UN EMBLEMA DE LA INDECENCIA
Cándido Quintana
En
plena efervescencia del juicio del MAMOTRETO,
con diversos políticos y técnicos imputados y al que estoy asistiendo, y más
allá de consideraciones diversas como volumetrías, líneas que invade u otros
aspectos ajustados a posibles ilegalidades, subyace una verdad mucho más
sencilla que tiene que ver con las formas de actuar de las personas, que son de
largo mucho más importantes. Sea cual sea la sentencia final, en boca de
muchas personas y en la mía también,
estamos ante un símbolo de la corrupción y del mal hacer, se trata de una
artimaña más, propiciada por las clásicas componendas que han nacido en donde
sabemos, como otras muchas, y que se corresponde con los habituales enjuagues
políticos de por aquí.
Nada
ni nadie puede justificar la razón de ser del mamotreto, por mucho que lo quieran
adornar dándole la consideración de interés público o similares, porque la
jugada, maestra como la de la propia trama que lo alberga, la de Las Teresitas,
está muy clara y no se justifica más allá de la picaresca y, a partir de aquí, de
cualquier cosa que uno quiera pensar. Empezaron por darle la consideración de
necesaria a una edificación en la cabecera de la playa, por escasez de
aparcamientos, y para ello, y de forma tan sorprendente como inaceptable,
eliminaban muchos de los aparcamientos gratuitos existentes. Y los eliminaban
con la justificación, también sorprendente e inaceptable, de subir el nivel de
arena de la playa, cuando saben, todos lo sabemos, que no hace falta, pues la playa
se utiliza mayormente en su tercio inferior, el que linda con el mar. Se trata
simplemente de un “a ver si cuela”, para no quedar muy mal en la foto.
Modificados
del proyecto aparte, se tocan otras venas sensibles, como la inseguridad en la
desembocadura del Barranco de las Huertas por avenidas de agua, para, aún
existiendo soluciones más lógicas, baratas y efectivas, subir el nivel de la
carretera y encauzarla por encima del mamotreto, elevando el rasante del lugar
con la pretensión de darle al mamotreto la consideración de garaje soterrado y
no de locales comerciales con frentes al exterior, que es lo que realmente son.
Son jugadas de maestros, más propias de personas que deberían dedicarse a la
bolsa por su gran oportunismo, y no hablo de “sacarse” muchas loterías. Estoy
hablando de picaresca más que de casualidad, pero de cualquier manera de un
negocio redondo y seguro, el “todo en uno” en un entorno sin
competencias, en el que te obligan a aparcar y a consumir por un, ¿módico
precio?
No
debemos tolerar que se consolide en mamotreto, Las Teresitas ya no está sólo aquí,
también está en el Supremo, ¡YA VALE!
Y lo digo, sin ni siquiera entrar en los riesgos que se puedan generar por
descansar un importante viario con diversas conexiones sobre su estructura,
estando construido donde está, a la vera del mar, sobre una playa. La
distribución del tráfico del entorno tiene otras soluciones más lógicas,
baratas y efectivas, como ya dije, las de toda la vida, que están ahí y basta
con mejorarlas. Y quitando todas estas absurdas justificaciones, el mamotreto
pierde toda su razón de ser más allá de triquiñuelas y pelotazos, su
inexistencia nos dejaría una playa más amplia y expedita y de mejor ver, como
siempre ha sido. Sólo procede la DEMOLICIÓN
de este engendro del algunos, que no de la naturaleza, tal y como decidieron en
el Pleno del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife el 18 de septiembre de 2009,
hace ya más de cuatro años. ¡Ejecuten de
una vez ese acuerdo y no mareen más la perdiz!
© Cándido Quintana
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