MACRI CONTRA VENEZUELA: TENSIONES EN EL MERCOSUR
(POR AGUSTÍN LEWIT Y SILVINA
ROMANO)
Pese
a las insistencias del líder conservador argentino, lo cierto es que la
invocación a la cláusula democrática contra Venezuela parece reducirse -al
menos por ahora- más a una voluntad de deseo propia antes que a un hecho
factible de concretarse.
En
su primera conferencia de prensa como presidente electo de Argentina, Mauricio
Macri (PRO), tal como lo había adelantado más de una vez en campaña, aseguró
que en la próxima cumbre del Mercosur –el próximo 21 de diciembre en Asunción,
Paraguay– solicitará la aplicación de la cláusula democrática a Venezuela,
aduciendo límites a la libertad de expresión en dicho país y una supuesta
persecución a líderes de la oposición. Respecto a esto último, el presidente
electo argentino se refirió puntualmente al caso de Leopoldo López, líder de
Voluntad Popular, condenado por la Justicia venezolana a casi catorce años de
prisión por ser considerado uno de los mentores de los incidentes que en 2014
terminaron con la vida de 43 personas. Un detalle nada menor en este punto fue
la presencia de Lilian Tintori, esposa de López, en el búnker del PRO el
domingo pasado.
La
cláusula democrática del Mercosur se incorpora a las normativas del bloque
sureño a partir de la firma del Protocolo de Ushuaia, el 24 de julio de
1998[1]. El antecedente de este protocolo es la Declaración Presidencial de las
Leñas del 27 de junio de 1992, que sostiene que “la plena vigencia de las
instituciones democráticas es condición indispensable para la existencia y el
desarrollo del Mercosur” (intro. Protocolo Ushuaia). Dicha disposición
establece que, ante una eventual ruptura del orden democrático en cualquiera de
los países miembros, se tomarán medidas, acordadas por consenso, que “abarcarán
desde la suspensión del derecho a participar en los distintos órganos de los
respectivos procesos de integración, hasta la suspensión de los derechos y
obligaciones emergentes de esos procesos” (art. 5). Si bien en el Protocolo de
Montevideo –también conocido como Ushuaia II–, firmado el 20 diciembre de 2011
en la capital uruguaya, desaparece la alusión explícita a la necesidad de
consensuar las mencionadas sanciones, dicho protocolo no se encuentra en vigor.
Hasta
ahora, el único caso en que se aplicó la mencionada cláusula es el de Paraguay,
cuando se llevó a cabo el golpe parlamentario que culminó con la destitución
del presidente Fernando Lugo, el 24 de junio de 2012. A pesar de que el sector
político que provocó la caída del entonces presidente adujo realizar esas
acciones por medios “constitucionales”, el 29 de junio de 2012 los miembros del
Mercosur –Argentina, Brasil y Uruguay (Venezuela no se había incorporado
plenamente aún)– decidieron “suspender a la República del Paraguay del derecho
a participar en los órganos del Mercosur y de las deliberaciones, en los
términos del artículo 5° del Protocolo de Ushuaia”[2], entendiendo que Lugo fue
destituido sin un debido proceso, lo cual constituyó una alteración de la
dinámica democrática en dicho país.
Pese
a las insistencias del líder conservador argentino, lo cierto es que la
invocación a la cláusula democrática contra Venezuela parece reducirse -al
menos por ahora- más a una voluntad de deseo propia antes que a un hecho
factible de concretarse. En primer lugar, porque más allá de las valoraciones
sobre el gobierno bolivariano, nadie puede dudar de su profundo carácter
democrático: desde el ’98 a la fecha, el chavismo ha ganado cinco elecciones
presidenciales consecutivas, muchas de ellas con porcentajes arrolladores,
sucediéndose además numerosas elecciones legislativas y consultas populares. En
ninguno de los comicios se prohibió participación alguna o limitación de
campañas. En segundo lugar, parece sumamente difícil que Mauricio Macri logre
alinear al resto de los presidentes mercosureños detrás de su embestida contra
Venezuela, para lograr el consenso unánime de los mismos, el cual –como se
dijo– es requisito indispensable para activar la cláusula. Probablemente reciba
el respaldo de Horacio Cartes, quien hasta ahora se encontraba “contenido” por
la mayoría progresista y, sin dudas, de aquí en más encontrará en Macri un
socio ideológico. Pero resulta muy poco probable que –a pesar de las
ambigüedades para con el gobierno venezolano– Uruguay acompañe la medida y
mucho menos Brasil.
La
iniciativa de Macri despertó repercusiones en el resto de los países del
bloque. Florisvaldo Fier, alto representante general del Mercosur, sostuvo: “Yo
creo que Macri tiene que informarse un poco mejor, porque la cláusula
democrática se aplica cuando hay un golpe de Estado”. Rafael Correa, presidente
ecuatoriano, dijo por su parte que “no cabría” aplicar esa cláusula contra
Venezuela, ya que, “guste o no, en ese país rige la democracia” y un proyecto
político que “se ha cansado de ganar elecciones”. Danilo Astori, ministro de
Economía de Uruguay, sostuvo al respecto: “Las cláusulas democráticas como la
del Mercosur están destinadas a responder a rupturas institucionales y yo, más
allá de las discrepancias que pueda haber respecto a Venezuela, pienso que no
ha habido una ruptura institucional”. El canciller del mismo país, acotó en la
misma sintonía: “Todavía están dadas las condiciones para no aplicar esa
cláusula (…) se está lejos de una alteración del orden democrático en Venezuela”.
Sólo el canciller paraguayo tuvo un diluido gesto de afinidad con la propuesta
de Macri al decir que “tomaban nota” de la iniciativa.
Lo
cierto es que, aun cuando esta arremetida puntual contra Venezuela no prospere
por la vía legal, el ascenso al poder del conservadurismo argentino ya empieza
a evidenciar fuertes repercusiones en el ámbito regional. Las esperables
tensiones políticas que enfrentarán al gobierno argentino con las fuerzas
progresistas que permanecen en el poder, amenaza con paralizar a un Mercosur
que, aunque con contramarchas, evidenció notables avances en los últimos
años.
En
términos más generales, el triunfo de Macri no sólo constituyó la primera
derrota al próspero ciclo progresista comenzado con el triunfo de Chávez en 1998
y apuntalado por un encadenamiento de numerosas victorias, sino –quizás por eso
mismo– se convirtió además en la punta de lanza de las derechas regionales que
pugnan por volver al poder. En esa voracidad que comienza a asomar, apelarán a
todos los recursos posibles incluso, tal el caso de Macri y Venezuela, incurrir
en disparates.
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