VARGAS LLOSA, UNA PLUMA
POLÍTICA FRUSTRADA
ALFREDO SERRANO
A
pesar de todos los premios literarios, Vargas Llosa sigue atravesado por su
derrota en las elecciones presidenciales de Perú del año 1990. Jamás lo superó.
Ninguno
de sus merecidos reconocimientos como escritor compensó su anhelo de todo niño
hijo de la oligarquía latinoamericana de la época: ser Presidente. Desde
entonces, ha persistido con sus diatribas en defensa de cualquier propuesta de
la derecha naciente en América latina.
Su
tono se enfureció mucho más durante el siglo XXI luego de la llegada de los
gobiernos de signo contrario a sus designios. En todos esos casos (Venezuela,
Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador), la democracia dejaba de ser un sistema
justo para elegir sus mandatarios. El pueblo dejaba de tener razón. Y Vargas
Llosa sustituía su pluma ilustrada y creativa por un lenguaje de brocha gruesa,
de lugares comunes cómo cualquier político obsoleto de la derecha del siglo XX.
El
novelista y ensayista ha vuelto a aparecer en escena con las elecciones
argentinas. En su editorial, de El País, “Una esperanza argentina”, hace
campaña en modo hooligan a favor de Macri.
Le
regala todo tipo de piropos como adalid de la libertad y democracia a pesar de
que su fortuna –la de la familia Macri- se fraguó en época de dictadura. Por el
contrario, arremete sin piedad contra el peronismo y el kirchnerismo. Les
insulta con el peor lenguaje barrio bajero. Se atreve incluso con equiparar lo
que sucede en Argentina con el nacismo y fascismo: “el fenómeno del peronismo
es, al menos para mí, más misterioso todavía que el del pueblo alemán abrazando
el nazismo y el italiano el fascismo”.
Su
lengua viperina no tiene límites. A Chávez le dijo absolutamente de todo. Lo
mismo contra Evo Morales o Correa. A Néstor y Cristina también les despreció
con todo tipo de improperios. Todo porque –tal como él mismo afirma- Argentina
no vuelve “al primer mundo”, a su primer mundo, a ese mundo privilegiado para
unos pocos donde está prohibida la entrada de las mayorías. Vargas Llosa, como
buen marqués (marquesado hereditario español que le fue creado y entregado por
el rey Juan Carlos), siempre defiende a su propia su casta.
Su
mirada está impregnada de rencor y mentiras. Habla de empobrecimiento cuando
Argentina es el país, según la CEPAL, que más ha erradicado pobreza y reducido
desigualdad gracias a las políticas públicas del kirchnerismo. Crítica el
antiamericanismo del gobierno después de que éste se haya negado a acatar lo que
un juez de Nueva York sentencia a favor de los fondos buitres.
Para
Vargas Llosa el americanismo ha de significar todo proyecto político impuesto
desde Estados Unidos en vez de cualquier construcción de una América latina más
emancipada. Seguramente, jamás pudo digerir aquel No al ALCA (Área de Libre
Comercio de las Américas) que tuvo lugar precisamente en Mar del Plata hace una
década. El gobierno K jugó un rol clave en esa batalla y eso escuece todavía
mucho a aquellos que defienden que América latina ha de volver subordinadamente
al redil atlántico trazado por Estados Unidos y Europa.
Vargas
Llosa sigue sin comprender absolutamente nada de lo que sucede al interior del
cambio de época latinoamericano. Sigue apoyando a perdedores en América latina:
Henrique Capriles en Venezuela, Aecio Neves en Brasil, La calle Pou en Uruguay,
Rubén Costas en Bolivia, Mauricio Rodas en Ecuador.
En
esta ocasión apuesta por Macri a ver si logra de una vez por todas ganar una
elección en países que buscaron otro camino diferente al neoliberalismo. El 22
de Noviembre veremos si atina. Por ahora, sus aciertos son prácticamente nulos.
Su olfato político deja mucho que desear.
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