¿EL HORROR EN PARÍS ES DIFERENTE AL DE SIRIA, IRAQ, PALESTINA Y EL
LÍBANO?
POR CARLOS AZNAREZ
Ahora,
como ocurriera en el mismo escenario con la masacre de Charlie Hebdo, vuelven a
sentirse las tan repetidas consideraciones hipócritas. Todos a la vez, los
mandamases europeos prometen más medidas represivas, más censura, más
fabricación de armamento para alimentar intervenciones bélicas. Juran que “hoy
somos Francia”, en vez de prometer ante las víctimas: “Nos iremos de la OTAN”.
Otra
vez París se convirtió en un campo de batalla. Decenas de muertos, cientos de
heridos y las mismas consignas de respuesta del gobierno francés frente al
ataque yihadista que ya se han escuchado en Estados Unidos y España cuando
acciones similares generaron idénticas masacres. Frente al horror se quiere
responder con más horror, se habla en los titulares de los principales medios
con total ligereza, de que “ahora sí empezó la guerra”, o se alimenta la idea
(en forma directa o solapada) de que el mundo árabe y musulmán atenta contra la
sacrosanta democracia francesa. A sabiendas que la casi totalidad de esa
colectividad repudia al ISIS y sus protectores.
Tiene
muchísima razón el presidente sirio Bachar Al Assad cuando, después de
condolerse por las víctimas de los atentados, recuerda que “Francia conoció
ayer lo que vivimos en Siria desde hace cinco años”. Y lo dice precisamente
quien en innumerables ocasiones ha intentado -como antes lo había hecho el
líder libio Gadaffi- convencer a los gobernantes franceses que no armaran,
equiparan logísticamente y costearan con millones de dólares a los ejércitos
mercenarios que han sembrado el terror, la muerte y el desesperado destierro de
cientos de miles de sirios e iraquíes. En cada ocasión que este mensaje
resonaba en los foros internacionales, la posición francesa siempre fue la
misma: ratificar su creencia de que exportando la guerra, alineándose con la
OTAN y subordinándose ante el mandato imperial monitoreado desde Washington,
“el problema sirio”, es decir el tan buscado derrocamiento de Al Assad, iba a
ser resuelto.
Está
claro que como le ocurriera a los gobernantes derechistas españoles el 11M del
2004, el tiro les salió por la culata. En esa ocasión, el yihadismo, al que
España y su alianza con la OTAN habían querido combatir mediante su presencia
en Iraq y Afganistán, decidió responder con la misma medicina, y como en París
ahora, los que pagan los errores de los poderosos siempre son los ciudadanos de
a pie, cuya única culpabilidad, si es que la tuvieran, quizás sea votar y
catapultar a la presidencia, a esos asesinos seriales que luego los condenan a
la muerte.
Ahora,
como ocurriera en el mismo escenario con la masacre de Charlie Hebdo, vuelven a
sentirse las tan repetidas consideraciones hipócritas. Todos a la vez, los
mandamases europeos prometen más medidas represivas, más censura, más
fabricación de armamento para alimentar intervenciones bélicas. Juran que “hoy
somos Francia”, en vez de prometer ante las víctimas: “Nos iremos de la OTAN”.
Con esas y otras actitudes similares dejan al descubierto que junto con los
asesinos de un yihadismo que no representa de ninguna manera al Islam, ellos
-los Hollande, Sarkozy, Rajoy, Merkel y quienes los auspician desde el
Pentágono, son los principales responsables de estas acciones bárbaras. Las han
alimentado persiguiendo hasta el cansancio a los musulmanes de la periferia de
Paris y las diversas ciudades francesas, negándole el uso de recintos para
hacer sus oraciones o generando allanamientos en las mezquitas donde era común
practicar pacíficamente su derecho al rezo. Allí están como ejemplo esas leyes
que prohiben desde 2011 el uso del velo y también la pollera islámica y la
burka en los espacios públicos, no obligando de la misma manera a ciudadanos
franceses que comulgan con el judaísmo. Segregando al mundo islámico y
exibiéndolo ante la sociedad francesa como “el enemigo”, de la misma manera que
Israel hace con los palestinos desde hace más de seis décadas.
No
es misterio para nadie y menos para los devaluados Servicios de Inteligencia
francesa, que muchos de los humillados, desempleados y perseguidos por leyes
draconianas y racistas que habitaban en la “Banlieue” parisina, fueron
cooptados primero por el Frente Al Nusra y luego directamente por el ISIS para
que sean parte de la experiencia de sembrar el terror en Siria e Iraq y lo más
paradójico es que salieron desde el territorio francés en numerosas ocasiones
con el visto bueno de un gobierno que los sintió como sus “soldados de
avanzada”. En ese momento, las masacres que esos mercenarios producían en
Mossul, Raqqa, Aleppo,Homs o en Palmira, no preocupaban a Sarkozy ni tampoco a
Hollande. Eran “daños colaterales” lejos de la comodidad parisina que hasta ese
momento parecía blindada, inviolable. Tampoco dijeron nada importante del
atentado sangriento cometido esta semana en El Líbano y seguramente muy
festejado en Tel Aviv o en la Casa Blanca, ya que en esa ocasión la matanza
ocurría en un barrio controlado por Hezbolah. En este caso, los muertos eran
tan árabes como los palestinos asesinados en estos días en Cisjordania o en
Gaza, cuyos nombres no cuentan para los grandes medios, como tampoco el dolor
de sus familiares o las imágenes dantescas de sus viviendas arrasadas.
Eso
no tiene más que un nombre: doble rasero, praxis mentirosa, odio al diferente.
Lo
que ahora a ocurrido en París tiene también otra explicación no menos importante.
En los últimos meses en el escenario sirio ha ocurrido un hecho que cambió la
relación de fuerzas. Rusia decidió intervenir, al rescate de un gobierno y un
pueblo asediados por el terror, y lo hizo a su manera, logrando éxitos
inmediatos en la lucha contra el ISIS y demostrando que todas las acciones
anteriores, propagandizadas por la OTAN y Estados Unidos, habían sido una farsa
gigantesca.
Golpeado
en sus bases principales, destruidos muchos de sus almacenes de armamento y
sintiéndose traicionados por quienes los arroparon desde Arabia Saudí, Turquia
y los países occidentales, muchos de los mercenarios optaron por retornar a sus
sitios de origen, entre ellos los europeos. Tanto es así, que ese “retorno” fue
anticipado por algunos analistas franceses, quienes aseguraban que “ahora el
peligro puede estallar a nuestros propios pies”. De eso se trata precisamente
esta repudiable venganza yihadista, que más allá del falso llanto de quienes
los gobiernan, debería ser un llamado urgente para que la sociedad francesa,
como otras del continente europeo, se decidan a interpelarlos, y exigirles que
abandonen sus ideas expansionistas, injerencistas y autoritarias. Que cesen los
comportamientos xenófobos, como los que a pocas horas de ocurrir estos atentados,
ya han generado el incendio de un campo de inmigrantes refugiados en Calais.
Que miren a quienes huyen de las guerras provocadas por la OTAN, como hermanos
y no como enemigos. Que se vuelquen a comportamientos humanitarios y no busquen
excusas donde sólo hay hombres y mujeres que quieren ser tratados como tales y
no como ciudadanos de segunda clase.
Quizás,
estas circunstancias marcadas por el dolor, puedan servir de punto de inflexión
para buscar un punto de inicio diferente. Si esto no ocurriera, como parece
probable visto lo visto, nadie, absolutamente nadie tendrá derecho a
preguntarse, cuando el horror se repita: “¿Por qué a nosotros…?
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