uso de los  servicios y de la hostelería, con la reactivación pertinente de las actividades; y, además de lo anterior, también descansaría más, con la consiguiente mejora en la productividad.  

A veces, desde los estamentos sociales más elementales, como es el caso del que subscribe estas torpes y angulosas líneas, las cosas nos parecen mucho más fáciles –recordad que todo español lleva un político y un entrenador de fútbol dentro-, pero es inevitable opinar e intentar aportar críticas constructivas, que a lo ultimo es de lo que se trata.

Así pues, tenemos a un trabajador eficiente, contento y sin necesidad de amarrarse aún más el pantalón –aún no se ha visto a nadie apretarse el cinturón y bajarse los pantalones al mismo tiempo-, y de la felicidad de él es de lo que se trata, supongo yo, porque al fin y al cabo, quien llena las fábricas y da sentido a los productos es el trabajador, que desde los albores de la historia fue el primero que se invento y, después de él, llegó todo eso que se llama industria e incluso clases sociales.

Pero todo esto sería imposible de alcanzar, sino tuviésemos una educación en donde se inculcase el compromiso del ciudadano con la sociedad a la que pertenece y que estimulase sus irremediables ganas de ser participe en todos aquellos asuntos que atañen a la patria en donde ha sido concebido.

Guillermo de Jorge

                                                                                                                    Escritor

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