ESPE Y SU
FACTURA
DE LA LUZ
Aníbal
Malvar
Nos
hemos enterado esta semana de que la Comunidad de Madrid, o sea los ciudadanos,
hemos pagado la factura de luz del domicilio particular de Esperancita Aguirre
entre 2003 y 2012. Conocer el dato me ha aliviado enormemente, pues de todos es
sabido que la ex presidenta tenía serios problemas económicos durante su
mandato para calefactar el palacete de la calle Jesús del Valle, 10, y llegar a
fin de mes. Lo dejó dicho con meridiana claridad en 2006, en unas memorias que
escribió casi en plan Churchill, aunque con menos humor británico: “No tener
pagas extra me tiene mártir, las he tenido toda mi vida y las echo de menos en
Navidad y en verano. No es que haga números a final de mes, ¡es que muchas
veces no llego!”.
Atentando
contra la sensibilidad social con las condesas consorte más desfavorecidas que
nos ha despertado esta crisis, su sucesor Ignacio González dejó de pagar los
recibos del palacete, y ahora Fenosa reclama al gobierno madrileño los 5.000
euros que se deben desde entonces. Está claro que el PP no tiene ningún plan
para luchar contra la pobreza energética, salvo este plan personal que se
aplicó Esperancita a sí misma porque ella lo vale. Cualquier día nos ficha por
Podemos, si la derecha de toda la vida comienza a despreocuparse de nuestra aristocracia
menesterosa. Para sosiego del lector sensible, apuntar que la compañía
eléctrica no le ha cortado a Esperancita el suministro, pues en España no es
costumbre dejar sin calefacción ni luz a nadie. Lo saben algunos muertos de
frío.
Recuerdo
el revuelo que se montó este mayo pasado cuando Esperancita, muy azote de la
mamandurria y muy ella, arremetió contra las prestaciones a los desempleados:
“Aquí son años sabáticos –protestó Espe–. Gente perfectamente formada,
perfectamente capaz, con treinta y tantos años que dice: ‘Ahora voy a París a
ver si hago un curso de no sé qué’. Es que es una beca, lo consideran una beca.
Todo es una cuestión de incentivos; el incentivo es a que no trabajen”. Lleva
toda la razón: yo no conozco a ningún parado que no esté ahora en París
haciendo un curso.
Pero
que no se confunda el gentío, pues hay mucho demagogo bolivariano por ahí: no
se puede comparar la limosna a un parado con el recibo de la luz de una
condesa, aun consorte. Separar a las clases sociales es lo que nos distingue
como humanos, y no como animales. Líbrenos nuestro glorioso pasado de la
bestialidad.
Un
grupo de amigos míos aristócratas, con los que desayuné ayer noche, comentaban
asombrados la noticia de la factura de la luz de Esperanza Aguirre, poniendo
énfasis en el hecho de que solo gastara entre 200 y 300 euros al mes en energía
para todo un palacete del, o muy frío o muy caliente, centro de Madrid.
–¡Qué
ejemplo de austeridad! –fue la frase más repetida.
Y
es que Esperancita, quitando alguna que otra diferencia ideológica, para mí
sería, entre otras virtudes, la vecina perfecta. Yo vivo en Manzanares el Real.
Orilla de la cárcel de Soto.
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