SÍNDROME DE DIÓGENES
Luis
Rivero Afonso
La
locura" puede ser un estado de "insolvencia" de la razón, pero
también una fase de lucidez suprema. No en vano, se dice que los niños, los
borrachos y los locos son los únicos que siempre dicen la verdad. Es a través
de esta locura, como la verdad queda, a veces, al descubierto. Una de las
"locuras" más célebres de la historia es, seguramente, la
excentricidad de un tal Diógenes, un filósofo griego que vivió en la
Antigüedad. Es conocido sobre todo porque, habiéndose despojado de todo bien material
y hasta de sus ropas, vivía en un tonel. Como mismo Dios lo trajo al mundo se
paseaba dentro de un barril desfondado que le acompañaba a todas partes, como
un caracol en su concha.
Fue
tal su fama que hasta el mismísimo Alejandro Magno le ofreció complacerle en
cualquier cosa que deseara. Y no tenía más que pedirla. Se cuenta que Diógenes,
con altanería, le contestó algo así como: ¡Apártate que me estás quitando el
sol! El general no le tuvo en cuenta la insolencia, y complació al insigne
filósofo. A los ojos de la sociedad, Diógenes estaba loco de remate. Y al
demente se le exime siempre.
La
austera vida de Diógenes fue tomada en consideración por la Psicología moderna
para bautizar un comportamiento patológico: el síndrome de Diógenes.
El
síndrome de Diógenes se manifiesta sobre todo en personas de edad avanzada y de
un estatus económico acomodado o sin dificultades. Paradójicamente, estos
individuos, "convencidos" de carecer de medios de vida suficientes o
por temor a padecer necesidades, malviven en penosas condiciones hasta llegar a
abrazar la pobreza extrema.
Una
expresión típica de la patología la ilustra una de esas noticias, que hemos
escuchado en alguna ocasión, sobre una pobre anciana que vivía sola y la
encuentran muerta en su casa, desnutrida y rodeada de suciedad y abandono. La
sorpresa surge cuando la policía judicial descubre un montón de millones en
billetes pequeños, escondidos en el colchón del catre.
Tengo
la impresión de que nuestra sociedad observa síntomas claros de un síndrome de
Diógenes prematuro. Lo que explicaría la situación socioeconómica en relación
con las políticas de austeridad. Por una parte, nos hacen creer que la
sociedad, la nuestra, es una sociedad pobre, sin recursos. Nos dicen que
"no se puede gastar lo que no se tiene", nos atormentan con que
podemos pasar estrecheces, nos repiten que hay que sacrificarse y
"ahorrar" porque "la cosa está muy mal...". Lo malo es que
tal creencia, termina por materializarse. Como mismo los síntomas manifiestan
la enfermedad. Y así, la sociedad subsiste en medio de esa
"frugalidad" que -a la larga- es la que la condena a vivir entre
cartones y limosnas. Aunque la verdad sea bien distinta... Y la verdad puede
estar escondida debajo del colchón... Como si "la mala conciencia"
hubiera ocultado la fortuna, y por eso -inconscientemente- actuamos como
parias.
Dice
un amigo mío, cuando alguien se lamenta de que "no hay dinero", que
no es verdad, "el dinero no se esfuma, sólo cambia de bolsillo".
Tiene más razón que un santo. Si no, observen ustedes cuando el Banco Central
Europeo pone en marcha la máquina de estampar para inyectar dinero en el
sistema (esa que vemos por televisión, de la que salen flejes de billetes de 50
como si fueran periódicos). ¿Qué hace el BCE con ese dinero que, prácticamente,
no le cuesta nada? ¿Lo da a los Estados para que estos, a su vez, inviertan en
el sector público, y, a través de sus institutos de crédito oficial y sus
Bancos Centrales, lo presten a los agentes económicos?, ¿lo canaliza en ayudas
sociales y estímulos fiscales a familias y empresas? No, nada de eso. El BCE lo
suministra a los bancos internacionales, a un tipo de interés ínfimo, y éstos,
muchas veces haciéndose de rogar, "lo prestan" a los Estados
(mediante las subastas de deuda pública). Una auténtica locura.
El
BCE (con la comparsa de la Comisión Europea) es como la voz de la "mala
conciencia" que hace creer a la "abuelita" que es pobre (cuando
en realidad no lo es), y que por eso debe llevar una vida austera y ser
rigurosa en los gastos. Que no debe caer en excesos porque al final se paga muy
caro. Y la "abuelita" que es como una metáfora de la sociedad (y de
su clase política), se lo cree.
La
sociedad, sugestionada por sus gobernantes, termina por convencerse de su
carestía y de que puede pasar estrecheces en el futuro, y así, se somete a un
régimen de severa austeridad. Temerosa por la incertidumbre, no gasta ni
consume ni invierte y se ajusta el cinturón...
Esta
visión de las cosas es, paradójicamente, la que crea la pobreza... Como la
desdichada anciana que malvive entre la inmundicia y a solas con "su
locura", creyendo que es pobre cuando, en realidad, es rica.
Mientras
tanto, el escondite "del colchón", esa alegoría de los bancos y del
mundo de las finanzas, sigue "engordando" cada día más.
En
fin, una locura.
Caray, es una enfermedad! saludos Anghel
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