sábado, 14 de noviembre de 2015

SUSURROS DEL CIELO

SUSURROS DEL CIELO
Nadie sabe bien por qué
los sábados a la mañana,
dos pájaros de mi pueblo
se acercan a mi ventana.
Nadie sabe bien por qué
uno de ellos me acaricia,
suave susurro de cielo,
se siente como delicia.
Nadie sabe bien por qué
escucho su pensamiento
cien aleteos celestes
cuentos de brisa y de encuentro.
Nadie sabe bien por qué
me secretea al oído:
“La libertad no se vende
aunque te roben el nido”.
“La libertad no se compra
aunque te corten las alas.
La libertad está adentro
del corazón de las hadas”.
Nadie sabe bien por qué
los sábados a la mañana
cuando los veo llegar
el alma se me aliviana.
¿Será porque soy un ángel?
¿Será porque soy muy mala?
¿Será porque sueño y quiero?
O… ¿por ser muy charlatana?
Patricia Iglesias Torres
Argentina
DETESTO QUE HABLES TANTO
Detesto que hables tanto, tu voz omnipresente.               
Mi mente huye lejos, mi cara se hace roca.
Entonces imagino que estoy en otro lado
y que tú hablas sola, cual si estuvieras loca.
Como todas las cosas las llenas de palabras,
las cosas me parecen cada vez más vacías.
Maldita lengua floja, vampiresa sin alma,
siento que me desangra tu charlatanería.
Detesto que hables tanto, tu voz omnipresente.
Mil veces he deseado matarte o estar muerto:
Colgarme de una viga, darte a beber cicuta…
Mientras sigues hablando, así sueño despierto.
Marcela Silvestro
Argentina

LECCIÓN DE GRAMÁTICA
Yo estoy, tú estás
y ella está y él también;
y todos los que estaban, estuvieron
y están muy bien.
Estamos, estaremos
nosotros; ella y él
estarán lado a lado y yo, que estuve,
estaré.
Y si acaso estuviera
alguien que no haya estado aquella vez,
¡bienvenido!, que estar es lo importante
—y que todos estén.
David Chericián
Cuba
LA MURALLA
Para hacer esta muralla;
tráiganme todas las manos:
los negros sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien
allá sobre el horizonte.
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—Una rosa y un clavel…
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—La paloma y el laurel…
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El alacrán y el ciempiés…
—¡Cierra la muralla!
Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla…
Alcemos una muralla
juntando todas las manos,
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa al monte,
desde el monte hasta la playa, bien
allá sobre el horizonte.
Nicolás Guillén
Cuba

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