CÍNICOS DE TODOS LOS PAÍSES: UNÍOS,PERO DEJADNOS EN PAZ
POR PATROCINIO NAVARRO VALERO
De
nuevo suenan los clarines de la guerra, y con los mismos argumentos. De nuevo,
los gobiernos de una supuesta cristiandad llaman a la lucha armada contra sus
enemigos, en este caso asesinos fanáticos terroristas de un supuesto islamismo.
Pero hay que ser claros, no cínicos.
NO
SERÁ EN MI NOMBRE
De
nuevo suenan los clarines de la guerra, y con los mismos argumentos. De nuevo,
los gobiernos de una supuesta cristiandad llaman a la lucha armada contra sus
enemigos, en este caso asesinos fanáticos terroristas de un supuesto
islamismo. Pero hay que ser claros: existen Mandamientos, como el “no matarás”
en cuyo cumplimiento ni verdaderos
cristianos ni verdaderos musulmanes
matarían; solo los partidarios del “Ojo por ojo”, que aquí parecen ser todos
los enfrentados. Y otro Mandamiento, tampoco admitido por ningún bando en
litigo, propone no robar los bienes
ajenos. La paz es un bien; el petróleo es un bien. El dinero y toda clase de
riqueza son bienes y todo eso está en litigio.
Por
tanto, me pregunto: ¿Irían a la guerra un profeta, un místico cristiano? ¿Lo
harían un místico sufí –musulmán, un verdadero creyente o simplemente una
persona honrada y de buen corazón cualquiera que fuese su pensamiento
espiritual? Estos ejemplos nos ayudan a comprender que una buena persona o una
persona verdaderamente espiritual acepta la ley del amor y por tanto es
pacífica y no desea lo ajeno. Sin embargo, una persona sumisa a alguna clase de esas jerarquías de
poder disfrazadas de religiosas o
de amantes de los derechos humanos se deja seducir por la lucha entre esas
jerarquías de poder que ni aceptan la ley del amor, ni les importa mandar matar
y además desean más poder y riquezas… de otros. También nuestras. Esa clase de
persona sumisa y carente de espíritu crítico, adiestrada por los medios de
propaganda, lo es hasta el punto de morir por aquellos que le
dominan y desear correr con los gastos
de sus guerras, siempre encaminadas a enriquecer a unos pocos a costa de la
muerte y la pobreza de muchos, incluidos
quienes les apoyan.
Debemos
estar despiertos porque estamos asistiendo en nuestros días a una impostura de la peor especie, aunque ya
deberíamos estar acostumbrados a tanto cinismo a la hora de justificar guerras.
Pondré un ejemplo reciente: el gobierno británico, que está planteándose la guerra, acaba de recortar 12 mil millones
de libras de ayudas públicas a parados y necesitados para sumarlas en esas
misma cantidad a la máquina militar
(citado por Librered.net el 27 de este noviembre). Y como todos sus amigos
belicistas, hallará el modo de justificar esa doble injusticia: contra los
suyos y contra la especie humana.
La
guerra, se nos dice, es contra los
terroristas. Terroristas, oh asombro, cuya paternidad y financiación corresponde precisamente a
quienes ahora llaman a las armas para combatirles, y a sus amigos y aliados de
Oriente Medio. ¿Cabe mayor desvergüenza?
¿Y de dónde sale y ¿a dónde va el dinero que pagan los terroristas por
las armas que compran? ¿Nadie lo sabe? Entonces para qué están los servicios de
inteligencia? Y si lo saben, ¿por
qué no se toman medidas para controlar
todo eso? …
Naturalmente
que uno no desea que existan terroristas, ni siente por ellos la menor
simpatía, ni justifica, como es natural sus crímenes, pero que no nos engañen
los que dicen querer combatirlos, porque para acabar con algo primero no hay
que crearlo, y después hay que usar los
remedios adecuados. ¿Y qué remedios son esos, si no es cortar con el mercado de
armas con las que los terroristas matan? ¿No es más sencillo controlar a unos
cuantos traficantes de armas que a grupos terroristas que las compran? ¿No es
más sencillo seguir “la ruta” del dinero del armamento que usan los terroristas
y controlar sus fuentes de financiación? Pero, ay, ¿y si los mismos que les
venden las armas a los terroristas o a sus gobiernos protectores en la sombra fuesen los propios
gobiernos o sus “delegados de ventas”? Entonces, ¿quién pone el cascabel al
gato?
Decimos
que vivimos en un mundo civilizado. Si eso fuese cierto, ¿por qué se sigue
fabricando armamento de todos los calibres y modelos imaginables? Nadie puede
creer que vivimos en un mundo civilizado viendo lo que vemos. ¿No es más
sencillo que estos gobiernos de occidente que se dicen cristianos o defensores
de los derechos humanos ordenen cerrar las fábricas de armas, destruir todas
las que existen y perseguir a quien provee de estos instrumentos de muerte a
grupos terroristas? Algunos dirán: oh, esto es una utopía. ¿Es una utopía un
mundo sin guerras? ¿Acaso no es esto algo deseable por casi todos nosotros? De
no ser así, de rendirnos, de encogernos de hombros o de seguir a la música militar, seríamos una humanidad
condenada a matarnos cada vez que unos pocos mandamases lo decidan.
¿Es esto deseable o algo inadmisible para una persona de juicio y
conciencia sana?
Sé
que no está en ningún programa político la demanda de echar el cierre de las
industrias de las armas que tan pingües ganancias dan a los Estados y a sus
amigos, pero tal vez va siendo hora de que comience a figurar como un capítulo
importante a la hora de presentarse a las elecciones un dirigente político que
se precie de honrado y abierto a toda utopía posible, porque utopía no quiere
decir imposibilidad, sino horizonte a alcanzar.
Personalmente,
como amigo del Príncipe de la Paz,- que
no es premio Nobel precisamente- amo la
utopía de la paz que sé que ha de llegar
cuando el conjunto de la humanidad madure, pero si entre tanto hay guerra, no
será con mi apoyo emocional ni intelectual ni moral. No será en mi nombre
cuando truenen sus cañones. Eso nunca.
28
de noviembre de 2015
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