SUSURROS DEL CIELO
Nadie sabe bien por
qué
los sábados a la
mañana,
dos pájaros de mi
pueblo
se acercan a mi
ventana.
Nadie sabe bien por
qué
uno de ellos me
acaricia,
suave susurro de
cielo,
se siente como
delicia.
Nadie sabe bien por
qué
escucho su pensamiento
cien aleteos celestes
cuentos de brisa y de
encuentro.
Nadie sabe bien por
qué
me secretea al oído:
“La libertad no se
vende
aunque te roben el
nido”.
“La libertad no se
compra
aunque te corten las
alas.
La libertad está
adentro
del corazón de las
hadas”.
Nadie sabe bien por
qué
los sábados a la
mañana
cuando los veo llegar
el alma se me
aliviana.
¿Será porque soy un
ángel?
¿Será porque soy muy
mala?
¿Será porque sueño y
quiero?
O… ¿por ser muy
charlatana?
Patricia
Iglesias Torres
Argentina
♦
DETESTO QUE HABLES TANTO
Detesto que hables
tanto, tu voz omnipresente.
Mi mente huye lejos,
mi cara se hace roca.
Entonces imagino que
estoy en otro lado
y que tú hablas sola,
cual si estuvieras loca.
Como todas las cosas
las llenas de palabras,
las cosas me parecen
cada vez más vacías.
Maldita lengua floja,
vampiresa sin alma,
siento que me desangra
tu charlatanería.
Detesto que hables
tanto, tu voz omnipresente.
Mil veces he deseado
matarte o estar muerto:
Colgarme de una viga,
darte a beber cicuta…
Mientras sigues
hablando, así sueño despierto.
Marcela
Silvestro
Argentina
LECCIÓN DE GRAMÁTICA
Yo estoy, tú estás
y ella está y él
también;
y todos los que
estaban, estuvieron
y están muy bien.
Estamos, estaremos
nosotros; ella y él
estarán lado a lado y
yo, que estuve,
estaré.
Y si acaso estuviera
alguien que no haya
estado aquella vez,
¡bienvenido!, que
estar es lo importante
—y que todos estén.
David Chericián
Cuba
♦
LA MURALLA
Para hacer esta
muralla;
tráiganme todas las
manos:
los negros sus manos
negras,
los blancos, sus
blancas manos.
Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta
el monte,
desde el monte hasta
la playa, bien
allá sobre el
horizonte.
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—Una rosa y un clavel…
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—La paloma y el
laurel…
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El alacrán y el
ciempiés…
—¡Cierra la muralla!
Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la
yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la
serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la
flor,
abre la muralla…
Alcemos una muralla
juntando todas las
manos,
los negros, sus manos
negras,
los blancos, sus
blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa al
monte,
desde el monte hasta
la playa, bien
allá sobre el
horizonte.
Nicolás Guillén
Cuba
No hay comentarios:
Publicar un comentario