La moneda y su origen
MOVIMIENTO POR LA UNIDAD
DEL PUEBLO
CANARIO
La moneda acuñada surge por primera
vez al oeste de Asia Menor, en Lidia, a principios del siglo VI de la
era cristiana, que ya incluía las características de las monedas tal y como
circulan actualmente: un disco de metal con un emblema o motivo por el que el
emisor garantiza su valor y su peso. Culminaba así un proceso premonetario que
en el Próximo Oriente antiguo remonta a más de dos mil años previos.
Un ejemplo de los procesos premonetarios lo constituye el denominado
“trueque silencioso”, cuyo objetivo se atribuye al recelo de una de las partes,
negando a los extranjeros el acceso a su territorio, está descrito por Heródoto
y lo traemos a colación por el vínculo de la cultura canaria con la
líbico-bereber o más apropiadamente líbico-amazigh : “Hay una localidad en
Libia y hay unos hombres que la habitan más allá de las Columnas de Hércules.
Cuando los cartagineses llegan allí, descargan sus mercancías, las colocan en
fila en la playa, suben a sus barcas y elevan humo. Los libios, al ver el humo,
acuden a la orilla, donde depositan oro a cambio de las mercancias y se retiran
lejos de ellas. Entonces los cartegineses desembarcan y observan: si les parece
que el oro corresponde al valor de las mercancías, lo toman y se van. De lo contrario
suben de nuevo a sus naves y permanecen en ellas. Los libios se acercan y echan
más oro, hasta que les dejan satisfechos. Nadie perjudica a nadie”.
El “trueque silencioso” se sitúa, en cuanto a la evolución del tipo de
intercambio se refiere, entre el intercambio “exclusivamente ético” y el “puramente económico”. El “trueque
silencioso” se considera la forma conocida más antigua de intercambio. En la
Grecia antigua, según Homero, el valor de otros bienes se relacionaba con
determinado número de bueyes. Otros
objetos que desempeñaban funciones monetarias fueron los lebetes, los trípodes,
las hachas dobles y los asadores.
El asador era un utensilio utilizado con función dineraria en una etapa
intermedia entre el uso de cabezas de ganado y determinadas cantidades de metal
previas a la moneda. El asador era una barra de hierro o de bronce valorada al
peso y que fue sustituído en los comienzos de la acuñación por una moneda de
plata de valor equivalente. El manojo de seis asadores, denominado dracma, fue
la unidad fundamental del sistema monetario griego, hasta que la sustituyó el
euro, probablemente no quedando ni un sólo heleno que no se haya arrependito.
Las primeras monedas se obtuvieron de las “lágrimas” de metal precioso, al
obtener un valor puramente económico y cuantitativo con la impronta de la
comunidad política, como lo atestiguan los 93 ejemplares de electro (una
aleación naturala de oro y plata) hallados en los años 1904 -5 en la excavación
realizada en el Artemision de Éfeso (Asia Menor), que con sus característics
técnicas demuestran la evolución de las “lágrimas” metálicas a las monedas.
Las emisiones monetarias lidias optaban por el león, frente a la pluralidd
de las griegas, respondiendo a intereses particulares, colectivos o individuales,
no referidas exclusivamente a los mercaderes, banqueros y orfebres, que
imprimían su propio sello en las monedas, sino también a individuos que usaban
las piezas acuñadas para hacer donaciones y recompensas, sin olvidar el afán de
exaltación y propaganda de las clases aristocráticas, sobre todo en periodos de
crisis, cuyo ejemplo más reciente lo tenemos en la coronación del borbón Felipe
VI y su impronta en el euro ¡Otra vez el euro!
Cuando se introdujo el uso de la moneda allí donde el lingote había sido la principal forma de
equivalencia, como sucedió en Lidia y el imperio persa, la diferencia entre el
metal pesado y el amonedado era apenas perceptible, a diferencia con el lingote.
La acuñación correspondía, como no, al monarca.
Digno de mención es el hecho de que las emisiones monetarias con las
improntas de la cabeza de Atenea en el anverso y la lechuza en forma de
cuadrado incuso en el reverso se generalizaron con el nacimiento de la
democraccia.
En el sur de Sicilia, de Selulente a Gela y a Siracusa, regía el sistema
euboico, mienttras que en la vertiente jónica del sur de Italia, de influencia
corintia, se usaba una estatera de peso reducido a 8.04 gramos dividida en
tercios. Sin embargo las colonias de Calcis, como Posidonia y Velia, cortaban
su propia moneda con valores sustancialmente
ajenos a la experiencia ponderal egea: 5.8 y 7.76 gramos,
respectivamente.
En las metrópolis y en la colonias las condiciones eran distintas. Canarias
no ha sido ajena a esta tendencia, llegando a acuñar su propia moneda, la isleña,
que pasó por etapas de devaluación, reevaluación y falsificación, siendo del
mismo valor nominal que la castellana pero con un valor real premiado para
circular en Canarias.
Proponemos
acuñar de nuevo nuestra propia moneda (la isleña, el drago como ya se ha
propuesto, el dólar canario, bitcoin o como se decida llamar, da igual, lo
importante es mantener nuestra independencia económica) que nos permita hacer
la devaluaciones oportunas si fuera necesario, con una banca pública que
financie tanto al Estado como a la pequeña y mediana empresa y a las familias,
evitando con nuestra moneda propia y la banca pública que hagan con nosotros lo
que hicieron con el pueblo griego y superando de esta manera la crisis crónica
que padece Canarias desde la cruel invasión armada española.
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